Compartir

Pinturas: Adolfo Pérez Esquivel
Textos: Gustavo Adolfo Becerra

Imagen-060

I.

Señor, aquí estamos caminando contigo
en este nuevo vía crucis. El sol abre sus flores.
La noche derrama su greda en otra copa.
Parece que nuestra fe se renueva porque
-al amanecer- los caminos no tienen límites
y los pájaros de la verdad llenan el bosque.
Aunque siempre emergemos de lo oscuro
sé que nos reconoces porque no tenemos sombra:
somos hijos y nietos de los miserables
que deambulamos por América latina sin ropas,
sin dientes y por el borde filoso de los edificios
públicos y los parques municipales, buscando
un sitio donde tender nuestros huesos y dejando
detrás de nosotros mismos una serie de datos
que incrementan en una página más los estudios
documentados y científicos de los antropólogos
sociales y los analistas de la realidad política.
Buscamos no tener que irnos y descansar.
Y así como otros sueñan con un auto último modelo,
nosotros soñamos con una escuela pública
y con un grifo de agua potable. Y un país lleno
de espejos donde podamos encontrarnos.
Porque débiles como éramos cuando ninguna
puerta se transformó en camino, caímos en la tentación
de los tres minutos de felicidad y somos víctimas
de las drogas, del alcoholismo y de la hostilidad
de las pandillas. Y de la mascada de los policías.
Y de este círculo vicioso que muerde y no se cierra.
Y sin dejarnos salir, no nos permite entrar.
Ven, Señor Jesús.

Imagen-023

II.

Porque la única herencia que recibimos
fue la forma de eludir la impresión digital
de nuestros dedos y ocultar nuestras intenciones
escondidos en los entretechos de las casas.
Porque no tenemos la nariz respingada, ni los ojos
azules ni el cabello rubio, nos aplican la detención
por sospecha. Nos huelen desde lejos sus perros
policiales. Y nos ladran como si fuéramos traficantes
de drogas. Y nos cuestionan nuestra forma de vestir
y discriminan porque somos negros sin cuadernos,
indígenas arrojados en suelos degradados con escasa
productividad, enfermos de sida. Nuestras pobrezas
nos sirven de abrigo y en las fiestas nacionales
ondean sobre los techos de las villas miserias,
las poblaciones callampas y favelas.
Somos los gaseados con químicos en las protestas
sociales y en las tomas de terreno. Enturbiamos
la imagen de nuestros países encumbrados
hacia el desarrollo y la prosperidad, con agregación
de valor de sus productos y con su agricultura
dirigida hacia las exportaciones y a los grandes
mercados de consumidores educados.
Señor, para que sigamos siendo invisibilizados
nos ocultan: nos es bueno que aparezcamos
en la foto porque no contribuye a la imagen país.
Nuestros rostros no atraen capitales golondrinas
ni inversores. Y si esos capitales no llegan,
tendremos que seguir esperando sumidos en los piojos
de la miseria y padeciendo hambre,
y nunca podrán sentarse a la mesa.

Imagen-035

III.

Como el corazón rojo tenemos nuestros tacones.
En el el mar de las dudas y el silencio de las hostilidades
nuestras medias caladas y nuestros tops de cuero
impulsa la vida nueva. La primavera tiene lugar
en nuestros pañuelos. Somos gays, lesbianas,
transexuales, travestis, cuyas identidades
no compramos en los supermercados de la moda,
ni en las boutiques de las grandes tiendas.
Sentíamos que vivíamos para el amor sin restricciones
y para los besos que eternizaron nuestros lápices
labiales y los límites de nuestras intensidades
eran parte de los campos floridos.
Somos los enamorados de la vida misma
que adecúan sus cabellos a las nuevas estrellas,
los que desde sus propias marginalidades
miran como el tiempo pasa y se devuelve a la misma
esquina, una y otra vez, donde a Ti te crucificaron.
Nuestra bella condición humana es nuestro Monte
de los Olivos. No nos abandones, Señor. Ni ahora
ni en la hora que tengamos que partir.
Cuídanos de los machos alfa y de los nazis.
Somos las mujeres, víctimas de la violencia
machista y del feminicida, postergadas en los rincones
oscuros de la casa, la cocina y a una vida sexual
de esclavas. Nosotras llevamos tu cruz. Y la iluminamos
con nuestras voces cuando resistimos.
Para que no te vayas y te quedes siempre a nuestro
lado, te limpiamos el rostro. Y te ofrecemos agua.

Imagen-047

IV.

