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Vivimos en la era de la sobre-información, donde la percepción de lo que nos rodea es que todo avanza demasiado rápido y vivimos atiborrados de cosas y pendientes, de cuentas por pagar, de productos que comprar, necesidades que cubrir. Cada día vemos en los medios una nueva noticia de corrupción política, económica o social, de la horrible maldad que se apodera de las calles del mundo, de cómo estamos destruyendo el planeta, de las carencias y la falta de alimento y vivienda de lo más pobres.

En uno de esos momentos de angustia al ver televisión, detuve mis pensamientos agobiantes, y respiré profundo sintiendo el aire entrar por la nariz recorriéndome el cuerpo, escuchando el latir del corazón apretado que poco a poco se relajaba mientras veía a mi hija que se reía contándome una de sus ocurrentes anécdotas de preadolescente. Una fresca brisa se colaba por sus cabellos y un rayo de sol iluminaba sus ojos alegres y sinceros.

Esa magia en su mirada me hizo pensar ¿Qué estoy haciendo para que ella, lo más importante de mi vida, no tenga que vivir en ese mundo fatalista que escuchamos a diario? Es muy difícil imaginar que los cambios o acciones que uno hace puedan realmente generar cambios, y hacer diferencias porque ¿Qué es uno en 10.000 millones de personas? Bueno, soy de las personas que cree que la cultura se puede cambiar desde la voluntad personal, y que en la medida que despertemos de esa burbuja en la que estamos, podremos ver nuevas y positivas formas de mejorar nuestra vida, y así fue como llegué a muchas historias que me inspiraron a escribir esta serie de posts.

Despertar y mover la alegría

Fue en la convicción de que quería hacer algo, lo que fuera, para no ser una más de la ecuación que deje al “destino” las consecuencias de nuestro estilo de vida, y de la indolencia que nos ha dejado este ritmo neoliberal donde todo es una transacción o un número en una estadística antojadiza donde se vive el hoy, sin pensar en el mañana. Y entonces, descubrí que hay muchos pensando y actuando para que las cosas sean diferentes, que podemos vivir de manera más sustentable no sólo con el medio ambiente, también mejorando la calidad de vida y cultivando el espíritu de colaboración con alegría que nutre no sólo las relaciones sociales, sino también el corazón. Nuevas formas de alimentación, agricultura, energía, economía, reciclaje, educación, y tantos otros movimientos que fomentan la mirada local y comunitaria, son algunas de las claves para comenzar a mirar el mundo que nos espera y que está por llegar. No nos queda mucho tiempo para actuar antes de que este planeta colapse.

¿Cuán dispuestos estamos para comenzar a actuar, ahora?
Te invito a que comencemos con un granito de arena, que se convertirá en la tierra fértil del mañana.

Caropaz, Colibrí.

Lee aquí: “Reciclar como responsabilidad social”

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