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Sí, es cierto, Valparaíso huele a un enorme baño del Estadio Nacional, (cualquier futbolero puede recordar haber chapoteado en esa piscina ñuñoína de caca líquida, a fuerza de chorros de orina esparciéndose como vertiente putrefacta hasta alcanzar las escaleras de acceso a la galucha baja, llena de rejas). También es cierto que sus quebradas contienen ratas, cocinas a gas o escombros, vertederos del desaliño de un porteño ahogado en la pobreza y en la deuda pública de una ciudad muerta. Que, en verano, esas mismas quebradas se encienden como leña vieja, escupiendo lenguas de fuego hacia el habitante sin esperanzas. No es mentira que sabiondos nos declaran la ciudad fantasma invivible de un Chile que casi alcanza, como siempre, la caótica modernidad. Y tampoco es falso que las policías, los políticos, los funcionarios públicos y los pocos ricos esquilman con garras de gato maula los escuálidos recursos, que llegan desde el pulpo metropolitano, dádiva católica cínica y ciega. Convengamos que todo esto es así.

Sin embargo, el viento en ráfagas limpia todo y reparte la caída infinita de la ciudad muerta, elevándola al cielo y tirándola al mar. Océano que resucita nubes a ras de suelo, nieblas y lloviznas oxidando los objetos, pero humedeciendo la frente del que mira el horizonte. Que como dijera el poeta, frente al norte y sur del país atormentado, nuestro puerto se yergue hundido para arriba, con sus casas colgando de los cerros, a punto de volar como pájaros prehistóricos graznando burlas. Que sus mujeres y hombres bajan y suben escaleras conversando entre ellos y con los niños y los perros, riéndose de sí mismos, pícaros del tiempo, demonios más allá de sus límites y ángeles por dentro. Convengamos que esto último es lo imperecedero, lo que nos alimenta día y noche. Lo que nos vive y revive como los seres extraños de un mundo ido.

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Alguien comentó sobre “Defensa de Valparaíso

  1. Pese a todo, Valparaíso está anclado a los sueños. Atrae a los nostálgicos. Es una pena eso sí los vientos que siempre tiene en contra y no me refiero a los que vienen del mar. Ojalá que el sitio eriazo que dicen quedó de un Mall horrendo se destine a parque o paseo peatonal.

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