Somos los que le buscan el cuesco a la breva
hasta encontrar el otro lado de la luna,
los que no encuentran conformidad con la tradición
que transforman en costumbre los cursos de los ríos.
A causa de la construcción de tu reino
fuimos torturados por las dictaduras cívico-militares
en cárceles clandestinas y delegaciones de policía.
Aún -a pesar de los años- no recobramos el sentido
exacto de la realidad y nos tiemblan las manos
cuando acariciamos porque en ese acto nos volvemos
a comprometer con la tierra prometida,
la justicia social, la distribución equitativa de los bienes.
La tierra que mana leche y miel es nuestra única
consigna. Tú nos proteges de los enemigos,
de los fachos, del enemigo interno y de los falsos
profetas. En tiempos de persecución, abandonamos
a nuestros padres y hermanos para seguir con vida.
Dejamos atrás nuestras casas protegidas con rejas
de fierro, camelias y candado. Llegamos a países
donde hablaban un idioma distinto y no sabíamos
dónde comprar pan. Mientras estábamos lejos,
en nuestros países de orígenes murieron nuestros padres,
cambiaron de nombre las calles para que no pudiéramos
encontrarlas a nuestro regreso y hasta nos miraron
con desconfianza cuando regresamos porque estábamos vivos.
Señor, Padre Nuestro, caminamos contigo,
santificando sea tu nombre.

Imagen-060

V.

Somos las víctimas directas de los coyotes, del tráfico
de personas para la explotación sexual y laboral
y venta de órganos por parte de las maras y otros
grupos pandilleros. Para que todo minuto sea un acto
de adrenalina, sentimos cercana la pérdida
de los riñones y del plasma sanguíneo.
Escondidos de la migra, cambiamos nuestra
libertad por un plato de frijoles negros.
El único árbol que estaba plantado en el patio
de nuestra casa, dejó de dar frutos hace años.
Nuestros amados hijos crecieron sin los nutrientes
necesarios para su desarrollo. El agua de las napas
freáticas las habían envenenado con químicos
para que les dejáramos las tierras que pertenecieron
a nuestros padres y a nuestros abuelos.
Exhibimos mal deformaciones congénitas
producto de los aviones que rocían pesticidas
y las malas prácticas en el uso de los químicos.
Cuando fuimos acorralados por el hambre y las deudas,
no tuvimos que pensarlo dos veces para emigrar
buscando una tierra llena de franjas y estrellas.
Para que nunca olvidemos la travesía, nos mojaron
la espalda. A cambio de cruzar las fronteras
dejamos nuestros corazones en las casas de empeño.
Somos parte de la multitud que viven temerosos,
escondiéndose de la policía, por no tener documentos
(green card) y que cuando son descubiertos
pagan un alto precio por seguir caminando por el mundo
porque le robaron la córnea del ojo. Sólo Tú cruzas
el desierto con nosotros. Sólo Tú eres el verbo,
más allá del pensamiento piadoso y las buenas
intenciones. Sólo Tú aprecias nuestro trabajo,
valora nuestros esfuerzos y conoces nuestro corazón.

Imagen-001-BIS

VI.

Señor, Tú más que nadie nos conoces, somos
los migrantes que huyen de las guerras, la deforestación,
las tierras agraviadas por la sequía y que están
más cerca de las cenizas que de la capa vegetal,
buscamos un territorio donde sembrar vida
para honra y gloria de tu Nombre. Buscamos
un cielo protegido con alambres de púas.
Buscamos darles formación a nuestros hijos
aquella que nosotros mismos no tuvimos.
Cuídanos de los miserables que evaden impuestos
y de los miserables que trafican dinero en los paraísos
fiscales. Protégenos con tus manos
como si Tú mismo fueras la seguridad social
y la pensión de vejez que tanto deseamos
para tener un último tiempo digno. Nos relegan
a enormes sacrificios para encontrar visa.
A pesar de que tenemos profesiones y oficios
reconocidos, nos relegan a trabajos menores.
Y se enriquecen con nosotros porque no pagan
las leyes sociales. Rezamos cantando y rezamos
bailando, Señor, Tú nos conoces porque somos
ruidosos, cumbiancheros y apapachadores,
tenemos hambre de alimentos y hambre de Ti.
Y no hambre de rentabilidades y lucro. A pesar
de todos nuestros esfuerzos, nuestros números
aún están en rojo. Y los días caen lentamente
detrás de las montañas. Y envejecemos -soñando
con regresar- tratando de pegar una pestaña.

Imagen-0012

VII.

