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A propósito de las declaraciones de Sebastián Piñera en China, validando el tipo de gobierno que los países se quieran dar (mientras sean potencias), es útil recordar la expresión “meterse en un zapato chino”, empleada cuando alguien se crea problemas sin necesidad y esa es precisamente una de las características de la inmadurez intelectual y emocional de las personas, porque el sabio que tiene experiencia sabe que siempre es mejor eludir el conflicto, al menos mientras ello sea posible.   Como país tercermundista, vivimos en un permanente zapato chino, soñando más allá de nuestras posibilidades y derrochando esfuerzos por no saber qué queremos realmente.

A esta sociedad le faltan sabios, gente que sea coherente entre sus opiniones y entre estas y sus actos, gente que no busque el conflicto para competir y demostrar que es más poderoso que el otro, los que entiendan que la cooperación es mucho más constructiva que la rivalidad porque sumar esfuerzos es lograr más y mejores resultados.

Estamos en un mundo competitivo en el que se premia al que pisa más cabezas de los rivales, y eso no es humanista.  El principio que subyace en la organización social es el de la mutua asistencia, la protección frente a los peligros comunes externos, nunca los internos.

Se está haciendo cada vez más urgente cambiar el paradigma.  Ya no se trata de predicar un orden moral determinado, sino de sobrevivencia.  Mientras compitamos por la explotación de los recursos y sigamos esperando a que sea el otro el que haga el ahorro de energía, de materias primas, de comodidad en definitiva, más rápido se acerca el fin de la capacidad del planeta de darnos sustento como especie, e incluso nuestro propio país, que parece tan rico en recursos naturales, puede terminar dándonos la espalda.

Hemos dejado que impere un modelo de éxito que es altamente pernicioso para nosotros mismos, y ninguna de las ideologías políticas o religiosas tradicionales recoge este desafío, acogiéndose al supuesto que el Hombre está llamado a reinar sobre todo lo demás.   Mientras tanto, los medios de comunicación difunden alegremente una forma de vivir equivocada, como si fuera una verdad revelada.

En esas condiciones, es natural que surjan tensiones entre la realidad y la necesidad, y que fruto de esas tensiones nazcan nuevas formas de entendernos a nosotros como seres dependientes de los recursos naturales, mortales e imperfectos.  No sirve confiar en una salvación externa de la que no hay ninguna seguridad.

Como lo sabe cualquier dueña de casa, no se puede gastar más de lo que hay y llevamos mucho tiempo viviendo de capitales inexistentes, suponiendo intenciones agresivas del país vecino o amenazas de los anti-sociales que hemos definido como tales por su oposición a la organización actual de la sociedad.

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Alguien comentó sobre “Zapato Chino

  1. Certero y oportuno análisis, de Andrés Rojo. Certero porque da en el clavo, al dejar claro -por el hilo de su desarrollo del tema-, que “sabe” el significado del vocablo y concepto Sostenibilidad. No así entre nuestros gobernantes, que lo ignoran. Y lo ignoran porque no leen y, por tanto, no estudian (en aquellos recordados liceos de mediados del siglo XX, nos enseñaban que nunca había que dejar de estudiar y vaya que supimos comprender esa lección). Oportuno porque nos queda muy poco tiempo para tomar el camino hacia el Crecimiento Cero con una permanente colaboración entre humanos y entre humanos y la Naturaleza, porque somos solo una ínfima parte de ella y no nos pertenece. Un largo camino comienza con un paso. Empecemos ya a caminar.

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