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A propósito de los sucesos de Osorno –más de una semana sin agua potable por el error de un funcionario de ESSAL ni explicaciones ni soluciones- resulta interesante reflexionar sobre el derecho al reclamo y cómo se produce esta expresión de malestar cuando se manifiesta en forma colectiva.

El reclamo se produce cuando una parte de la sociedad se siente afectada y cree tener el derecho a protestar frente a una autoridad que no atiende sus demandas, precisamente con el propósito de hacerse escuchar.

El corte del agua en Osorno, el sistema previsional, la educación o la situación laboral de los profesores, entre otros temas que han sido motivo de reclamo últimamente en el último tiempo en el país, obedecen a un sentimiento de abandono e incluso de abuso que permanece latente hasta que un líder se decide a organizar ese sentimiento latente como un movimiento que, sin ser formalmente político, pretende incidir en la vida política del país y suele llamar la atención por una masividad imprevista por el sistema político que no entiende las pulsiones sociales.

Los defensores de la autoridad, evidentemente desorientados por reclamos que consideran innecesarios e indebidos, recurren a todo tipo de argumentos para demostrar que se trata de quejas injustas, que los manifestantes están siendo utilizados por agitadores profesionales, que detrás del supuesto apoliticismo de los movimientos hay intereses partidistas, pero esa batería de ideas se contrasta fácilmente con la masividad de los mismos.   Si una causa agrupa a diez personas no es motivo de preocupación, pero si se trata d miles sí hay que considerar la necesidad de aceptar cambios y entender que la realidad no era como se pretendía.

Otras tácticas para apagar este tipo de incendios consideran la dilación de las soluciones mediante la formación de comisiones que dan la impresión de que se está haciendo algo, cuando en realidad no se hace nada; desprestigiar la causa acusando motivos ocultos de sus instigadores; o apelar a que no representan la mayoría.

En definitiva, las protestas constituyen un desafío para la política que no vio surgir los motivos de queja o los subvaloró, y que no sabe cómo responder, sin recurrir a la represión, que es la reacción instintiva e inmediata.

En una sociedad establemente organizada, el reclamo es un elemento externo, disruptivo y desequilibrante, que se genera precisamente para demostrar que la estabilidad es una ilusión sin fundamentos y que se requiere un proceso de adaptación para evitar una crisis cuya solución suele ser tardía, todo lo cual debería llevar a concluir que el reclamo es necesario y positivo si se lo enfrenta con inteligencia.

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