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Durante el verano del 2014, mi gringo y yo nos topamos con Gabriel. Arrastraba una carretilla y coordinaba a vecinos que plantaban flores o cavaban para construir una fuente de agua en la plaza de Mirasol. Nos dio la bienvenida y nos preguntó si queríamos unirnos al hermoseamiento. Aceptamos felices y nos pusimos a desmalezar y a rastrillar la tierra. Fue una inolvidable tarde, repetida todas las veces que hemos salido de los Estados Unidos para visitar Chile (mi país natal). Nos sorprendió gratamente que la comunidad de aquel tradicional balneario costero asumiera una obra que suele delegarse a las autoridades comunales. El rescate de aquella plaza árida y solitaria era todo un desafío. Durante años, la burocracia de la Municipalidad de Algarrobo se había olvidado de ella. Solo sobrevivían algunos árboles centenarios y los juegos infantiles, construidos con troncos. Ahora, por fin se sumaban todas las fuerzas: un buen proyecto, trabajo voluntario y recursos edilicios destinados al agua, luminarias y retiro de basuras. Suena simple, pero fue el fruto de todo un esfuerzo.

El agrónomo solidario

En el 2012, un ingeniero agrónomo recién jubilado se presentó en la sede vecinal “La Capilla” de Mirasol. Dijo llamarse Gabriel Jaume Rueda, ser hijo de antiguos residentes y deseaba proponer un proyecto destinado a reverdecer la plaza principal (ex Larraín). Según iba explicando, el plan consistía en motivar a los vecinos para trabajar en brigadas de jardineros voluntarios. Él poseía los conocimientos, unos ahorritos para comprar plantas y las ganas de ponerse “manos a la obra”. Advirtió que no andaba en búsqueda de votos ni “likes”. Solo deseaba aportar un granito de arena a la comunidad donde había vivido tantos felices veranos. Confiaba en que el alcalde recién elegido, Jaime Gálvez Fuenza, apoyaría la idea. El edil era un comerciante local, quién ya había ocupado el principal cargo comunal.

Ana Rosa Marchant llevaba un año presidiendo dicha junta de vecinos. Lo miró entre complacida y dudosa. Mirasol, pese a su pintoresca rusticidad y a sus acantilados que descienden en el océano Pacífico, llevaba años experimentado un “terror surrealista”. Entre gallos y medianoche, el pueblo había perdido todos los maravillosos miradores que habían dado origen a su nombre y que eran su principal atractivo turístico. La vista de los amaneceres, puestas de sol y la plataforma rocosa donde los parapentistas se lanzaban al cielo, pasaron sorpresivamente a manos privadas. Las familias Vicherat, Vidal y Sosman clausuraron con muros, edificios y pinos, toda posibilidad de observar gratuitamente el mar. Como si fuera poco, los vecinos habían tenido que defender con muelas y uñas los accesos a las playas. En estas desiguales batallas se perdió la llamada “Escalera azul”, un escenográfico sendero que descendía entre añosos cipreses hasta la playa grande. También se cerró el camino de Santa Lina, vendido en paquete junto a la plataforma de los parapentistas. En calidad de “premio de consuelo” y por exigencias constitucionales, la calle San Patricio quedó como único acceso a la playa del pirata o la caverna. Se trata de una empinada escalera que desciende por un atractivo paisaje natural y cruza un humedal. Belleza siempre en riesgo latente, debido al enorme flujo de gente que circula y por las dificultades de subir las basuras. Obviamente, los vecinos fiscalizan para que todo esté limpio.

Danza circular. Vecinos y turistas bailan en esta actividad de la Semana Mirasolina.
Danza circular. Vecinos y turistas bailan en esta actividad de la Semana Mirasolina.

