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No se trata de un titular machista, sino por el contrario de llamar la atención sobre la capacidad que tienen las mujeres de transformar el mundo mucho más allá de cualquier doctrina política, filosófica, religiosa o económica, sin siquiera entrar en esos ámbitos.

Las tomas que realizan un grupo de mujeres en más de una docena de universidades y colegios constituyen una señal, aún embrionaria y poco desarrollada y orgánica quizás, pero es una advertencia sobre los próximos desafíos que enfrentamos como sociedad.   Ellas mismas posiblemente se encuentren sorprendidas de lo lejos que han podido llegar, pero no cabe duda que son los hombres, en especial los que piensan que el lugar de la mujer está en la cocina y la cama, los que están decididamente superados en su capacidad de comprensión.

Por mucho tiempo, las demandas femeninas apuntaban y se limitaban a la igualdad legal y económica.   Ahora están dando un paso más adelante, y se trata de un paso grande porque están pidiendo que la organización social entera se reacomode a sus necesidades.   Es posible que ni ellas mismas tengan claro hacia dónde se dirigen exactamente, pero lo que es claro es que el orden social está seriamente amenazado, más que con cualquier otra revolución del pasado.

Por ahora no se ve suficiente organización femenina a nivel local ni internacional, pero el día que ocurra se producirá un cambio insospechado y es necesario que los hombres comprendan que es mejor aliarse en la definición de nuevos paradigmas en vez de oponer resistencia.

La noticia de las tomas se ha  tomado casi como algo curioso, como una extravagancia de un grupo de feministas radicalizadas a las que no hay que tomar muy en serio, pero cuando el fenómeno se masifique y deje de estar identificado con una tendencia política, cuando la esposa sumisa cambie de actitud, la dimensión será muy distinta y la sociedad no se está esforzando como es debido en canalizar las demandas para evitar que el cambio sea explosivo.   Falta inteligencia para anticiparse y sobra seguridad en que, al final, las mujeres van a contentarse con un mejoramiento de los sueldos y un mayor respeto en los espacios públicos y privados.

Falta también que las propias mujeres sean capaces de conducir su movimiento con astucia y responsabilidad, de manera que más féminas se unan a la causa y no puedan ser ridiculizadas con expresiones como “feminazi”.

Estamos recién en los primeros días de una nueva época y el futuro depende mucho de lo que se haga en el presente, pero hay que empezar por descartar que se trate de una moda o de un movimiento cíclico que va y viene.

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