Somos las víctimas de la prostitución y los proxenetas,
mujeres, niños, niñas, adolescentes que escriben
en su propio cuerpo el futuro negro de sus propias
derrotas. Y la derrota también de una sociedad
que no pudo protegerlos. Nadia entra a este mundo
si no por necesidad. Porque no tuvimos
como parar la olla, y los servicios básicos ahora
estamos bailando sobre las mesas (teiboleras),
en medio de la pista y bebiendo el champán
turbio de los que tienen dinero para pagarlo.
A pesar de que trabajamos con este amor de ofertas
y demandas, no nos prives de la capacidad de amar,
de la gratuidad de amar y de los crepúsculos
en los cuales solía columpiarme. Cuando duermen
parecen tigres mordiendo el corazón de una paloma.
Cuando menos lo piensen, libéranos de sus garras
afiladas con limas y acicaladas con las monedas
de cien pesos. No permitas que nuestros besos
sean picoteados por pájaros carroñeros y que nuestras
necesidades sean vehículos de destrucción y muerte.
Para llevar el pan a nuestras casas, sudamos
nuestros propios alimentos. Y en la penumbra
nos atenaza el pecado social del mundo.
Señor, Dios de la Justicia Social y las oportunidades,
ruega por nosotras.

Imagen-039

VIII.

Nuestras emociones alguna vez volaron como pájaros.
Estamos entre los bosques de la nada y la caridad.
Los mercaderes trafican con nuestras angustias.
El musgo de nuestras orientaciones tiene sabor a pan.
Somos las personas con discapacidad por enfermedades
que se pudieron haber curado con salud pública,
pero que producto de las políticas discriminatorias
tuvieron que cambiar sus piernas por bastones y su motricidad
por ruedas. Apenas distinguimos el día de la noche.
Quizás para no ver el rostro más dramático
de nuestra realidad, padecemos de ceguera nocturna.
Para trasladarnos de un lugar a otros manoteamos
oscuridades. Somos los que no tienen fuerza
ni voz para denunciar las injusticias sociales
porque para vivir y alimentarse debieron comerse
sus propias palabras, los que sufren padecimientos
crónicos que los hace delirantes y los enfermos
mentales que deambulan en los patios negro de la miseria,
arrastrando su sombra con un cordel.
Escúchanos Tú Señor, estas palabras a medio hacer
y háblanos a nosotros como cuando escribiste
las Bienaventuranzas con esos lenguajes que sólo
nosotros podemos comprender en su radicalidad,
en su espiritualidad, en su amor.

11

IX.

Ninguna verdad ultima su luz y su hora.
Éramos la pequeñez de la línea recta.
El corpúsculo de luz en la corriente ondulatoria.
Nos ubicábamos en el vértice alto, más allá
de la conciencia crítica y los estados del arte,
somos los alienados por las ideologías
que esclavizan y las religiones fundamentalistas
que domestican, los que nunca se hicieron exámenes
de resonancias magnéticas, los que curaron
sus dolencias con hierbas medicinales. Como no
teníamos educación formal, nos adoctrinaron
con las aguas servidas del patriotismo.
Somos los pateadores de piedras por excelencia
y las personas sin casa, que viven con lo que llevan
puesto y que desalojados de la tierra sólo encuentran
paz en las ensoñaciones y las estrellas.
Atiende nuestros derechos humanos y aumenta
nuestra capacidad de interpretar el mundo
para transformarlo. Todo te lo pedimos
porque creemos en Ti. Porque hacer llover pan
sobre el desierto no era un acto del Cirque Soleil,
ni una pirotécnica de prestidigitadores
que se paran en las esquinas de las ciudades
a pedir monedas. Porque indicar donde lanzar las redes,
no era producto del conocimiento acabado de un oceanógrafo
que conoce el comportamiento de las mareas.
Porque atender una prostituta no era un acto
de misericordia y un evento para las páginas sociales
de los diarios. Cuando todos estamos de rodillas
los enemigos parecen gigantes, pero dejan de serlo
cuando también nos levantamos. Y Tú lo sabes, Señor.

Imagen-0013

X.

