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La mujer natural
se encuentra trenzada muy delicadamente con la luz naciente del amanecer.
Rodeada de bosque responde al llamado de su nombre verdadero, el que ha sido escrito con el fuego azul de la estrella primera antes de que el universo se cree.

La mujer natural
está trenzada con el clan del agua, con las aguas frías que descienden de las montañas, con los charcos de lluvia y el barro.

¡No le pidas que deje de llorar!

Ella se está limpiando y sus lágrimas llaman las heridas
de sus ancestros y llaman a los llantos prohibidos para
que puedan ser acogidos y curados
en los párpados de sus ahogos solitarios.

La mujer natural
está trenzada con la noche y ya no escapa de las sombras de su cuerpo,
porque aprendió a descansar.

Ahora duerme, y cuando confía en sus sueños,
recibe el beso del otro lado de la vida y ella se despierta.

La mujer natural
ahora ya no teme, descubrió que está trenzada al espíritu indivisible de todas las cosas, el que cada día y cada noche sin falta se lo da todo,
ya que Es ella misma, tan divina como humana.

Ahora ya lo sabe.

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