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Destruir…y después culpar a la naturaleza

Las noticias muestran algo que parece el paisaje de algún planeta desolado. Grietas en el suelo, viejos botes encallados, casas polvorientas y muelles que revelan el deleite de haber navegado alguna vez. El 9 de mayo, este bello recurso natural desapareció de la faz de la tierra. Mal año este 2018. El 19 de marzo, falleció en Kenia el último de los rinocerontes blancos. Se llamaba Sudán y aunque estaba bien cuidado, cumplió su ciclo de vida. Dos trofeos más al desatino humano. Al menos, en el caso de los rinocerontes y de los animales salvajes africanos, todos admiten que se trata de cacerías ilegales estimuladas por millonarios asiáticos que pagan fortunas por marfil, cuernos y pieles. Los millonarios occidentales prefieren los safaris para matar. Mientras más en riesgo está un animal, más “entretenida y exótica” es la cacería. Pese a los grandes esfuerzos de Kenia, Congo, Ruanda, Tanzania, Namibia, Sudáfrica y otros países, los sobornos, la falta de guardias y la debilidad legal propician un promedio de 33 animales sacrificados por día. La población local no ayuda. El aumento demográfico y la necesidad de empleo les pone una venda en los ojos. El viejo refrán de la mediocridad: “Pan para hoy, hambre para mañana”.

Nada hacía presagiar…

Escuché hablar por primera vez de esta laguna en el colegio. Era el inicio de los ’70 y una compañera de curso de mi hermana se pavoneaba por haber salido en una foto promocional del camping Pintué. El nombre Aculeo provocaba risas, ya que se prestaba para bromas de doble sentido. Después, me enteré que era el vocablo mapundungún Acum-leo (lugar donde finaliza el río). Pintué estaba promocionando paseos en lancha, el esquí acuático y la suspensión en paracaídas. La amiga de mi hermana apareció en los diarios en tanga, aferrada al cable de alguna veloz embarcación. Fue una época en que las familias se desplazaban en vehículos hasta la zona metropolitana sur para almorzar en parrilladas y restaurantes de comida chilena, situados a los costados de la panamericana. Para los aventureros que se salían del camino, hacer picnic en Aculeo se transformó en una atractiva opción. Paine fue el pueblo más favorecido, ya que los visitantes aprovechaban de comprar sandías, melones, pan y empanadas. Entre los años 80’s y 90’s comenzó la venta de parcelas residenciales y agrícolas. Todos los geólogos sabían que Aculeo se alimentaba solo de napas subterráneas y no tenía afluentes, pero nadie les preguntó. En el pasado, la laguna había tenido un modesto perfil por situarse bajo el nivel de las tierras. Por eso, fue muy celebrada la hazaña del hacendado Miguel Letelier en 1911, quien instaló una central hidroeléctrica en el río Angostura, con la que activó el primer sistema de regadío usando las aguas de Aculeo. La llegada de la tecnología a esa zona campesina sirvió de inspiración a Eduardo Barrios para el personaje José Valverde, de su novela “Gran Señor y Rajadiablos”, quien en la ficción realiza una obra muy similar, aplaudida como el arribo del “progreso”.

Thirty-Three (African elephants), autor Robert Louis Caldwell
Thirty-Three (African elephants), autor Robert Louis Caldwell

Campo profundo

Por su cercanía con Santiago, la cuenca del Maipo fue siempre un paisaje de mucha historia. Pueblos  precolombinos, conquistadores españoles, próceres de la Independencia y numerosos bandidos buscaron protección en aquel paisaje coronado de espinos, arrayanes, quillayes, peumos, boldos, cactus y palmeras. Un vergel por donde deambulaban vizcachas, zorros de culpeo, pumas…¡en fin! Toda una variedad de flora y fauna, hoy en retroceso. La geografía dificultaba el transporte, así las tradiciones coloniales se mantuvieron durante largo tiempo. Las leyendas eran parte de ellas. La turbiedad de Aculeo dio pie a la existencia del “Cuero”. Era una especie de animal parecido a la manta raya, pero mucho más grande. Según decían, el “Cuero” emergía desde el fondo para abrazar y triturar a las embarcaciones. Otra historia fue la del tesoro Jesuita. Contaban que, cuando las huestes del cacique Michimalonco destruyeron  Santiago en 1541, la congregación jesuita puso en unas carretas toda la platería y el oro de varias iglesias. Quisieron  atravesar la laguna para esconderla en una cueva. La balsa no resistió el peso y se hundió con toda su carga valiosa. ¿Habrá algún afortunado encontrado ese tesoro entre el suelo reseco de la laguna?

