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LA PELÍCULA CHILENA QUE CONGELÓ EL TIEMPO

Durante mi adolescencia (y hasta un poco más de los treinta años), un extraño recuerdo de kindergarten acudía a mi mente. Aunque todos lo negaban, yo estaba segura de que alguien había ido a filmar las celebraciones de la Independencia en la escuela Thompson Mathews, en Lota, Arauco. ¿Cómo podía explicar la imagen que tenía de la “señorita Elsa” cantando en una sala de clases? ¿Porqué veía a Riquelme (un compañero de curso de mi hermana) caminando con su traje de soldado húsar para ser fusilado (de mentira) en el paredón? Las representaciones coloniales, el cabildo abierto de 1810, los disfraces de próceres, bailes típicos y declamaciones eran parte del elaborado espectáculo que organizaban los profesores de la escuela. Como en la década del 60’s no llegaba la televisión, estas ingenuas actividades siempre contaban con un “lleno total”. Fue en el señero 2000 (el cambio de siglo) cuando por casualidad me encontré con la película “Ayúdeme Usted Compadre” en la TV abierta. La transmisión iba por la mitad y me dispuse a verla, pues no tenía cable. De repente…¡sorpresa! Apareció aquella extraña escena. La maestra era Silvia Infantas, cantaba el “romance de los hermanos Carrera” en una sala de pizarrones negros y pupitres de madera. Uno de sus alumnos imaginaba ser el famoso patriota y primer presidente (por así llamarlo) de aquel Chile provisorio. Comprendí las razones de mi confusión. El edificio escolar, con sus muebles y campanil, era muy similar al de Lota. Las niñas de delantal blanco y los chicos de overol color té con leche, lucían como los estudiantes de entonces. Pude enterarme que en 1968, cuando la película fue lanzada, viajamos en familia a Concepción para verla. En mi incipiente infancia, solo retuve las escenas que reproducían la realidad de mi kindergarten.

Futurista laboratorio UCHILE. Pantalla visual para comunicarse con Huachipato
Futurista laboratorio UCHILE. Pantalla visual para comunicarse con Huachipato

 

Una película mala

Seamos honestos. Dentro del lenguaje fílmico y artístico, “Ayúdeme Usted Compadre” es una mala película. En su época, la revista Ecrán (baluarte de la crítica cinematográfica) la demolió sin piedad. Germán Becker, su director, guionista y productor, quiso “sacar lustre” a su experiencia en la naciente televisión. Él había creado un programa del mismo nombre, correspondiente a la conocida tonada chilena de Clara Solovera. Becker tenía el prestigio de organizar el otrora famoso Clásico Universitario, un evento futbolístico donde se enfrentaban los equipos de la Universidad Católica y Universidad de Chile. El marco de fondo era un espectáculo musical que atraía a las multitudes. El director usó una receta fácil y riesgosa a la vez. Seleccionó elementos probados y aplaudidos. Luego, los mezcló en una suerte de ensalada, inspirada en el aclamado libro de Benjamín Subercaseaux “Chile o una loca geografía” (1940). Becker hizo trepar al dúo humorístico-folclórico “Los Perlas” a través de nuestra larga y angosta faja de tierra. Agregó a la travesía otros cantantes de moda, locaciones de empresas públicas y privadas (las que ayudaron a financiar la costosa cinta) y aliñó todo con un repertorio musical pegajoso. El “postre” se rodó en el Estadio Nacional, con figuras como Sergio Livingstone y Mario Kreutzberger, todos entonando y bailando el “Chiu-chiu-chiu” de Nicanor Molinare. En suma, el mismo carnaval y pirotecnia de los Clásicos. Contra todo lo esperado, la película quedó en los registros como una de las más taquilleras del mercado criollo.

Los Perlas en el avión
Los Perlas en el avión

El registro antropológico

El verdadero valor de “Ayúdeme Usted Compadre” lo dio el paso del tiempo. Hoy, es un documental que cristaliza los conceptos o “formas de ver la vida” que comenzaron a desvanecerse en 1968. En ese año, no solo llegó al país la revolución universitaria de Francia, sino que también, Eduardo Frei Montalva inició la reforma educacional. Sin saberlo, en aquel kindergarten usamos por última vez los delantales blancos y overoles té con leche. Pronto, todas las escuelas públicas y privadas se cambiaron al uniforme azul marino universal. Otra modificación del currículum fue el aprendizaje de himnos (salvo el nacional). En la película, Gloria Simonetti y Fresia Soto cantan homenajes a la Fuerza Aérea y a la Marina. El ejército se muestra marchando en el monumento a Los Libertadores, cerca de Los Andes, bajo los acordes del “Séptimo de Línea”, con algunos destacamentos caracterizados al estilo Guerra del Pacífico. Un observador superficial deduciría que es el ideario derechista que apoyaría a la dictadura de 1973, sin embargo, en aquellos años previos, aquel conflicto bélico del siglo XIX todavía era un “logro” que unía a todas las clases sociales. El radioteatro y episodios novelados de “Adiós al Séptimo de Línea”, del iquiqueño Jorge Inostrosa, seguían siendo un éxito, trece años después de su lanzamiento. Por eso mismo, Pinochet quiso usar esta simbología en sus primeros años. No solo fracasó, sino que el militarismo se transformó en algo cuestionable para las nuevas generaciones.