Polémico urbanismo

Desde fines de los 70’s Algarrobo apostó por la construcción de grandes complejos vacacionales, clubes de yates y hoteles. Entonces, el precepto era convertirse en una ciudad grande, estilo Viña del Mar. Salvo las zonas de playas, la rica flora y fauna natural no tenían cabida. El balneario protagonizó uno de los grandes movimientos ambientalistas de la época, liderado por el doctor Juan Grau. La causa: defender el islote Pájaro Niño, valorado en el mundo científico internacional por la biodiversidad de las aves que allí anidaban, en especial, el pingüino de Humbolt. No tuvieron éxito en detener a la Cofradía Náutica en el uso del islote como parte de la estructura para anclar los yates de sus socios. Hoy, en el paseo público desde el cual se observa a la Cofradía, un cartel detalla el pronóstico realizado por el doctor Grau, sobre la desaparición de fauna local y la alteración de las corrientes marinas que la unión del continente con el Pájaro Niño provocaría (profecía cumplida). Una década más tarde, Algarrobo ya contaba con bosques raleados y la pérdida (bajo moles de concreto) de las impresionantes dunas que bordeaban el camino hacia Mirasol y Tunquén. Los humedales también iban a ser rellenados, pero se salvaron gracias a la lucha de los vecinos, agencias mundiales y a la Fundación Kennedy, organizada por el chileno-inglés, Peter Kennedy.

Ana Rosa recuerda que las ideas de Gabriel Jaume y su luminosa sonrisa sembraron semillas de esperanza en la comunidad. Trabajar juntos y de la mano con otras asociaciones vecinales, resultaba positivo y motivador.

Procesión religiosa. Todos se dan cita en la plaza.
Procesión religiosa. Todos se dan cita en la plaza.

Dos plazas, una historia

Mirasol creció en torno a la plaza céntrica (Larraín) y a la pequeña rotonda de La Purísima. En esta última, una estatua de la Virgen María anunciaba el paso hacia el ex mirador de La Puntilla (hoy privado), cuyo agudo vértice otorgaba al observador la sensación de volar. Hasta mediados de los 90’s, era la Asociación de Vecinos la que manejaba el agua del estero. Cada ciertas horas, los residentes podían llenar sus copas de almacenamiento y se regaban las dos áreas verdes. Una persona pagada cuidaba de las plantas y flores. Dado el crecimiento urbano, las aguas no alcanzaron para abastecer las viviendas y las plazas. Poco a poco, fueron quedando a merced de la naturaleza.
Ana Rosa narra que un 25 de diciembre de 1996, la empresa ESVAL inició la marcha blanca del servicio de agua potable en Mirasol. A partir de ese día, la Municipalidad se comprometió a regar e instalar luminarias, responsabilidad que no prosperó. Al perder su rol distribuidor, la Asociación de Vecinos se disgregó, perdió socios y hubo  un vacío de poder. Durante aquella breve “baja” ciudadana, ocurrió la pérdida de los miradores y de los accesos a las playas. El municipio vendió los preciados terrenos públicos, aunque varios habían sido donados al pueblo. Consumados los hechos, fue muy difícil revertirlos. Según registros de “La Capilla” (desde el año 2000 hasta el 2012), los alcaldes que no pudieron, no quisieron, se excusaron o fracasaron en apoyar las demandas de los mirasolinos fueron: Jorge Pizarro Romero, Jaime Gálvez Fuenza y Guillermo Urquiza. A pesar de tantas puertas cerradas, Gabriel tuvo la convicción de ganar la voluntad del reelecto Jaime Gálvez y de los concejales. No se equivocó. Pronto, su jefa de gabinete Rita Robles, se transformó en la “madrina de la plaza” por su constante dedicación.

Gracias al esfuerzo comunitario, la Plaza de Mirasol se llenó de flores.
Gracias al esfuerzo comunitario, la Plaza de Mirasol se llenó de flores.

