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La sociedad necesita valores morales para operar de forma justa y equilibrada.   Una vez que se pierden principios como la honra y la vergüenza por la acción deshonrosa, sólo cabe esperar una distorsión en las relaciones entre las personas y entre estas y el entorno.

En una sociedad en la que se permite el deshonor y la desvergüenza es cosa de tiempo comenzar a ver cómo aparecen personas que se olvidan del sentido que tiene la pertenencia a una comunidad y se concentran en sacar el máximo provecho personal de cualquier situación, porque la moral no sólo regula las relaciones entre los individuos sino que, sobre todo, tiene una fuerte relevancia en la educación de los individuos.

Lamentablemente, las instituciones que se encuentran en crisis precisamente se han venido arrastradas a esa situación por individuos que han prescindido de la moral en sus actos, gente que busca el tesoro del dinero en vez del premio que constituye el honor, gente que no tiene pudor en actuar en contra del proceder recto y prefiere atenerse a las reglas que dictan el materialismo y el individualismo.

En el caso de cada institución -las distintas iglesias, el poder político, la justicia- que se ha visto desacreditada ante los ojos de la opinión pública, ha sido porque algunos de sus integrantes han actuado de forma opuesta a la responsabilidad que trae aparejada la condición de autoridad que ostentan porque el trato social del que emana su posición de privilegio implica el ejercicio del cargo en beneficio del conjunto de la sociedad y no del propio.

La opinión pública tampoco lo hace nada mal.  Cada vez que se prefiere el contenido morboso, alienante y destructivo de los medios de comunicación se pone un ladrillo más en la construcción de una sociedad sin principios morales.  Cada vez que, entre todos, juzgamos y condenamos una conducta determinada de alguien público -posiblemente con motivos plausibles- estamos contribuyendo también a la perversión en el orden que nos hemos dado a nosotros mismos como comunidad.

El ser humano se ha proporcionado a sí mismo un modelo de organización que sirve para resolver las diferencias y evitar los abusos sin destruir la unidad.  Si la gente condena por su cuenta, si los jueces se dejan manipular por el poder, si la prensa se presta al juego de la manipulación, se avanza inevitablemente a la corrupción de la sociedad.   A alguno podrá parecerle que no es grave, pero hay que recordar que la sociedad es la que nos protege y atiende (bien o mal) las necesidades que no podemos satisfacernos por nosotros mismos.

En cierto sentido, la sociedad es una extensión del hogar y cuando se pierde el respeto y la capacidad de convivencia en el hogar las familias se dispersan y cada uno queda expuesto a su suerte.

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