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¿Le gusta el hip hop tía? me dice el adolescente que está a mi lado con un jockey negro dado vuelta y una sonrisa de oreja a oreja.

– Sí, cuando es bueno como el de ellos- le respondo, sin saber si ese “tia” es inclusivo o no, e indico a los chicos que están al centro del círculo moviendo la cabeza y agitando los brazos, mientras las palabras van saliendo veloces de sus mentes y bocas en esta competencia que congrega a un público cada vez más numeroso, bajo los árboles del Parque Bustamante

Cae la tarde en el Parque y la temperatura de verano todavía no da tregua. Hace un rato, en Lastarria, hablaba con una amiga acerca del agotamiento de las representaciones escénicas formales, del clisé de los nuevos lenguajes, la copia, la reiteración, los proyectos Fondart que prometen mucho y que luego son un fiasco arriba del escenario, aventurando que quizás el entusiasmo y la creatividad han migrado a otros espacios cuyos flujos no conocemos… Y entonces me he detenido en esta esquina queriendo saber qué hay en medio de un gran círculo de público  que sigue respetuosamente la representación de “algo”.

 

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El escenario parece un cuadrilátero de ring y un animador al centro levanta los brazos cada dos o tres minutos marcando el tiempo y midiendo la velocidad de las repuestas y la calidad de la improvisación, mientras suena la música desde uno de esos amplificadores que todo rapero que se precie lleva consigo.

Los que van ganando la competencia deben tener entre 15 y 18 años y su apariencia no responde a la imagen del rapero del Bronx, ese de los pantalones caídos y la polera unas cinco tallas más grande, aunque su fraseo va en la línea del género que comenzó a hacerse popular hace más de 40 años y que  más que una moda fue una respuesta política a la destrucción del tejido social en la multicultural NY. Quizá también aquí y ahora ocurra lo mismo y el resurgimiento de esta forma de comunicar sea la contraparte de tanto debate político pauteado, aburrido y vacío.

Trato de entender lo que dicen quienes están al centro del ruedo, esos dos contrincantes que se enfrentan frase a frase, y escucho un diálogo sobre  droga, delirios, éxtasis, la lucha entre el bien y el mal. El relato parece sacado de algunas escenas de Transpoiting, aunque de seguro ellos estaban naciendo cuando la película fue exhibida en cines.

Me deja alelada esa narración en primera persona de experiencias vividas o no. Y al mismo tiempo me gusta esa facilidad para ir improvisando, escupiendo, con rabia, ironía, desparpajo. A cada intervención sigue un aplauso, mientras el conductor de la competencia repite metódicamente ¡Tiempo! determinando quien se queda. Parecen gallitos de pelea en el ruedo, pero aquí no salta sangre a la cara de los espectadores, sino polvo que brota del suelo cuando uno que otro integrante del público se entusiasma y zapatea ante el veredicto.

El círculo se agranda y se forman otros grupos más pequeños, cada cual con su música. Uno que otro joven de origen afro se agrega a la rueda, pero ninguno entra aun al improvisado escenario. Pasa un vendedor de “quequitos mágicos” y una recolectora de latas de cerveza, que da vuelta un basurero con gran estrépito para  luego compactar el contenido que va metiendo metódicamente en su saco.

El sol comienza a desaparecer y una buena parte de los chicos y chicas vuelven a sus casas calle arriba y el parque comienza a retomar su fisonomía habitual. Sobre un edificio asoma la luz incandescente del letrero de champán Valdivieso, con su botella que se descorcha una y otra vez desde hace más tiempo del que recuerdo, en una imagen que quedó fija aunque haya cambiado la copa ¿Cuántas generaciones han crecido mirándola? ¿Cuántos cambios sociales y políticos han ocurrido mientras su oferta de disfrute permanece impasible, como una aporía más del devenir cotidiano?

Intento hacer un rap sobre el aviso; pero como dice el manual “el rap es algo más que decir algo que rime”. Es un fluir de palabras que tiene que ver con un ritmo y los chicos que vi en ese círculo tenían ese flow, dominaban el beatbox y tienen algo nuevo que decir . No es poca cosa.

 

 

 

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7 Comentarios sobre “Rap en el parque

  1. Exacto!!! es una heramienta invaluable para que los alumnos puedan aprender lenguaje, si se lo toman en serio. Tengo un sobrino rapero que usa mucho el diccionario para hacer los versos . Gracias Carolina.

  2. Es un lenguaje muy valioso también como herramienta de formación. Pero en las aulas tiende a ser negado. Me acuerdo que una vez un alumno muy rebelde se negaba a presentarse en la primera clase de Lenguaje de un instituto muy pobre.
    -Soy rapero, me dijo, con cara de desafío.
    Se presentó rapeando. Fue del que más información pude obtener porque los demás solo decían su nombre, con esfuerzo.
    Aprendí una lección increíble sobre lo desenfocada que está la educación en muchos aspectos.

    1. Exacto!!! es una heramienta invaluable para que los alumnos puedan aprender lenguaje, si se lo toman en serio. Tengo un sobrino rapero que usa mucho el diccionario para hacer los versos . Gracias Carolina.

  3. Soy parte del Bustamante desde que lo caminaba en los 60, 70 y 80 para ir hacia Almirante Grau, esquina donde vivían mis abuelos paternos y primos hermanos. A la parte sur del Bustamante llegaba el tren del Cajón del Maipo; a esa trocha angosta la sucedió la suciedad y sequedad del terreno, hasta que a fines de los ’89 colocaron pasto, árboles y plantas, lo que es hoy. Una historia el Bustamante. Aún mantiene mucho de esa melancolía.

    1. Debo haber pasado por esa calle muchas veces, sin tomar nota de su nombre…Yo también estuve vinculada a estos barios en los años 70, Pedro, cuando estudiaba en la Universidad….

  4. Hola, Patricia.
    Carlota de Suecia está acá en Chile y quiere ubicarte, si me envías tu teléfono se lo puedo enviar para que te llame.
    Gracias

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