El niño imagina ser José Miguel Carrera.
El niño imagina ser José Miguel Carrera.

El roto chileno

En el filme, la figura del “roto chileno” reina en gloria y majestad. Es el mestizo, resultado de la unión entre los valerosos Araucanos (nadie los llamaba Mapuche) y los españoles. Tal como lo presenta el Ballet Pucará en el tema sobre la conquista, se consideraba que solo las clases bajas eran mestizas. El resto, pugnaba por “parecer europeo”. Este personaje criollo solía ser ensalzado en su rol de soldado, campesino, minero y obrero. Oscilaba entre la tragedia y la picardía. El dúo Los Perlas cimentó su fama con la imagen del “rotito simpático”. Antes, actores como Eugenio Retes, Ana González y caricaturistas como Pepo (René Ríos) dieron vida a Juan Verdejo, doña Domitila, Condorito y la Desideria, por citar algunos. Previo a 1968, ya venía la contracorriente sobre la “América morena”, la realidad social del mestizaje y análisis más críticos de la historia. Chile, al igual que los vecinos continentales que sufrieron dictaduras, pasarían a otras líneas de identidad. Una mezcla entre pérdida, derechos humanos, arte y música contestataria, versus el “boom” de la globalización, crecimiento poblacional y nuevas tecnologías. Exilios obligados y auge del turismo. Un país de “jurel tipo salmón” versus idealizados mitos del ayer. Para bien o para mal, el imaginario nacional anterior a 1968 jamás volvería a ser el mismo, ni para los progresistas ni para los conservadores.

La palanca del progreso

Germán Becker hizo el contraste entre la industrialización y un pasado casi “olvidable”. Desde el desierto de Atacama y hasta la Patagonia magallánica, abundan imágenes de grandes camiones mineros, faenas de pesca, arrieros con ganado rumbo a granjas que se modernizan. El paisaje natural pasa a segundo plano ante la construcción de caminos y las “altísimas” torres de San Borja en Santiago. Hay vuelos en avión y unos pocos automóviles cruzando por una angosta Alameda, que es presentada como gran metrópolis. Hasta en las escenas campesinas se habla de “traer repuestos y tractores”. Hay un aspecto que llama la atención: todavía se tiene fe en las cooperativas y sindicatos. Chile parecía desear ser Brasil, país que acababa de construir toda una ciudad en medio del Amazonas. Se filman refinerías de cobre (que todavía no eran nacionales) y se omite la tradición del carbón. Hay dos tristes aspectos en esta visión futurista. La Empresa de Ferrocarriles del Estado es elegida como balance entre las humeantes locomotoras que unieron el territorio y los nuevos trenes salón cama. Las estaciones lucen espectaculares. Ni siquiera Becker imaginaba la caída planificada de esta empresa, tan querida por los chilenos. Otra nostálgica imagen corresponde a la Universidad de Chile. Los Perlas recorren laboratorios de ciencia ficción, plenos de computadores gigantes y hasta “inventan” una pantalla para comunicarse vía satélite con la siderúrgica Huachipato. Nadie pensaba que llegaría la ley de 1981, la que dejaría en el suelo a la más antigua “Alma Mater” del país.

Sabor a inocencia

La ingenua estructura de “Ayúdeme Usted compadre”, su exagerado optimismo de “país chico”, las románticas baladas en el cerro Santa Lucía, el cañonazo de las doce, los niños elevando volantines, la idealización del campo y el guiño a los emergentes “coléricos” de música rock y pelo largo, otorgan la sensación de entrar a una cápsula del tiempo. Es fácil descubrir varios temas latentes que invitan a pensar y a comparar con la actuales sociedades en las que vivimos.

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Alguien comentó sobre “Cinco Años Antes del Golpe de Estado

  1. Excelente análisis de una época, a través de una película mezclada en la memoria con recuerdos de la infancia.
    ¡Felicitaciones a María del Pilar Clemente!

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