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La mayor conciencia de finitud y de lo maravilloso de la vida nos hace escoger con atención con quiénes y dónde queremos estar.

No por casualidad, hoy la gran mayoría de los proyectos buscan no solo satisfacer necesidades básicas sino constituirse en experiencias para las personas. Un centro comercial, una biblioteca, un hotel, el lanzamiento de un libro, una clase… todos quisieran convertirse en espacios y tiempos en que las personas vivan experiencias significativas y memorables.

Más allá de ser un concepto de moda o un nuevo cliché del marketing, construir una experiencia es un proceso complejo ya que implica generar una coreografía armónica y auténtica que combina espacios, materiales, luces, conversaciones y silencios. En otras palabras, un viaje desde el cotidiano a una propuesta que plasma un relato dispuesto a ser experimentado. Pero, como dice la canción, para lograrlo se necesita “un poquito de gracia y otra cosita”.

Como los seres humanos estamos hechos de polvo de estrellas nuestra pasión por correr los límites de los posible es permanente. En ese contexto, el esfuerzo por crear experiencias tal vez no es otra cosa que hacer hasta lo imposible por ser feliz. Lo intentamos una y otra vez. Nos aferrándonos a la posibilidad de lograrlo pese a que Derrida haya dicho que las cosas ya no son plenas, que Baudrillard diga que ya no pueden ser auténticas o que Virilio afirme que ya no pueden ser reales.

Hay quien dice que la arquitectura es música congelada. Si seguimos esa metáfora, cuando la arquitectura y otras disciplinas se complementan para crear experiencias se crea música que te atrapa, y en esa danza, nos transformamos. Y nos transformamos principalmente porque nos encontramos con otros.

Toda experiencia se vive al mismo tiempo en el plano individual y social. Aunque es un continuo, todas tienen un antes, un durante y un después. Las experiencias también tienen interacciones permanentes entre lo material y lo simbólico. En el plano material se conforma con todos los elementos que al conjugarse permiten crear un espacio físico que posibilita la experiencia. El plano simbólico, es una promesa integrada por los valores que inspiran al proyecto, la cultura organizacional que lo sustenta, el tipo de conversaciones que promueve, la forma en que se enfrentan las dificultades, hasta el sentido profundo por el cuál fue hecha, entre muchas otras cosas.

El focalizar nuestra atención en los elementos simbólicos y sutiles que hacen posible una experiencia nos permite reconocer la dimensión comunicacional en que creamos significados compartidos. Dado que todo proyecto es una intervención, una experiencia necesariamente se inserta en una comunidad y al mismo tiempo apuesta por crear nuevas comunidades. Esto no se logra espontáneamente, se requiere una intensión y articulación que se plasme en una estrategia comunicacional. Esta debiera considerar ciertos medios como las redes sociales, pero también otras acciones comunicacionales que contribuyen a mantener y nutrir el eco de la experiencia presencial compartida.

El comprender que en toda experiencia hay una multiplicidad de mensajes co-existiendo, nos obliga a centrarnos en las personas que vivirán la experiencia. No me refiero a un acercamiento como de “servicio al cliente” sino como usuarios-receptores y necesariamente co-creadores. En ese contexto, una experiencia será siempre múltiple, diversa y cambiante según quienes la experimenten y la hagan suya.

¿Qué hará que ese lugar y tiempo se vuelva una experiencia significativa? Los atributos no están dados sólo por el lugar en sí mismo, sino que son principalmente atributos que las personas dan a la propuesta. Personalmente creo que debe tener distintos niveles de descubrimiento y apropiación de manera que sea un lugar que fluya acogiendo lo complejo e inesperado, donde se propicien relaciones múltiples y no restringidas a roles como el de comprador-vendedor, dónde haya coherencia entre lo que se dice y hace, que sea un espacio real en donde lo humano y lo social tomen cuerpo.

Al final una experiencia no es más ni menos que una hermosa ruptura que abre la posibilidad a que no todo siga igual.

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6 Comentarios sobre “Construcción de experiencias

  1. Muchas gracias por la reflexión. Que importante es entonces, ser consciente de la enorme cantidad de experiencias en las que participamos, ya sea impulsándolas o solamente siendo parte de ellas. Si somos quienes las impulsan prever qué va a pasar y si somo si somos parte devolver el efecto. A veces las experiencias son mínimas pero el efecto es como el aletear de la mariposa y no dimensionamos aquello.
    Sobre todo en las redes sociales donde hay mucho impulso desproporcionado que se convierten en muy malas experiencias que no enseñan nada y su capacidad no es solo de no dejar las cosas igual sino peor.

  2. Excelente reflexión para los tiempos laborales que vivimos, donde se exige mucho y se felicita poco, invitar a los colegas y colaboradores a disfrutar su trabajo y aportar a ello.

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