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No sé si soy infrarroja o qué

Es un poco inquietante este ejercicio de comentar la obra de un artista gráfico –un dibujante figurativo que llamaremos VM– no consagrado ni conocido, como no sea en algunas redes sociales y entre los casuales miembros de cierta élite opinante –dígase habitués de Facebook–, suerte de filocracia que aplaude y comenta con vehemencia cada imagen que este artista exhibe mediante una presentación que él ha ido –si se observa cronológicamente su muro, bondades de las nuevas formas de comunicación– “profesionalizando”, añadiendo barrocas cuñas textuales, “inventando” en ellas un idioma con el que juega del mismo modo que con su gráfica.

La única claridad que el observador y/o la observadora tienen ante los dibujos de VM (así firma el autor, en alusión a su falso seudónimo Vicente Montañés, o bien MM/VM, como si dijésemos “en abismo”, o “en péndulo”, con su nombre “real” –Marcelo Maturana– equiparado a VM y cada uno remitiendo al otro: ¿es éste el mismo VM que escribe el Nervio Óptico en Las Últimas Noticias?) es que no se explican en sí mismos. O no terminan de explicarse. Podría parecer un defecto, pero no lo es. Son dibujos dialógicos, que a menudo proponen una perspicaz perspectiva en apenas una o dos líneas que se abren paso en los papeles (improvisados, VM dixit) como la lanceta ardiente despojada de su abeja. Mirarlos es entrar en un juego de completudes imposibles, de verdades que no alcanzan a consumarse, de subjetividades que tropiezan y se desbarrancan –juzgo, adivinando, que el artista lo hace con intención didáctico-ideológica, pero esa vocación es incomprobable–: nos invita a un salón de espejos que se ríe de las caras que proyecta, se ríe de nosotros que creemos saber las respuestas y creemos conocer los mapas, y que a la vez negamos hasta el cinismo nuestra incapacidad de mostrarnos como somos: mutilados o incompletos.

El cielo con un dedo

La plástica de VM o MM/VM es el bosquejo de una carnavalización. El atisbo de un lugar donde se ponen las cosas patas para arriba, o para abajo, o sin patas, para desconvencionalizarlas. Es decir, se descentran, se desubican los cuerpos y los rostros para adquirir o promover otras lecturas y “escribir” otros contextos: cada cual según su bagaje, estatura, visión, animalidad o civilización pondrá lo suyo. Una de sus armas, pero también una concesión que nos hace –como una dádiva macabra o risueña– es la ambivalencia de las formas dibujadas.

Así, sus figuras humanas son una deconstrucción sobre la que se construyen unos escasos cimientos insinuantes para que el observador haga su pega. Es ironía también, un tropus quod alliud significatur quam dicitur, en la medida en que el gesto, la expresión corporal o facial de sus personajes, generalmente presentados en desnudas, osadas y elocuentes contorsiones, definen una amenaza, una maldad, una procacidad, un vicio, el fondo no muy comestible de la olla. El infierno por donde transita Dante, sin fe en la ascensión. Fealdades cotidianas, patrones de supuesta conducta encarnados en muecas que los sostienen, prototipos indecentes, órganos tipificados, tendencias probablemente inconscientes, libidos despellejadas, radiografías del deseo suspendido en los instantes previos a la consumación. Estética obliga, y ésa es la razón de este intento de aproximación ensayística, pero: ¿dónde descansa la belleza en la obra de VM?

Yokastedipia premonitoria

Más allá de la posible originalidad específica del trazo y las formas emanados del lápiz, en la osadía de desenmascarar y dar sentido a ciertas zonas de sombra en la conciencia instintiva del observador.

El artista exige del observador –tal vez él sostenga que es sin proponérselo– hacerse cómplice de la deformación, aceptar la inconclusión, que reconozca y se reconozca, se juzgue, invente el contexto de la figura y tome un lugar en él como un testigo no inocente.

¿Se trata de descifrar acertijos? ¿Se trata de brincar hacia la comprensión usando como trampolín la duda?

La línea de VM es perentoria y torcida; va y vuelve, busca y se busca, para demoler un edificio que –invisible– cae a pedazos en sus dibujos, marcados por las aguzadas e intensas expresiones que se deslizan por el papel espontáneo. El artista es un desarticulador porque no le gustan las cosas así como están. Es el maquinador de un descalabro, pero también el anticipador de un desastre inminente. Festeja la caída, distante, sin arte ni parte. Es Hamlet mostrando el infierno en la tierra, dubitativo, sobrepasado, casi inutilizado por el miedo, al borde de la exacerbación que exprime en sus personajes y que libera de su enorme imaginación, compulsivamente. Apunta a los vicios y la corrupción sin imponer moralinas, porque presume que están incorporados a nuestra trágica y angustiosa manera de estar en el mundo que se enuncia marcadamente en la densidad de los mensajes que contiene ese código de líneas de VM/MM, mensajes plagados de otros textos, hasta donde el eco de la monstruosa civilización se pierde.

Algunas claves nos ofrecen las subjetivables líneas que dibuja VM a modo de ensayo interactivo. Su tesis parece exigir este modo de performance al estilo del grotesque, deformando, destrozando, desabasteciendo de su materia a los significados anatómicos, llenándolos de abismos y conjeturas, pozos hondos.

Algunas claves posibles para mirar lo que VM mira y luego representa:

  1. a) Todas sus expresiones son expresionistas. Hipérboles gráficas. Gigantescas monas valencianas. Exageración.
  2. b) La cosa pública está manifiesta en lo aludido invisible, en las zonas en blanco de las hojas que usa. Otro rasgo manierista. “Dibuje usted la realidad”. “Complete” el mundo.
  3. c) Pese a la frecuente austeridad de trazos, los dibujos son pesados como piedras de catedral románica. Si buscan elevarse, no alcanzan. Pero en sus ojivales ventanas asoman gárgolas a punto de deslizarse y volar, sentenciando una sombra que se descubre en las entrelíneas de las líneas de VM.
  4. d) Todas las figuras de VM son personajes que desembarcaron directamente de la balsa de los locos en algún puerto que sólo (esta tilde es una concesión al autor) él conoce.
  5. e) Monólogo estético y ars poetica, su obra es el escenario del omnia tempus habent, donde se desbaratan los roles, se invierten los poderes, se alteran los vínculos, se muestra lo oculto, se oculta lo evidente.
  6. f) La erótica del provocativo autor es una metáfora de las relaciones humanas estandarizadas, fijas, incómodas, deformadas por los bordes que las constriñen, desdibujadas por la presencia de espejos que imponen conductas. Alrededor de los personajes emerge –en el blanco– la materialidad civilizada que nos deforma.
  7. g) Es un expresionismo conformista. No parece querer cambiar nada. Sólo delatar, exponer algo mediante el tamiz de lo que ven sus ojos antropológicos al otear las celdas del zoológico humano.
  8. h) Eso sí, su mirada está empáticamente comprometida hasta la masmédula con sus objetos/sujetos, aunque al mismo tiempo, en aparente traición a su propio sentimiento inicial, toma la distancia necesaria para satirizar.

VM se toma, a fin de cuentas, el derecho a la libre expresión, como el bufón de la corte, el más brillante y lúcido de cuantos personajes el teatro creó.

Barroco, él. Al cierre de este artículo se aprecia en sus dibujos una firma. La vida toma forma, y la forma…vida.

Sus mundos pueden admirarse en https://www.facebook.com/profile.php?id=100013551404091

 

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Alguien comentó sobre “La incognoscible gráfica de VM. Omnia tempus habent.

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