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Richard Bellman definió la inteligencia artificial como  “La automatización de actividades que vinculamos con procesos de pensamiento humano, actividades tales como la toma de decisiones, resolución de problemas y aprendizaje”

Los comienzos de la inteligencia artificial datan del año 1956 cuando el prominente informático John McCarthy (considerado el padre de esta área) acuñó dicho término al ingenio del diseño de máquinas capaces de razonar.

En la creación de dichas máquinas para el procesamiento y clasificación de información se logró, gracias al uso de la lógica matemática, que una serie de algoritmos permitiesen la resolución de problemas por medio de: diagramas de flujo, inferencias probabilísticas y aprendizaje por modelos de redes neuronales, entre otros.

Hoy en día podemos ver cómo varias de las funciones que nos rodean y que utilizamos  cotidianamente -como la búsqueda de información por internet, la geolocalización de ciertos lugares y hacer operaciones bancarias en línea, sólo por mencionar algunos ejemplos – son tareas que están comandadas por este tipo de procesamiento de información.

Sin duda que el desarrollo de esta área ha sido comparable a lo ocurrido durante la revolución industrial, durante la cual la fuerza física del hombre fue sustituida por el uso de máquinas que efectúan, hasta el día de hoy, dicho trabajo.

Este hecho marcó una etapa en la historia de la humanidad, de tal forma, que actualmente somos capaces de producir a escalas masivas lo que antes de dicho acontecimiento fue de magnitudes de producción local, de esta manera se modificó nuestra forma de vida hacia lo que hoy conocemos como una economía globalizada.

Análogamente está ocurriendo con el desarrollo de actividades consideradas parte de la inteligencia humana, hoy ejecutadas por algoritmos y máquinas de inteligencia artificial. Este acontecer nos puede llevar a un sinnúmero de preguntas como las siguientes: ¿Qué nos diferenciaría actualmente de las máquinas? ¿Cómo será el futuro laboral para el humano, en vista a la sustitución en el área de toma de decisiones y de aprendizaje racional acontecido por el desarrollo de la inteligencia artificial?¿Hacia dónde se dirige la evolución de nuestra sociedad actual?

Estas interrogantes suscitan respuestas suficientemente amplias para comenzar una reflexión sobre el tema desde múltiples aristas.

Yuval Noah Harari, historiador de la Universidad de Oxford, menciona en su libro “Homo deus: Una breve historia de la humanidad” que las características humanas que actualmente nos diferencian de las máquinas son, esencialmente, las emociones y la consciencia

Robot. Imagen de Comfreak
Robot. Imagen de Comfreak

A continuación, una breve descripción de dichos conceptos:

Emociones

Son procesos ocurridos a nivel psico-fisiológico y endocrino, relacionados a una sensación subjetiva acompañada de cambios físicos que pueden generar diversos estímulos en un individuo como experiencia afectiva.

Las emociones, en tanto sensaciones internas e interpretables a nivel perceptual, formarían parte de la subjetividad, ya que ocurren por medio de la experiencia, siendo posibles de ser reguladas orgánicamente por el propio sujeto. Estas son controladas por el sistema nervioso autónomo y por el hipotálamo, es por esto que ocurren y se gatillan, generalmente, de forma involuntaria, a no ser que se conozcan técnicas psico-corporales específicas para el manejo de ellas (como bien se conocen en el género de la actuación, por ejemplo).

Consciencia

Consciencia es una palabra que viene del latín conscientia, aludiendo al concepto de conocimiento.

Por medio de la neurofenomenología, que estudia la relación de nuestra experiencia subjetiva con la  objetividad del cuerpo, se ha logrado abordar el fenómeno de la consciencia como un fenómeno emergente del cual se sabe que a través de un proceso de participación de experiencia subjetiva se puede modular o modificar a sí mismo. Un ejemplo de esto último fue obtenido en el estudio de pacientes epilépticos, trabajo por el  neurocientífico chileno Francisco Varela. En este estudio se mostró que la experiencia consciente de dichos pacientes puede modificar las bases neuronales que describen dicho estado, así como también las bases neuronales determinan el estado mental de los pacientes, pudiendo de esta forma anticipar los ataques epilépticos en ellos.

La sincronía a gran escala de procesos neuronales es la que produce los momentos de consciencia a nivel neuronal y se explica a través de una red de conexiones que se coordinan  por medio de este procedimiento, tal como si fuese una orquesta en la cual la melodía producida sería el fenómeno emergente de cada momento de consciencia.

Según las palabras del propio Francisco Varela: dentro de la objetividad subyace la experiencia subjetiva, de ser así este concepto es completamente abordable en términos científicos, pero no reductible, ya que como se mencionó en el párrafo anterior la consciencia es un fenómeno emergente y de doble flujo: desde las bases neuronales hacia la experiencia y viceversa. La consciencia emerge como un todo integrado, momento a momento en el constante flujo del presente.