Risas y sobreexplotación

Cuando mi hermana se casó y nacieron mis sobrinos, la comuna del Maipo vivía un apogeo. Se veían plantaciones agrícolas en todas partes y muchas casas bonitas. Me tocó conocer una urbanización promovida como “la Venecia de Aculeo”, ya que sacaba partido a una orilla irregular que daba la idea de canales. En la otra orilla, los campings seguían floreciendo. Solíamos acampar los fines de semana del verano. No era caro ni tampoco tan lejos. Los niños disfrutaban del agua que no era gélida como la de la costa. Se hacían asados, se iba a pasear al pueblo y todos pescaban pejerreyes. Varias veces me tocó limpiarlos y freírlos (Me siento culpable al pensar que ahora ya no queda ninguno). Era difícil adivinar en esos felices días estivales, que cada nueva parcela implicaba perforar más pozos. También, era difícil pensar que el exceso de lanchas y motos acuáticas contaminaba y espantaba a la fauna. Los alcaldes, diputados, académicos y líderes vecinales tampoco parecieron sospechar lo que se venía. No hubo plan de desarrollo. Se vendieron terrenos hasta que las napas no dieron abasto para el consumo de tanta población. Las aguas del río Maipo se empezaron a detener en Santiago. ¿Quién le iba a poner el cascabel al gato si los pobladores del valle estaban tan contentos? Se arrendaban casas, el comercio funcionaba bien y hasta los espectáculos folclóricos atraían público. Si algún científico lo supo, se quedó callado o lo silenciaron. Claro, todavía confiaban en lluvias. La temida sequía llegó. Pensaron que pronto terminaría, pues se negaban a creer en el  cambio climático.

El caso de Salton Sea

Aunque hay algunas diferencias,  lo sucedido con la laguna Aculeo se parece bastante al lago Salton Sea, ubicado al sur de California, en el desierto. Era un ecosistema muy frágil, que mezclaba agua salada y fresca. Dependía del río Colorado, cuyos ciclos de inundaciones (bastante espaciados) lo alimentaban. Por causas naturales, el río dejó de cumplir su ciclo alrededor del siglo XVII. Los peces atrapados se adaptaron a la química especial del agua. Por eso, los nativos habitantes solían ir a pescar allí. El auge del ferrocarril y el paso del territorio a los Estados Unidos, volcó la mirada del progreso hacia Salton Sea. En los años ’30, su belleza escénica atrajo a las primeras urbanizaciones. Desde 1950 hasta 1970, se convirtió en un pequeño paraíso de vacaciones. Actores famosos compraron parcelas, se construyeron hoteles, proliferaron los muelles, se plantaron jardines y los negocios prosperaron. La población  humana trajo pesticidas, basuras y aguas servidas. La salinidad del lago se elevó a los cielos, provocando una gran mortandad de peces. Se intentó compensar con rellenos de agua fresca y sembrando peces marinos. Otra idea fue canalizar en tuberías parte del río Colorado, pero no se pudo controlar el flujo y se inundaron las casas. Ante los desastres, las autoridades optaron por priorizar otras zonas y  abandonaron Salton Sea. Todavía no se ha secado por completo y algunos ecologistas románticos desean recuperarlo. Ojalá tengan suerte.

¿Rescatar Aculeo?

Existe un proyecto bastante pobre. Peor es nada. El gobierno Regional Metropolitano autorizó cien millones de pesos para que durante un año, la Facultad de Ciencias Forestales y de Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, desarrolle un estudio de la cuenca para determinar un plan futuro. Junto a la Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas seguirán midiendo y comparando el  consumo hídrico, tanto urbano como agrícola del sector. Incluye establecer la relación de la laguna con el río Maipo y otros recursos hídricos cercanos. Además, quieren educar a los propietarios parceleros. En otras palabras, quieren meterles en la cabeza que deben pagar derechos por uso de aguas, evitar las piscinas y los jardines de prado.  Aunque el proyecto prefiere culpar a la sequía por el desastre, igual deja en claro que jamás hubo planificación, ni siquiera llamados de alerta ante la baja del nivel en los pozos. Todos esperaban la bendita lluvia. El proyecto observa que se sabe muy poco de Aculeo, pues nunca se pagó por estudios. Un cero absoluto en prevención y preservación. Hoy, solo porque el comercio agoniza, porque las casas se han depreciado y las tradiciones campesinas se están olvidando, recién se dan  algunos pasos. Se avanzará con más firmeza cuando reconozcamos que la sequía fue solo uno de los factores. Tal como en Salton Sea y en los rinocerontes, la irresponsabilidad humana fue la culpable, aunque duela reconocerlo.

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