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Hubo que pedir permiso a los cerros para que el mapa del mundo cambiara. Los que escuchan a las montañas saben que ellas son las que permiten el paso. La mayor altura en la línea ecuatorial fue descubierta recién el 2009, por una expedición mexicana en Ecuador. Antes de este hecho, era un lugar no registrado, pero desde ese día, la ladera sur del volcán Cayambe recibió el nombre de “Arista del Águila y el Cóndor”. Así se selló el encuentro entre México que representa al hemisferio norte con el águila y Ecuador con el cóndor para el hemisferio sur. Según la tradición popular, cuando estas dos aves simbólicas se reunieran se iniciaría una era de prosperidad.

Pero la prosperidad parece esquiva en nuestras Américas como en el resto del mundo considerando las señales de crisis climática, pérdida de biodiversidad y daño medio ambiental en que vivimos. Al igual que en esa ocasión, necesitamos volver a escuchar a las montañas.

En todos los tiempos y en casi todas las culturas y religiones, las montañas han tenido un lugar privilegiado en la vida de las personas. Han sido residencia de los dioses, deidad en sí misma o el emplazamiento de las más importantes ceremonias y vivencias extremas.

Las montañas nos acercan al cielo y conectan el abismo con las estrellas porque permiten unir tres niveles: el inframundo, la tierra y el cielo. Por eso, ascender una montaña no es solo subir en altura, sino también la posibilidad de ascender planos simbólicos. Y, si la montaña quiere, la oportunidad de entrar a una zona sagrada.

El Monte Meru en India, Illimani e Illampu en Bolivia, Haraverazaiti en Irán, el Monte Gerizin en Palestina, Popocatelpetl en México, Huantsán en Perú, las montañas del Himalaya o Lushan la montaña sagrada del budismo, resuenan entre miles de otras.

La importancia de los dioses de las montañas, conocidos generalmente como Apus en el mundo andino (Wamanis, Awkillu, Machula, Achachila o Mallku dependiendo la zona) son centrales en la cosmología de las sociedades andinas post-hispánicas. Estas deidades residen principalmente en cerros nevados, pero también en volcanes, colinas, cuevas y lagunas de montaña. Se dice que los Apus controlan las lluvias, los vientos, el fluir de los ríos, por lo tanto, son esenciales para la fertilidad y la vida.

Los restos arqueológicos encontrados en muchas montañas evidencian la antigüedad y profundidad de este vínculo con los humanos. Algunos ejemplos están en los picos más altos de los Andes que acogieron a cientos de centros ceremoniales incas. El Cerro el Plomo en Chile es uno de ellos. Ahí, en 1954 un grupo de arrieros encontró cerca de la cumbre, un pequeño cuerpo congelado. Se dice que el niño fue ofrendado en la ceremonia inca de Capacocha y que parecía dormido con los brazos enlazados en torno a sus piernas. Los diarios de la época relataron que había sido encontrada “una princesita inca en la cumbre de la montaña sagrada”.

La leyenda mapuche de Kai Kai, cuenta que fue el ser mítico de Ten Ten quién ayudó a los humanos al levantar el suelo para salvar a los hombres de que murieran ahogados. Así nacieron las montañas en donde viven los Ngen-winkul, los espíritus dueños de los cerros, montañas y volcanes, según la mitología mapuche.

Desde siempre, las ofrendas a las montañas han sido la forma de restablecer un vínculo sagrado con la naturaleza. Lazo que hoy vemos violentado con nuestra ambición que se expresa en las mineras que irrumpen sus entrañas, construcciones que invaden sus territorios y contaminación que altera sus ritmos. Tal vez, sobre todo, con nuestra ceguera. Las olvidamos y las volvimos simplemente una ruta para nuestros deseos. El taco de 200 alpinistas para llegar al Everest es una señal de eso.

Las prácticas rituales en torno a la montaña que existen desde siempre resultan valiosas para ofrecer soluciones a nuestros problemas actuales. Necesitamos restablecer un vínculo sagrado y amoroso con el mundo que nos rodea. Hoy que empezamos a desesperar por la falta de agua debemos volver a mirar a las montañas y sus ecosistemas. Tal vez el reconocimiento de lo sagrado en ellas nos lleve hacia una nueva comunión con la Tierra. Una comunión que nos permita construir una relación con sentido, silenciosa, permanente, respetuosa y bellamente misteriosa.

Cubiertas de nieve

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7 Comentarios sobre “Si las montañas quieren…

  1. Muy buen tema. Las montañas tienen y tuvieron un gran significado espiritual, pero OJO, OJO, ya está funcionando el comercio en ellas. Vean los dramas que está sufriendo el Everest. Sus excursiones han sido sobrevendidas bajo el lema de “lo último que hacer en la vida” o “listado de deseos antes de morir”. Hay basura, colas de escaladores, peleas y todo un negocio de rescate y fiestas. La necesidad de vender paquetes turísticos atractivos está haciendo que las grandes cimas mundiales estén entrando en esta espiral que no tiene nada que ver con dioses, espíritus o sabiduría, sino que con ganancias a corto plazo, basura y accidentes. Todo por poner una banderita y sacarse un “selfie”. Para pensar en las nuevas sociedades.

    1. Encuentro muy profundo lo tus palabras plantean y de alguna manera hacen ver que todo lo que destruyamos en la montaña se volverá contra nosotros, partiendo por el agua y sus equilibrios.

      Gracias !!

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