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Primavera 2018

Mauricio y sus Ángelos

Qué precioso día este. Qué feliz me siento de venir a presentar el libro de mi amigo. Es un día lleno de imágenes, tules, personas de ojos brillantes, velos, loros conversadores, reflejos, calores, inmersiones. Estoy feliz por los cuatro costados y las siete o más, o infinitas dimensiones. Este es un día en que los ángeles sí pueden entrar porque los corazones no están clausurados.

Así ha sido el viaje con este canalizador de ellos que se llama Mauricio Tolosa. Un viaje sin clausuras.  Lo he mirado ser, a ratos más cerca, a ratos más lejos, pero siempre observándolo, con mi corazón abierto, con los ojos claros, con permisos para la alegría.

Este ex chascón con poncho de tiempos remotos y rebeldes, este siempre grande y abrazador de todos los días, me ha acompañado cruzando múltiples territorios. A veces, ni siquiera supo que, en la maraña de su pelo, vivían dos o tres ángeles de manera permanente. A veces los apretó con su trenza elegante. Cuando se cortó el pelo mundo, su pelo universo indómito, aparecieron, se posaron en su hombro izquierdo. Ahí están instalados, pierna arriba, mientras él medita bajo el árbol de manzanas. Es que sus ángeles nuestros lo han ido despertando y el ha aceptado y recibido las campanas. Ellos han abolido su propio purgatorio y su infierno decretando el fin del miedo en su vida. En eso está este Mauricio. Creo…

Lo miro y pienso en los cientos de recodos que transitamos para tomar nuestro destino en nuestro cuerpo/alma. Porque vinimos a algo… Sino pregúnteselo a los ángeles juguetones y profundos.

Mauricio se lo ha preguntado tanto, tanto.

Lo ha hecho con testigos y sin ellos.

Siempre preguntón.

Y hay Indias, México, Francia, Portugal con su Lisboa amable. Hay Comunicología, libros, seminarios, ciencia, textos sobre el cielo y la tierra, enlaces entre mundos. Hay un más y menos lejos o cerca del poder y ternos y glamour. Hay tanta música descubierta y develada que lo ha llevado por caminos de álamos, desiertos, selvas olorosas. Amo la música que él me ha mostrado. Hay Escuela de Santiago, preguntas, referentes, charlas, estrategias, budismo, movimientos estudiantiles, revolución. Hay Praga, Panamá, Nicaragua, mujeres, perros magníficos llegados del Japón, domingos quietos, tés deliciosos con flores acuáticas, pirámides, revelaciones, niños, niñas hindúes.

Busco la huella de esta joya, este tesoro llamado ángelos, esta experiencia, llamada ángelos, esta caricia sutil y delicada llamada ángelos, este viaje que se puede vivir desde el principio, aristotélico y clásico, o partiendo desde el final. Este viaje que puede partir en la mitad, o sumarse al azar en cualquiera de las estaciones. Este viaje femenino y caótico también. Este viaje que puede vivirse en diagonal, en las líneas paralelas, en los planos, como quisiéramos transitar el libro de Chile que no se ha escrito y espera por “ser” EN el alma nacional.

El tiempo del autor ha sido un tiempo de intuiciones de la presencia de estos aleteadores perseverantes.

A veces ha sido de certeza absoluta.

A veces de tenue luz, casi invisible, luz que emerge en las más profundas oscuridades.

Entonces… cómo Mauricio Tolosa no iba a llegar a escribir ángelos después de cientos de viajes de toda naturaleza. Viajes de tanto arrojo, de tanta individuación y decisiones. Las imágenes del libro, conversador con la belleza, son testigos de ellos. Yo testigo de él y mi amor, respeto y cariño… un ángelo más que lo acompaña y lo sigue y lo seguirá porque nos tocó hacernos preguntas juntos.

Amigo querido, gracias por tu camino, por tu libro y por los que vienen.

*Texto leído el 11 de noviembre en la Estación Mapocho en la lectura de ángelos en la FILSA 2018.

 

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