Entendiendo los conceptos de emoción y consciencia, podemos hacer una distinción de gran importancia respecto a la inteligencia racional. Esta última se puede conceptualizar en términos de algoritmos mientras que la consciencia, como proceso emergente de integración entre un estado corporal y mental, no ha sido posible de definir en dichos términos. Así es como ocurre también con las emociones, las cuales podemos racionalizar, a pesar de estar asociadas a procesos fisiológicos más primitivos en el desarrollo de la psique humana, sin embargo, no son estrictamente racionales.

Un algoritmo inteligente de toma de decisiones, al carecer de emociones, puede ordenar y priorizar fácilmente en función de las tareas a efectuar y de los objetivos correspondientes, sin embargo, un ser humano a pesar de tener claras sus metas, al contar con emociones, puede que se aleje de éstas o viceversa, que logre un estado de motivación e inspiración que propicien el logro de ellos incluso de forma creativa, a través de su subjetividad, de su propia visión de los acontecimientos que no están simplemente gobernados por criterios puramente racionales. Esta diferencia es fundamental para entender estos dos tipos de aspectos de la mente humana.

La comprensión del funcionamiento  de las emociones en términos algorítmicos nos llevaría, eventualmente, a una definición que podría ser aplicable en máquinas, sin embargo, al ser un fenómeno subjetivo, no ha sido posible llegar a un modelo matemático o a un patrón (es decir, no se ha logrado describir de forma universal)  que las haga predecibles y/o manipulables, puesto que hay diversas formas de sentir y de explicarse los estímulos externos, de acuerdo a nuestra propia percepción de los hechos, determinada a partir de nuestra historia y de nuestras experiencias.

Es así como la subjetividad de los estados perceptuales puede ser gatillada a través de estímulos externos que son procesados e interpretados en base a la historia personal de cada individuo.

Dicha experiencia personal y subjetiva es una característica humana que hasta ahora las máquinas no han podido emular pero que resulta ser complementaria al desarrollo de la inteligencia artificial, como ocurre en el caso del diagnóstico de enfermedades médicas a través de algoritmos de aprendizaje de máquina y de inteligencia artificial (ya siendo ocupados en el área de la medicina en países como China y Estados Unidos): un algoritmo puede ser preciso en la detección de una enfermedad pero la relación del paciente con el médico puede lograr que el primero pueda reaccionar de forma distinta de acuerdo a la narrativa del profesional (aspecto subjetivo del diagnóstico mismo) y dicha reacción del paciente puede ser incluso vital.

Probablemente en 10 años más, las máquinas nos superen con creces en términos de inteligencia racional promedio y puede incluso que sean capaces de controlar y comandar sociedades por completo, por medio de algoritmos inteligentes. Sin embargo, una componente crucial en la regulación y mantención de cualquier sociedad es la relación entre distintas subjetividades o, dicho de otro modo, de las intersubjetividades que subyacen al desarrollo de toda cultura que esta constituida por sus tradiciones, las dinámicas de relación entre sujetos, los diálogos del día a día, el lenguaje y su evolución, sólo por mencionar algunas de las características fundamentales que nos hace ser humanos participantes de una sociedad, sin ir más lejos el ser humano es un ser esencialmente social que se construye a través de la mirada de otro, al menos en los años fundamentales de su desarrollo como individuo y luego en su construcción como individuo social.

En resumen, existen características intrínsecamente humanas como las enunciadas por Yuval Noah Harari y que pertenecen a un ámbito esencialmente subjetivo. Gracias al desarrollo de la psicología y la neurociencia podemos entender que la subjetividad es un proceso irreductible, ya que depende de factores tanto internos como externos, así comode la percepción y de la acción del individuo en su acoplamiento con el entorno, todo esto limitado a un cierto contexto.

Lugar de trabajo. Imagen de Geralt
Lugar de trabajo. Imagen de Geralt

Suponiendo que la psique humana sea un proceso modelable, es decir, que hubiera una ecuación o un conjunto de ecuaciones que pudiesen describir el fenómeno psíquico entonces seríamos capaces de generar cualidades (que hasta ahora son características humanas) en máquinas. Si fuéramos capaces de crear máquinas/robots conscientes, creativas y sensibles estaríamos creando un prototipo de ser vivo.

