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Cuentan los antiguos, que en el tiempo en el que el mundo y la vida aún eran sagrados, vivimos inspirados y contenidos en la concepción de un universo diverso y en el que la riqueza de esa pluralidad era representada por un panteón con muchos dioses, femeninos, masculinos, medio animales, un poco vegetales, algunos, andrógenos. Ellos, ellas, elles resguardaban la necesidad de distintas energías cómplices e indisolublemente unidas para la canción esplendida de la vida. La vida estaba llena de historias narradas que explicaban, sugerían, inspiraban, planteaban interrogantes complejas para comprender o seguir reflexionando, por caminos no-racionales y racionales también, en los misterios de  nuestra psique, de quienes somos, de nuestro origen.

En ese entonces se contaba  del Rio Estigia, el rio del olvido, por donde transitaba Caronte el barquero llevando a las almas al mundo de los muertos. El drama de la humanidad, en el camino evolutivo de la conciencia, es el olvido. Al atravesar el bardo, nos sumergimos en el Rio Estigia y olvidamos nuestra vida, nuestros aprendizajes, los desafíos, los vínculos construidos. Volvemos a nacer condenados, encarnación tras encarnación, a menos que hagamos un tremendo esfuerzo de conexión y profundización de la conciencia, a repetir nuestra historia. Las aguas del Estigia borran los aprendizajes, los nudos ciegos, los precipios, las aguas negras.

Chile no está al margen de la leyenda. Estamos sumergidos en las corrientes del Estigia, repitiendo patrones antiguos de dominación, miedo, devastación, exclusión, muerte. Estos transitan por las arterias, células, átomos de nuestras relaciones personales y sociales. En las noches claras, si aguzamos el oído de adentro, escuchamos cantar a esto patrones trayendo retazos de barbaries, desamores, crímenes, pillaje.

¿Qué otro espacio sino el artístico y su impronta telúrica de tormentas que despiertan, remecen, agitan, emocionan, conectan a través de los inescrutables caminos de las emociones, la intuición, lo indomesticado, la libertad, podrían ir salvándonos, profundamente, del olvido personal y colectivo?

La Memoria Colectiva de un país es el ojo de agua donde podemos encontrarnos con nuestras luces y sombras, con la belleza y el horror que nos constituye, con nuestros intentos, fallidos o no, por ser algo más que un territorio. Entrar en ese mundo nos permite transitar hacia un futuro luminoso, abrazando lo que somos, transformando, integrando y soñando desde el numen oloroso de nuestras raíces.

Chile sigue doliendo, la herida está abierta. El silencio, la cabeza escondida como avestruz, ha impedido profundizar, reflexionar, entender desde las mil miradas lo que ocurrió, lo que viene ocurriendo y seguirá ocurriendo. La historia de este país es un territorio sin respuestas ni preguntas. Es una energía retenida, un tapón que obstaculiza el libre fluir de la vida. Un país que navega en el río del olvido.

Por eso AracatacaTeatro se embarca en una aventura peligrosa que requiere coraje y perseverancia, y es la de recuperar la memoria de comunidades nacionales desde la escucha, sin vaciar el corazón, sino incorporándolo, sangrante, a ratos desesperanzado, a ratos roto, desmembrado. Rescata memorias como un gesto titánico y a ciegas de descifrarnos en la certeza de que en nuestra esencia olvidada hay un espacio acuoso, limpio y luminoso en el que podemos beber el elixir del amor.

Después de transitar el espacio de la historia y la memoria, entraremos al terreno misterioso de los arquetipos, las leyendas, el relato sagrado que nos descifre y nos dé sentido más allá de contingencias. Hay Diosas y Dioses, animales, sirenas, rugidos de dragón esperándonos para descifrar el enigma de quiénes somos y de nuestro propio panteón colorido, diverso, musical, habitado por dioses y diosas esplendidas.

#DESTELLOS DE LA LUZ

Próximo estreno de AracatacaTeatro

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2 Comentarios sobre “Teatro y memoria / Aracataca Teatro

  1. Desde la oscuridad a la luz, reconciliación con la sociedad y uno mismo, bellas palabras para alguna vez encontrar la tranquilidad del alma errante.

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