El renacer de la comunidad

Hoy, Gabriel Jaume y su esposa Patricia Segovia son reconocidos por todos los residentes del balneario. Las organizaciones vecinales de Algarrobo, El Quisco, El Tabo y otras localidades costeras han tomado nota de estos jardineros voluntarios. Desde el 2012, no solo la Plaza de Mirasol ha florecido, sino que también la amistad entre los residentes (muchos de ellos no se conocían). Cada verano, los visitantes se suman también al encanto de la plaza. Incluso, aprenden a botar la basura en los contenedores y a reciclar. Ya existe un escenario de cemento, nuevos juegos infantiles, mesas de picnic, la fuente de agua y una estructura piramidal (diseñada por Gabriel) donde se sostienen bellas rosas trepadoras. Durante el año, los vecinos organizan un calendario de actividades gratuitas: mercado persa, celebraciones patrias, festivales de música, danza, encuentros artísticos, almuerzos comunitarios, clases de yoga, Tai Chi y mucho más. Cualquier vecino puede tomar una herramienta, plantar flores, regar y desmalezar. Cada cierto tiempo, se hacen colectas, bingos o venta de empanadas, hot-dog y pasteles con fines de mantención. Gabriel está siempre detrás de todo, pero es de bajo perfil. No le gustan los agradecimientos ni entrevistas. Él es un jardinero más. Patricia explica que sus suegros Pancho Jaume y Lola Rueda fueron pioneros en el pueblo. Hasta 1960, ir a Mirasol era toda una aventura. Se salía a caballo o en carreta desde Algarrobo, siguiendo las pendientes de las dunas, esteros y humedales. Desde los 60’s, familias como los Jaume Rueda apostaron por construir sus modestas casas de piedra y madera. Traían sueños generados en las Islas Baleares y en Madrid, sus lugares de origen. Gabriel y su hermano Francisco tuvieron la fortuna de vacacionar en una naturaleza indómita, sin agua potable ni luz. Quizás por eso, la agronomía se le dio tan fácil a este tímido jardinero.

Homenaje a Gabriel durante las fiestas patrias. Los jardineros voluntarios posan frente a la cámara.
Homenaje a Gabriel durante las fiestas patrias. Los jardineros voluntarios posan frente a la cámara.

Las emociones de un mirador

El siguiente alcalde, José Luis Yáñez, asumió el turno de continuar con la ornamentación de la plaza. A través del equipo planificador de la SECPLAC, se adjudicó un proyecto de $56.890.925 (pesos chilenos), aportados por el Gobierno Regional de Valparaíso. La obra de mejoramiento se realizó entre los años 2017-18 y consistió en la pavimentación de todas las veredas del parque, nuevas luminarias y un gran mirador de madera. Dicha elevada estructura (con acceso para discapacitados) fue la que más emocionó a los vecinos. Desde la altura pudieron recobrar la añorada vista sobre el horizonte marino. En nuestro último viaje, mi esposo y yo tuvimos el agrado de participar en los conciertos y danzas de la Semana Mirasolina. Luego, subimos al mirador en compañía de muchas personas hermosas. Se hizo un silencio cómplice y solemne: el sol se hundía en el mar, dejando atrás una estela de colores. El viejo espíritu de Mirar el Sol, había regresado. Como residente temporal del balneario, doy las gracias a Gabriel (aunque no le guste) y a todos los vecinos que trabajaron con desinterés en el rescate de este pequeño parque, en cuyo proceso se forjaron los lazos y la amistad de una comunidad renacida.

(Nota: Agradezco a la Junta de Vecinos “La Capilla”, “Mirasol Central”, Asociación de Vecinos de Mirasol, como también a Patricia Segovia, Ana Rosa Marchant, Paula Rojas y a Francisco Jaume, que me dieron información. Por supuesto, los jardineros voluntarios son muchísimos y merecen un tema aparte que tendré el gusto de escribir). TODAS LAS FOTOS SON CORTESÍA DE LA PÁGINA PLAZA MIRASOL EN FBK.

 

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14 Comentarios sobre “Gabriel Jaume: El hombre que hizo florecer una comunidad

  1. Que gran obra, digna de el tesón de los inmigrantes del siglo pasado, por la tierra que los acogió y que retribuyeron con creces a Chile.
    Orgullo y admiración
    Nicolas Larach Rueda
    Nieto de Francisco Rueda

  2. Como no sentir orgullo de un compañero de curso que sea tan aclamado por su localidad y por su quehacer con la misma
    Un abrazo de felicitaciones por Yam magna obra