Supongamos que la vida se basara en un principio de “energía vital” que diese origen al tratamiento de información a través de la percepción, los actos conscientes y a las acciones ejecutadas en un bucle sensorio-motriz, entonces sin esta energía (o principio vital) no habría acción (ya que la acción es movimiento) y por lo tanto no habría vida. En ese sentido, si somos capaces de generar esta “energía vital” encarnada en un sustrato físico, seríamos capaces de crear vida. Pero entonces tendríamos que comprender qué genera la complejidad y diversidad en la gama de seres vivos, partiendo por la diferencia que existe entre especies. Se sabe que la diversidad de los individuos se basa en los distintos grados de complejidad de los sistema nerviosos, limitados a la historia evolutiva de cada individuo y especie a la cual pertenece (conceptos conocidos como ontogénesis y filogénesis), en un espacio determinado. Entendiendo este sustrato físico de adaptación o de acoplamiento estructural del individuo con el entorno, podríamos entender también cómo funciona el flujo de esta “energía vital” y eventualmente, podríamos dar vida a las máquinas, no sin olvidar que existe una corporalidad en la cual se sustenta.

Luego de esta reflexión resulta más fácil comprender entonces que las máquinas algorítmicas actuales están limitadas a sólo una característica humana: la capacidad de hacer razonamientos (fundamentados en lógicas bien definidas)  de tal manera que es posible el aprendizaje en base a estos. Si reflexionamos un poco más, esta capacidad es tan sólo una fracción de lo que el propio cerebro humano es capaz de realizar, pero sabemos que no estamos sólo limitados a dicha capacidad cognitiva, también podemos imaginar, crear obras artísticas, ligadas a nuestras propias percepciones individuales e irrepetibles, a pesar de que como seres humanos guardemos características comunes como especie, somos diversos en cuanto nuestra historia evolutiva y debido a la complejidad de nuestro sistema nervioso.

Tendremos que apreciar el valor de lo subjetivo dentro de una sociedad que avanza rápidamente en términos tecnológicos, sobre un conocimiento mecanicista del mundo en el cual lo invisible y lo irreductible (puesto que no es manipulable ni medible) se descarta, subyugándolo de esta forma al progreso post-industrial cuya característica principal es la producción de conocimiento teórico/técnico.

Así es como en el caso de la experiencia subjetiva de la consciencia, de las emociones y de las relaciones interpersonales que forman el tejido o entramado social de una cultura, quedan en un plano secundario. Hasta el momento no hay patrones definidos que describan los proceso emergentes subjetivos como el fenómeno de la consciencia, lo cual no impide la obtención de ciertos correlatos. De todas formas, esto no significa que al poder extraer información estadística respecto a los individuos podamos ser reducidos a una simple medida, así es como el psicólogo suizo Carl Jung menciona que somos seres primeramente biológicos (no estadísticos), por lo tanto, nuestro actuar se explica en base a la deriva evolutiva de cada individuo y al ambiente al cual pertenece. Hacer estadística con humanos es sólo la punta del iceberg.

De pensar en una sociedad automatizada por medio de algoritmos de inteligencia artificial y sometidos a estos, podríamos indefectiblemente caer en la pérdida de individualidad y en la falta de sentido de comunidad, puesto que estaríamos regidos bajo instrucciones abstractas que nos separarían de nuestro comportamiento fundamentalmente biológico, es decir, conectado con los ciclos naturales de la tierra (nuestro nicho) y en relación a nuestras interacciones como sujetos sociales. No podemos olvidar que las interacciones sociales van más allá de las que hoy en día se realizan a través de redes sociales virtuales, puesto que la comunicación entre personas es esencialmente no verbal generada a partir de nuestra corporalidad como experiencia.

Si continuamos en esta línea evolutiva, en la cual las máquinas y algoritmos tienen la primacía sobre los humanos, estaríamos cambiando el curso de nuestra evolución hacia una civilización en desconexión de las dimensiones que fundamentan lo humano: la conexión con las emociones, la emergencia subjetiva y creativa de la consciencia, junto a nuestro actuar encarnado: De cuerpo presente. Estaríamos generando una sociedad desfragmentada, conectada a nivel tecnológico pero desconectada de nosotros mismos y, por lo tanto, del resto.

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2 Comentarios sobre “Inteligencia Artificial

  1. Ese es el gran peligro, que predomine un concepto de inteligencia artificial en detrimento de las emociones y consciencia. Es cierto que la tecnología podría ayudar a evitar corrupciones, tentaciones políticas, favorecer y dar privilegios, pero también puede suprimir derechos, aniquilar si según los algoritmos sale “mas favorable”

    1. Así es, básicamente los algoritmos operan como toma de decisiones. El punto es que es una herramienta que sin algún tipo de regulación humana que la dirija hacia un uso sostenible en concordancia con el eco-sistema, puede llegar a ser catastrófico. Tendremos que aprender a convivir de sana forma con la tecnología antes de que sea ella quien nos controle.

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