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En las arterias de mis árboles milenarios en lo profundo de mis cráteres y en la huella de lava esparcida por mi cuerpo, dejando huellas de esperpentos, estrellas, asteroides, ángeles y fósiles… vive la memoria de la Tierra.

La tierra tiene memoria, la tierra tiene memoria.

¿Cómo podría prepararme para la acción de nuevos hoyos negros o de aerolitos delirantes si me esfuerzo en ejercer un olvido premeditado? ¿Cómo podría yo detener la destrucción de ínfimos microscópicos corpúsculos azules indispensables para la vida, sino supiera de perisodáctilos y anfibios extinguidos?

En el río Estigia

Río del olvido

Río de las lamentaciones

Rio del fuego

Después de la creación del mundo Dios se dispuso a tomar un bien merecido descanso hasta que un arcángel alterado le avisa que algo imprevisto ocurre: ¡Han sobrado pequeñas cantidades de todos los elementos empleados en la formación del mundo! ¿Qué hacemos con todo esto? ¿Qué hacemos con los volcanes, los metales, con los árboles y los ríos en desuso?  Entonces, Victoria, el Todopoderoso contrariado por semejante error de cálculo de sus ayudantes pajarones, ordena al mensajero: “¡Arroja todo a la tierra del fin del mundo!

El arcángel que era miope y atarantado, delibera con sus colegas y deciden que detrás de Los Andes, montañas escarpadas que forman una barrera a lo largo del continente sudamericano, sería el sitio designado por el Señor. “Ya, jóvenes”, dijo Dios muy serio… llegaba a dar susto, Victoria… “¡A trabajar! Tomen todo lo que quedó y déjenlo caer ahí.”

Y así fue, Victoria, como entre la cordillera de Los Andes y el océano Pacífico, surgió una estrecha faja de tierra. En ella está todo lo que hay en la tierra: desiertos, hielos eternos, lagos, ríos caudalosos, fiordos, bosques espléndidos…

¡Y así nació Chile!

Una franja larga, larga, larga, Victoria. Lo que estuvo debajo del mar esperanzando por ser, se precipitó hacia la luz. Aparecer desaparecer, aparecer desaparecer…   Una ilusión telúrica hecha de orgasmos, un flaco cuerpo hecho de tierra delgada… un país que no existió y que se hizo, una tierra con vocación de mar urdida con la voluntad de montañas emergentes y pulsantes… Una tierra lechosa como el semen de los sueños.

Selknams, chohuaces, kawésqar, mapuche, pehuenche, diaguitas, caminábamos o navegábamos libres por esta multiplicidad de células, organismos, de átomos que conformaban los valles, los montes, las islas, los hielos…Hasta que llegó el hombre barbudo arriba de su caballo. En nombre de la corona y de la cruz, NOS TOMÓ, NOS VIOLÓ, NOS PREÑÓ A LA FUERZA y se instaló en la tierra sagrada que era de nadie, pero era nuestra casa desde siempre.

Aquí estaban mis abuelas, bisabuelas.

Aquí estaba mi historia.

Ellos nos cortaron las cabezas, las piernas, las orejas y el corazón. Ellos nos quemaron y usurparon la tierra olorosa para hacerla parir a la fuerza y hacerla producir y enriquecer sus arcas sin fondo, sin fondo ni final.

En el Río Estigia,

Río del olvido

Río de las lamentaciones

Rio del fuego

Es desde esos tiempos remotos que comienza este viaje. Esos mil días galaxias, supernovas, átomos, con sus aciertos y desaciertos, bengalas y sombras… viajan en nuestra memoria.

La historia de la Unidad Popular, erótica, lírica, orgásmica, agazapada en la memoria de Chile, ha sido contada a sottovoce, a veces, por fragmentos, otras. Hay quienes recuerdan y no les es posible dejar de llorar. Es como si doliera tanto que preferimos no recordar. Como si fuera prohibido recordar la preciosura.

Fue un enamoramiento colectivo cuyo encantamiento fue serio, grave como el amor. Lucidez y fervor en aquel entonces…. Un sueño espeso, áspero a veces, como los verdaderos sueños, que tenemos despiertos.

Esta vez la historia la vamos contar nosotras, esta tribu de mujeres, no otra y la vamos a contar antes de que se nos olvide, antes de que nos quedemos sin esos símbolos y signos. Y la vamos a contar desde la más absoluta subjetividad. Bucearemos en nuestra memoria/corazón, miraremos con nuestros propios telescopios Alma, Con nuestros propios microscopios de punta aún no inventados. Entraremos al átomo de la célula que conformó la Unidad Popular asumiendo que solo se desplegará el bienvenido enredo cuántico indispensable para las más radicales inspiraciones. Solo eso, recordar la otra porción del Alma nacional, recordar e inspirar.

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Alguien comentó sobre “La Tierra, la Historia

  1. Una mirada telúrica de Chile, tan telúrica como lo es este territorio …. palabras potentes, épicas, como ríos y volcanes de memoria indómita ….
    Se le quiere …. se le ama !

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