Somos los campesinos sin tierra, sin agua.
que terminan cocinando con agua de acequia
y sin comer los alimentos que produjeron.
Somos quienes exhibimos y cargamos nuestras
vidas destruidas por la mal nutrición y la violencia
estructural de la propiedad de la tierra.
Somos los pueblos originarios, los ancianos
que no tienen donde reclinar la cabeza, los trabajadores
desempleados o con empleos precarios, que deambulan
de una noche a otra. Somos las viudas, los solos,
los huérfanos, los analfabetos de la lengua y de los lenguajes
digitales y los que no tuvieron los medios
para continuar sus estudios, somos los que quedaron
en el camino, los hijos caídos que ninguna Universidad
fue a buscarlos cuando fueron sacados a culatazos
por la policía, ni a protegerlos con sus equipos
jurídicos cuando les levantaban acusaciones falsas
con pruebas inventadas. Nosotros somos
los que se perdieron en la turbulencia de los días
sin que nadie certificara nuestros conocimientos
porque los redujeron a saberes, competencias y habilidades.
Los que nos fuimos sin dejar rastros, ni dirección
postal, ni teléfono celular, buscando un punto de apoyo
para mover el mundo, regresamos caminando
contigo. Y transformando los balbuceos y murmullos
en la piedra angular del lenguaje escrito
porque si nosotros callamos, hablarán las piedras.

Imagen-0014
XI.

Somos los enfermos abandonados por los sistemas
de salud que viven en las cunetas de las ciudades,
orinando contra la más bella creación del universo.
Somos aquella escoria que está por debajo
de la línea de pobreza y que, para invisibilizarla,
levantan muros de vergüenza e ignominia.
Somos los que nunca ocuparemos las portadas
de los diarios, salvo por delitos comunes y crímenes
atroces. Somos el corazón del quintil de menor
ingreso, los que comulgan con ruedas de carreta,
los que conviven con la incertidumbre y la amenaza,
los que se pisan la cola y se muerden la lengua.
Los que sin organización que los aglutine
terminarán por traicionarse a sí mismos.
Los que tienen las manos limpias, pero vacías.
Para que la soledad no construya su victoria,
caminamos contigo, Señor, este camino de liberación.
Somos como la naturaleza enferma que busca
remediarse a sí misma. Somos aquellos enfermos
incurables que cuando pierden peso y sangre,
les ofrecen aspirinas en las Salas de Espera de los Hospitales.
Somos de aquellos que ponen en duda la efectividad
de los ansiolíticos. Somos de los que no creen que para conciliar
el sueño deban inducirlo con benzodiazepinas.
Somos los que en Ti creemos por siempre, Señor.

Imagen-042

XII.

Somos una humanidad llanera cansada,
serrana masacrada, andina agonizante.
Somos el grito de desesperación que al impactar
con la roca de la indiferencia, la destruye.
Y hace polvo las formas de contención que edificaron.
Somos los multifacéticos, multi-diversos, plurales,
genuinos, hombres y mujeres de esta América morena.
Somos los llenos de gracia que miramos
el horizonte con el ceño endurecido
y las manos llenas de callos. Somos los descamisados
que lavan en el río de los tiempos inmundos,
su camisa blanca. Somos los que dormimos con perros
pulguientos tratando de recordar el tiempo
donde accedíamos al medio litro de leche s y teníamos
ciudadanía. Somos un pueblo que camina.
Somos la profecía cumplida de los huesos secos.
Porque nos decidimos, nos pudimos de pie
y, anunciando Tu resurrección, caminamos
por los desiertos del mundo. Somos los que un día
construiremos la sociedad sin clases sociales.
Los que no se guardan nada cuando del amor
se trata. Y en las peores circunstancias de la condición
humana, comparten el pan y la palabra.
Somos los que no hemos vencido aún,
pero que un día -no lejano- vencerán.

Imagen-0015

123

Compartir

7 Comentarios sobre “Vía Crucis de los Marginados de América Latina y El Caribe

  1. Cristo sigue padeciendo la cruz en la criminalización de la protesta social, en los montajes judiciales a los defensores de la vida, falsos positivos judiciales, el asesinato de los líderes y lideresas que se comprometieron con la causa del pueblo, es decir la causa misma del Reino. Ayudemos a bajar los crucificados por el sistema capitalista, insensible, frío, salvaje y genocida de nuestros pueblos.

  2. Es Cristo jhoy y que encontramos todos los días en ntra vida o en las noticias. Como respondemos a su llamado? Que nos dice Cristo llagado? Sufriente? Ayúdanos Señor a responderte! Amarte en mi hno tan herido por las injusticias sociales. Por ntras propias injusticias. Perdóname Señor . Que los cristianos te respondemos de verdad.

  3. Cruda realidad. Es doloroso ver que a pesar de tantos experimentos, iniciativas, mejor conciencia con el tema indígena, mejor educación, viejas reformas agrarias, altos y bajos en la historia del continente, siempre quedan marginados, siempre alguien se nos queda en el camino. Para pensar

Responder a Domiciano Soto Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *