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Preocupa la falta de profundidad en el ejercicio de la política, sin siquiera mencionar su frágil densidad intelectual.   Todo se ha reducido a la puesta en práctica de la ley de la oferta y la demanda: Se le da al ciudadano lo que pide -siempre que lo pida con voz fuerte y clara-y se prefiere el corto plazo de la solución fácil a la responsabilidad que significa hacer las cosas de forma que duren todo lo posible.

El Gobierno hace un cambio ministerial presentándolo como una modificación relevante, pero solo uno de los seis ministros designados es realmente un nombre nuevo y no se toca el área política en momentos en que el respaldo a la actual administración ha descendido al 25 por ciento y se registra una evaluación negativa en ocho áreas de gestión.

Aparece al mismo tiempo como principal candidato de la Derecha el alcalde Joaquín Lavín, que lleva veinte años intentando llegar a La Moneda y cada vez que pierde una elección se refugia en una alcaldía, desde donde puede lucirse impulsando iniciativas prácticas sin entrar en el debate ideológico.

Por el lado de la oposición, la principal candidatura es la de Beatriz Sánchez, que no tiene tampoco mayor participación en la política contingente y apuesta a que el Frente Amplio que la respalda pueda mantener el mismo perfil de novedad que tuvo hace poco más de tres años.

El resto de la oposición, los herederos de la Concertación y la Nueva Mayoría, alianza que gobernó por poco más de veinte años, no tiene hasta el momento candidatos presidenciales competitivos ni la unidad necesaria para presentar una postulación común.

Mientras tanto, abundan las denuncias por corrupción en los más distintos ámbitos de la vida nacional y lo que suele llamarse clase política no reacciona ni ha podido revertir su desprestigio.   En ese escenario, resulta casi esperable que aparezcan propuestas populistas sin mayor consistencia ideológica.   Cuando la ciudadanía pide que por lo menos funcionen los servicios básicos, se premia en las encuestas a quienes parecen capaces de tener iniciativas útiles.   Aunque luego se desvanezcan en el tiempo, aunque en ocasiones sean impracticables, sirven en el momento para generar una impresión mínima de eficiencia.

La responsabilidad no es de los populistas sino de los que plantean la necesidad de volver a propuestas más reflexivas, por no ser capaces de responder a las expectativas mínimas de la población.   Hechos como los ocurridos en el Compin con la incapacidad de pagar las licencias médicas son el escenario perfecto para que los ambiciosos desplacen a los auténticos estadistas.

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