Retórica del álamo y del viento
Escuálido como un hombre de pueblo marchito.
No tiene ademanes sueltos como el sauce,
ni se cubre de flores rojas como el ceibo.
Monet deseaba pintar, así como el pájaro canta
lo plasmó en arboleda, en serie,
gama de rojos, púrpuras, azules,
verdinegro de noche entre la masa opaca de los árboles.
Y a mí que no poseo el arte del pincel,
ese árbol modesto, la ligereza de sus ramas,
las hojas danzarinas, las voces del follaje,
el sueño despierto del árbol a la hora de siesta
me fascinan.
En un susurro se hila y se deshila.
Se diría que reposa. Efímero letargo.
Basta un tropel de nubes, truenos, lluvia
para que devenga un remolino de viento, ramas,
hojas e intente huir como pájaro herido.
Delirio del árbol, retórica del álamo y el viento.
La secuoya
Noche glacial de fin de junio
Oscuridad zozobra soledad.
Afuera, en el jardín
la secuoya cruje al viento.
Tiemblan de frio los pájaros que alberga.
Unas notas de música,
unas notas de Bach
escapan por la ventana de un vecino.
En segundos, todo cambia
Una débil luz flirtea ente las ramas de ese árbol.
Ni cielo tierra espacio tiempo.
Algo de perfección en las cosas humanas.
A la sombra de un baobab en África*
En los grandes espacios africanos,
baobab, por los siglos, legendario
en fábulas, poemas milenarios;
das fresca sombra al Consejo de Ancianos.
Hay oral tradición bajo tus manos,
sobre ti el profesor hace su horario;
a tu fronda los niños van a diario,
a todos los cobijas como hermanos.
De ébano es el hombre en sol bañado,
de ti y sus orígenes se trata
la historia que siempre se ha contado.
La boca en el oído le retrata
los mitos que el ayer ha relatado;
la aldea sin baobab sería ingrata.
(Poemario original: A la sombra de un baobab en Africa, Ed.Semejanza, 2010)