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Desde hace años, escándalo tras escándalo, las pirámides institucionales como el gobierno, los partidos, las empresas, la Iglesia y los medios de comunicación masivos se vienen desplomando y con ellas sus relatos y validaciones. Los esqueletos económicos y jurídicos quedan a la vista como imposiciones sin alma ni legitimidad.

Vivo, observo, contemplo, hago, siento, percibo la marea de personas y comunidades que recorre Chile. Estos días han sido de mucha conversación, emociones y preguntas. Entre muchos amigos y amigas existe la sensación de una fractura, de una realidad paralela, algunos hasta sugieren un salto cuántico. La tentación de homologar el hoy con el ayer es grande, la “razón” intenta ordenar, asegurar, volver a la la caja normal, pero este movimiento está fuera de la caja conocida: necesita nuevas distinciones e interpretaciones y probablemente hasta un nuevo lenguaje.

Pegados a la pantalla de sus celulares para escapar al hacinamiento irrespirable del metro, los ciudadanos compartían sus vidas y también el meme o la denuncia sobre un abuso que antes sufrían en soledad. La televisión cada vez más apagada y más lejos mostraba un país que salvo los que hacen y participan de sus programas nadie más parece conocer. La red de conversaciones virtuales, el intercambio y repetición de textos, músicas y fotografías de lo cotidiano con sus quejas, satisfacciones, actividades y creaciones cotidianas creció exponencialmente en número y en densidad.

Lejos y a espaldas de las élites dominantes, se constituyó un cierto nuevo sentido común y un nuevo lenguaje. De hecho, comunicacionalmente, las marchas de estos días parecen grandes muros de redes sociales donde se expresan miles y diversos carteles de todo tipo, clips musicales y artísticos, queja, humor, protesta y reflexión. No hay escenario ni oradores que den la línea o guíen las demandas. De pronto se forman algunos hashtags comunes “NoEstamosEnGuerra #Dignidad #QueRenunciePiñera #MilicosNuncaMás … y la ola sigue.

Quizás unos de los hechos más importantes de estas manifestaciones es que el malestar y descontento con el abuso que se expresaba virtualmente en las pantallitas, de pronto se constituyó, se incorporó, se volvió cuerpo en un sujeto/engendro extraño que alguien tuvo la lucidez de captar en una genial fotografía.

Algunos ven una persona, otro un pájaro, otros un ser compuesto de árboles y humanos, otros un corazón… siempre algo orgánico y vivo, un movimiento con muchas neuronas haciendo sinapsis, donde se manifiestan nuevas lógicas y sensibilidades, la femenina, la indígena, la del arte, la de los jóvenes, la de los viejos, todos los marginados del discurso y el goce oficial. Es un cuerpo que expresa una mayor complejidad humana; para comprenderlo no basta la pura razón, se requiere el corazón y ampliar la percepción.

Cuando en el centro del malestar está el abuso y en el epicentro de las demandas la dignidad, la respuesta no puede venir desde los puros números y las leyes. Se puede hacer una ley para “dar” 25.000 pesos más a los jubilados y eso puede ser un acto abusivo y humillante.

¿Algo cambió en estos días?

Si el resultado a evaluar es el cambio de gabinete y los comentarios y respuestas de los voceros de gobierno y oposición, pareciera que a nivel institucional no cambió mucho. Siguen siendo los dueños de la verdad y las soluciones. No debería sorprender: esas son las instituciones que están en el centro del desplome, las más distantes.

¿Entonces nada cambió?

La incorporación de este nuevo sujeto/movimiento ciudadano, que no es el pueblo, ni la masa, ni la sociedad civil, ni la ciudadanía, y en parte es también todos ellos, es un cambio mayor. Estas manifestaciones dejaron claro no solo que existe el abuso, sino que es un pilar fundamental del sistema, que casi todos lo vemos, y que, aunque sea legal no es legítimo y no lo queremos. El poder está desnudo y deslegitimado e intenta tapar la olla a presión con un dedo.

Ojalá emerjan líderes que elaboren soluciones humanas junto a la ciudadanía, no porque están obligados por la presión de las demandas y quejas, sino porque entienden que la dignidad es el pilar fundamental del sistema en que debe vivir cualquier ser humano.

Este movimiento recién se corporizó, es una criatura que se está autoreconociendo y dando cuenta de sus vicios y defectos, de sus valores y desafíos. Como todo movimiento vivo y orgánico dará frutos con el tiempo, como los árboles. La tarea de los jardineros es cuidarlo y crecer con él, con humildad, paciencia y gratitud.

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4 Comentarios sobre “Protestas en Chile 2019: ¿Está cambiando algo?

  1. Sabias reflexiones (como siempre). Aciertas al decir que es un cuerpo orgánico, un muro compartido, un movimiento que trasciende y unifica las pequeñas pantallas, el que al mismo tiempo, consolida el desplome de tantas pirámides. El drama latente es que como buen cuerpo orgánico, no hay liderazgo (al menos hasta el momento). Esa carencia puede implicar aparentes cambios o reformas menores (las que no lo son tanto, ya que ha sido un remezón para las élites y son el motor para otro diálogo, otra forma de gobernar). Un gran obstáculo son las “fake news” que el pánico hace circular en todos los colores políticos, en especial, en los extremos derecha-izquierda, más fanáticos e intolerantes. Estos fakes buscan etiquetar este movimiento tan natural y desde las bases, en “un montaje”, en algo formado por guerrillas cubano-venezolanas o en la otra orilla, por comandos militares o de extrema derecha. Estas etiquetas buscan reflejar que el pueblo nunca puede actuar por sí mismo, sino que siempre está manipulado o infiltrado por otras fuerzas.

  2. Este texto me dio tranquilidad, me mostró otra arista que no había visto… gracias… emocionarme también es ganancia en estos días tan revueltos, sobre todo cuando vives a cuadras de los más grandes destrozos e incendios. Un abrazo!

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