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A propósito de la bienvenida nueva ola feminista que sacude al mundo, aquí una aproximación reciente, desde el cine, al ya históricamente inevitable fin del ceño patriarcal. Aproximación, además, con ecos espirituales provenientes de la matriz cristiana de occidente.

El cineasta australiano Grath Davis* en marzo del 2018 sorprendió nuestra cartelera con una joya audiovisual: María Magdalena. Tras la inspirada reflexión espiritual, femenina e histórica de Davis, en el film late el genio de dos mujeres: la guionista Helen Edmundson y la escritora Philippa Goslett.

La hermosa Rooney Mara (María Magdalena) seduce con su interpretación de la más genuina discípula y testigo de Jesús. Por su parte, Joaquín Phoenix (Jesús) evoca con solvencia al místico iluminado y sufriente.

El encuentro entre Jesús y María Magdalena ocurrió en Magdala, aldea de pescadores en la costa del Mar de Galilea. Ahí nació María en el seno de una familia patriarcal. Ella, alegre y rebelde, vive con gozo su búsqueda espiritual y sufre con la violencia del padre y hermanos, quienes solo desean entregarla a un varón.

En el primer diálogo entre María y Jesús hay una clave que da cuenta de la intensidad espiritual de María. Ella dice que aspira a “la presencia de Dios”. – ¿La has sentido?, pregunta él. -“Si, a veces, en la quietud”, responde María de Magdala.

En todas las tradiciones espirituales de oriente y occidente, del norte y del sur, “Dios”, “la Vacuidad que es plena”, “lo “inmanifestado que manifiesta”, o llámese como se llame esa presencia, si es sinónimo de algo, es de una viva quietud. Eso que sentimos cuando a veces conectamos con el silencio más lleno.

En el film, tras ese diálogo de inmediato emerge la discípula que se aleja de su familia. Un gesto de rebeldía muy castigado en ese mundo de extremismo patriarcal. Bautizada por Jesús, María inicia su camino con los apóstoles, quienes la observan con una curiosa afección, distancia y extrañeza.

Una segunda clave para una lectura femenina del film radica en su mirada del sentido profundo del reino del amor en el mensaje de Jesús.

Ante la pregunta: ¿qué entendemos por ese reino? En una alocución al inicio de la película, la respuesta es una parábola: “es semejante a una mujer que planta una semilla en el jardín, un grano de mostaza, que crece hasta hacerse un árbol tan grande que las aves del cielo anidan en sus ramas”.

En esa parábola, sinónimo de la construcción del reino del amor, radica el eco femenino y también la principal tensión en el film a la hora de interpretar el mensaje de Jesús. La enorme tensión y diferencia entre el discípulo desolado por el miedo y el dolor, Judas, el discípulo soldado, Pedro, y la piadosa discípula que es María.

En la escena del templo, en Jerusalén, cuando los discípulos esperaban confiados y atentos la realización milagrosa e inmediata del reino del amor, lo que ocurre, para desconcierto de todos, menos de María, es la indignación de Jesús ante la muerte de corderos inocentes utilizados como “monedas para comerciar favores divinos”. “Ni Dios ni el amor se compran y venden”… “el verdadero amor de Dios horadará cada piedra de este templo…”, grita Jesús, mientras destruye lo que encuentra a su paso.

Tras ese gesto arrebatado, no hubo reino inmediato. La historia la conocemos: a las pocas horas, Jesús es detenido, torturado en la cruz, muerto y resucitado a los ojos de María. El desconcierto, entonces, cunde entre los discípulos.

Judas, que ansioso esperaba la llegada inmediata del reino para así atenuar su propia tristeza, miedo y resentimiento por la muerte inmerecida de su mujer e hijos, a quienes quería ahora resucitados, sufre sin entender. De ahí se explica su delación de Jesús ante los romanos. Judas piensa que Jesús, bajo esa presión y en aras de él mismo salvarse, ahora sí instauraría el reino. Como el delirio es tan solo delirio, el Mesías muere y Judas se suicida, solo acompañado por la piedad de María.

Post muerte de Jesús y Judas, en la tensión y polémica mayor, Pedro, también sin comprender, se confronta con María sobre el sentido existencial e histórico del reino, mientras en silencio los otros discípulos observan.

Para Pedro, el reino es un espacio físico, social y de poder a construir. Para María, el reino es la emoción del amor, que, cuando anida en nuestros corazones, irradia un gozo interior y relaciones interpersonales constructivas de nuevos mundos.

Pedro, como buen soldado, cierra la discusión afirmando su apostolado de construir piedra sobre piedra un nuevo templo. María se retira afirmando que ella no callará ni dejará de actuar, que el reino del amor solo habita en nuestros corazones y actos.

Antes de tal polémica, Jesús, en un diálogo muy íntimo con María, le confiesa que ella es su testigo. ¡Qué rol! Testigo es quién da testimonio de algo o lo atesora; quién presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo.

La película, además de integrar espiritualmente en el origen del cristianismo el eco femenino y masculino, que todos llevamos dentro, puede también leerse como una reivindicación histórica de María Magdalena en la deriva de la Iglesia.

Recordemos que hubo un largo debate teológico e histórico acerca del rol de María Magdalena. El film claramente se pronuncia por la tesis que fue el contexto patriarcal, re afirmado más tarde con creces por la institución Iglesia, el que anuló la enorme figura histórica y de testigo genuino del mensaje de Jesús que fue María.

Pruebas históricas, por ejemplo, son los textos gnósticos coptos en el cristianismo primitivo, el Evangelio de Tomas y el de Felipe, en los que María Magdalena es mencionada como una de las discípulas más cercana e importante para Jesús.

Sin embargo, más tarde, el papa Gregorio Magno, muerto en 591, en una homilía empezó a hablar de María Magdalena como una “prostituta arrepentida”.

Será recién, en 1969, ante los ecos de la emergencia de la liberación cultural de la mujer, cuando Pablo VI retiró del calendario litúrgico el apelativo de penitente para María Magdalena.

Y será hace un poco más de dos años, el 10 de junio de 2016, cuando a instancias del Papa Francisco, el Vaticano reivindicó finalmente a María Magdalena. Al reconocerla en los hechos como Apóstol, tras decretar su memoria como una fiesta en el Calendario Romano General.

Gesto papal, sin duda, no ajeno a los nuevos aires femeninos. Nuevos aires que inaugurados en los años sesenta del siglo XX, poco a poco van revelando el enorme cambio cultural que vivimos en el presente como Historia, luego de milenios signados por ceños patriarcales.

Ánimo patriarcal y célibe que, junto a mancillar el nombre, el rol y la mirada de María, entronizaron el lado oscuro del poder en la Iglesia edificada con el tesón del soldado que fue Pedro.

 

*María Magdalena es el segundo film de Davis, el primero fue el alabado “Lion”.

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