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La discusión en sus primeras etapas del proyecto de ley Aula Segura permite comprobar, una vez más, que el ejercicio de la política es un asunto que escapa de la comprensión del ciudadano común.

El acuerdo final, después de declaraciones cruzadas plagadas de amenazas y reproches de lado y lado, es un asunto que desorienta al público.   ¿Cómo es posible que en un asunto que parecía haber tantas divergencias se llegará a un punto medio que parece satisfacer a todos?

Es muy simple.  Se trató simplemente de una batalla en la que las personas que no entienden de la compleja forma de desarrollo de la política fueron convertidas inadvertidamente en la infantería del enfrentamiento, mientras los generales se mantuvieron en la seguridad de la retaguardia.

El propósito de la lucha era precisamente alinear a los soldados en uno de los ejércitos.   Para ello, era necesario apelar a sus emociones, presentarles un escenario en el que todos y cada uno debía tomar posiciones para evitar la posibilidad de que el adversario impusiera una forma de organizar las salas de clases que nos podía resultar repugnante, pero todo era una trampa para desarrollar la labor de reclutamiento de quienes estarán dispuestos a dar la vida por una causa, aunque no terminaran de comprenderla del todo.

La verdad es que la facultad de expulsar a los alumnos con mal comportamiento ya existe, así como la de llevar a la justicia a los que cometan delitos.  Es cierto que el proyecto agiliza el proceso, pero al mismo tiempo debilita el derecho a la defensa del joven acusado.

Entre avances y retrocesos, la situación no cambia en forma significativa, pero el Gobierno aprovechó de forma inteligente la imagen televisiva de los estudiantes pateando a un policía para valerse de la reacción emocional del público con el fin de denunciar a la oposición de estar amparando la violencia.   No importaron las imágenes previas de los mismos policías golpeando a los estudiantes en su propio patio de recreo.   Por lo demás, la aplicación de la futura ley está restringida a unos pocos establecimientos educacionales, principalmente localizados en la capital.  En síntesis, el propósito del proyecto era ganar algunos soldados para la causa y tener un mejor contingente para los próximos enfrentamientos.

De la misma forma que en la expansión del Imperio Romano o de las Guerras Napoleónicas, la soldadesca está para hacer el trabajo sucio y sacrificado.   La infantería, convencida del sentido sagrado de la lucha, acudirá feliz al llamado, sin importar que queden en el camino su capacidad de reflexión y su derecho a relacionarse con quienes piensan distinto en algunas cosas.

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