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Creo en los árboles,
más que en los perros y en los gatos,
por más que tenga espina un árbol
estoy seguro que nunca
levantará una rama contra mí,
ni me atacará con sus hojas
para arañarme los brazos,
ningún árbol que conozco
es capaz de tirarme al suelo
y poner sus botas encima
de mis costillas,
ningún árbol se pinta la cara
para aparecer más brutal
que un ser humano;
no he visto a ningún árbol,
así desnudo, tronco, ramas y hojas
parándose delante de un espejo
para ver su belleza,
para admirar sus zapatos nuevos,
su traje recién comprado a crédito,
su reloj de oro, su corbata,
ningún árbol contemplándose
en el espejo tendrá la ilusión
de ser un hombre rico;
por eso creo en los árboles
más que en los perros y en los gatos.

Altos árboles

He aquí una visión de los mutilados
altos robles cortados en pedacitos/
he aquí los Caupolicanes y los Galvarinos,
ahí van las Guacoldas y las lonkos Janequeos,
por experiencia y no por libros se sabe,
sobre la plataforma de un camión los llevan;
uno encima del otro, los pies metidos
en la cabeza del vecino, nadie sabe
para dónde los llevan – de reojo pueden ver
apenas, las palmeras y los postes el alumbrado
que los ven pasar y no dicen nada,
dime , ¿dónde está la mar?
¿ dónde está el desierto por aquí?
los altos robles, los Caupolicanes y los Galvarinos,
ahí van encima de la plataforma del camión
el pino de brazos, el canelo,
las Guacoldas y las lonkos Janequeos,
los gigantes dicen que no lloran/
o sus gemidos no se oyen,
los troncos cortados en pedacitos
con los camiones entran en mi memoria
y yo no los olvido.

© Eduardo Embry

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