  3. Estimada Pilar, cuando al inicio íbamos con las juntas de vecinos a visualizar lo que sería la plaza nunca estuvo en nuestras imágenes lo que este lugar iba a significar para una comunidad. Nunca pensé que finalmente con mas o con menos plantas era sólo una excelente excusa para generar un ambiente donde todos podríamos entregar lo mejor de nosotros. Así funcionamos los humanos en base a los estímulos que recibimos. En este lugar se ha acogido emocionalmente a muchísimas personas y han salido diferentes, quiero poner en forma relevante el trabajo que en ese sentido ha hecho Soledad Vargas desde el inicio, la Pilar Beneyto y tantos otros que han contado mil veces la experiencia a los visitantes con entusiasmo y cariño. Agradecer a las JJVV La Capilla de Mirasol, Mirasol Central y Asociación de vecinos por su aporte y apoyo en las cientos de actividades donde se involucran a también cientos de buenos vecinos que arreglan las bancas, las mantienen limpias y barnizadas, riegan, desmalezan, sacan las basuras, pintan y mantienen el revistero y los juguetes de los niños etc.., también al Club de Jardines y sus 23 socios activos en lo económico que nos permite enfrentar los mínimos requerimientos sin tener que mendigar aportes municipales manteniendo nuestra dignidad como ciudadanos activos. Agradecer, agradecer el permitirnos construir un sueño comunitario donde además hemos vuelto a tener un mirador “público” para la puesta de sol. Gracias por tu bello gesto de escribir y describir nuestras vivencias en este especial lugar.
    Mis cariños
    Gabriel

    1. Querido Gabriel, ya sé que me he quedado corta con los nombres de tantos jardineros voluntarios que han entregado su generosa colaboración. Para Charlie y yo, la Plaza de Mirasol con la alegría de los vecinos es un sitio irremplazable. En sociedades enajenantes, donde es fácil encerrarse a ver la tele o a rabiar por las redes sociales, el encontrar un espacio real, pleno de flores y comunidad es un lujo. Gracias miles de veces.

    2. Soy un Testigo más de lo descrito en el artículo, vi muchas veces el ir y venir de Gabriel en su infatigable labor, pasé por su lado indiferente y hasta sin saludar, incrédulo vi a los vecinos trabajando, pensé que sería otro esfuerzo que quedaría inconcluso y botado como tantos otros; cierre de calles con barreras por seguridad, garita de Carabineros, indiferencia de la Municipalidad, alcantarillado a medias, sin veredas, agua potable más cara de Chile, luminarias faltantes e insuficientes, bazofia sin retirar y así……..
      Una excepción que hay que reconocer es la obra incesante de Gabriel y los vecinos, la plaza transformada en un lugar de encuentro cívico. Niños jugando felices con sus padres y abuelos, naturaleza de múltiples colores rescatada, panorámica al poniente donde se vuelve a Mirar el Sol al ocaso del día.

  4. Agradezco a todos los que han cooperado en la Plaza que es mucha gente pero el gestor fue Gabriel y toda su comitiva yo no vivo allá pero casi voy todo los fines de semana para relajarnos con mi marido y voy mucho a la plaza con mi nieto Agustín que goza en la plaza.Y a la Pilar de su palabras tan lindas y goza cuando llega a Mirasol con su gringo

  5. Muy buen artículo, describe cómo se revive la plaza. Hago una aclaración: la Asociación no se disolvió, las circunstancias de los hechos que se estaban viviendo en aquella época, baja considerablemente la cantidad de socios y su protagonismo vecinal, al día de hoy aún existe esta institución. Aprovecho la ocasión de dar las gracias a Pilar por escribir este articulo que tan bien nos hace como comunidad, nos permite refrescar la memoria cómo y cuánto se trabajó en equipo liderado en la Plaza por Gabriel. En la esperanza de mantener un Mirasol armónico, entretenido y hermoso, seguiré apoyando y trabajando por mi querido Mirasol. Ana Rosa Marchant Olea

    1. Gracias por tu acotación. Corregí la palabra “disolver” y expliqué que fue una disgregación, baja de socios momentánea, pues como digo más adelante. Hicieron una lucha ejemplar por los accesos a las playas.

      1. Hola Pilar. Gracias por tus palabras. Reflejan el espíritu y buena onda que se produjo gracias a la iniciativa y punch que le puso Gabriel al proyecto. Apareció lo mejor de las personas que supieron y quisieron ser parte de un espacio bello para disfrutar entre todos. Hemos recibido más de lo entregado. Gracias Mirasol!

        1. Cierto, aunque he estado poco en Mirasol, se nota que floreció algo especial entre los vecinos. Lo importante ahora es mantener el espíritu. Gracias a ti y a Gabriel, los iniciadores. También a todos los voluntarios.

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