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Ver y escuchar tu discurso en la Cumbre del Clima de la ONU me llena de tristeza pero también de esperanza. Pena infinita refleja tu rostro cuando dices que “Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías”. Hoy quisiera abrazarte y que sintieras que el peso de esta lucha es compartido.

 

Tus palabras llegan como dardos entre las conversaciones de nulos impactos: “estamos en el inicio de una extinción masiva y lo único de lo que ustedes pueden hablar es de dinero y de cuentos de hadas sobre crecimiento económico eterno ¡Cómo se atreven!”

Cierto, todo está muy mal. La Amazonía se sigue quemando, la minería destruye impune los glaciares que son nuestras últimas reservas de agua dulce, las temperaturas se elevan, los cronogramas de descarbonización no tienen la urgencia que se requiere y demasiados continúan sin reaccionar ante la crisis climática y ecológica en que estamos.

Pero escucharte también me da esperanza. Eres parte de la primera generación que sufre los efectos de la crisis climática, pero también eres protagonista de la última generación que puede hacer algo para detener este desastre.

Tal vez por eso el movimiento que inspiras se extiende de manera tan rápida. Hiciste tu primera sentada sola frente al parlamento sueco el 20 de agosto de 2018. Siete meses más tarde, se hizo la primera huelga mundial por el clima convocando a 1,4 millones de personas en 128 países. Las huelgas de agosto y septiembre de este año han duplicado esas cifras y apuesto a que cada vez más personas se sumarán. Tu mensaje llega directo al corazón de los jóvenes que se unen por la rabia, el miedo pero, sobre todo, por el amor a la tierra y la vida. Al lado de ellos y ellas, muchos adultos.

Los dolores que vive la tierra son un llamado a la acción y a unir nuestra voluntad en un gran pacto intergeneracional. Estamos recorriendo juntos un camino que nos vuelve a conectar con la naturaleza y con los aspectos más profundos de cada uno y de todos. El camino es arduo y maravilloso, tendremos que organizarnos, protestar, hacer visible otras voces, fiscalizar y exigir a nuestras autoridades, lograr prácticas cotidianas sustentables, presentar observaciones a los estudios de impacto ambiental, pero especialmente, buscar con urgencia espacios de silencio para volver a escuchar lo que nos dicen las montañas, los árboles, los pájaros y el viento.

Porque el viento siempre susurra cuando lo quieren escuchar, los quillayes saben que los crecimientos no son lineales, las delicadas flores amarillas de los espinos aprendieron de la sequedad, la sombra de los peumos es un sutil consuelo y los picaflores conocen los misterios de los cerezos, por eso, aún tenemos esperanza.

Al reconocernos como hijos e hijas de la Madre Tierra, aceptar nuestra responsabilidad en lo que ocurre y recuperar nuestro poder para no dejar que destruyan lo que amamos, podremos avanzar en desaprender el consumismo y reconstruir formas armoniosas del buen vivir. Todos somo uno y estamos interrelacionados, por eso cuando nos aquietamos, la vida recupera su centralidad y fluye como río generoso que viaja hasta abrazarse con el mar.

Para encontrar las soluciones que tanto necesitamos, debemos aportar poniendo lo mejor de cada uno. En esa interioridad, que es un espacio amplio, pleno y amoroso, está la sabiduría colectiva para enfrentar esta crisis.

Fuerza querida Greta, te abrazo a la distancia a ti y a todas las Gretas y sus familias que hay en Chile y el mundo.

 

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2 Comentarios sobre “Greta, no estás sola…

  1. Greta ha marcado una etapa importante. También hubo otra niña en la Cumbre de Rio de Janeiro en 1992, pero sin redes sociales ni internet, sus palabras cayeron al vacío. Greta dijo unas grandes verdades. Buen artículo

  2. Tus palabras Victoria reflejan plenamente el sentir de un montón de gente alrededor del mundo, que como yo y tu escuchamos a Greta en la ONU removiendo nuestras conciencias y motivándonos a actuar hoy, porque mañana ya sera tarde la tierra y madre natura nos necesitan ya.

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