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Lunes 12, 21.00 horas

El tabaco pica, las ideas se cruzan, el silencio hace bien. El presentador de Puro Jazz, en radio Beethoven suena a Club trasnochado, con humo de cigarrillo. Las sirenas alteran la calma ¿bomberos, ambulancia? No quiero salir al balcón para determinar la procedencia y prefiero creer que es el ruido de siempre, la de un traslado de urgencia al hospital del frente.  Me he propuesto guardar energías para el día que viene, que va a ser fuerte. Desde hace tres semanas acumulo deficit de sueño  Me acuesto de madrugada, despierto apenas el sol entra por la ventana y enseguida  prendo la radio para escuchar las noticias (la tv dejó de ser un referente hace un par de años). Hoy debía estar a las 10.00 A M en kinesiología, en Providencia, pero una línea de micros amarillas (que salieron de circulación hace diez años) y naranjas, que las reemplazaron cuando apareció el Transantiago, impedían la circulación entre las calles Seminario y El Salvador en Providencia. No había semáforos y decidí caminar hasta Guardia Vieja, donde está la consulta de mi terapeuta.

He terminado el tratamiento para mi lumbalgia. Y decidida a no dejar para mañana lo que pueda hacer hoy, salgo a tomar el metro paraseguir rumbeando hasta Apoquindo. Una especie de cordón verde rodea el mall Vivo, ex Panorámico; abruma tanto despliegue. Me dirijo al que parece comandar el batallón de Fuerzas especiales de Carabineros y le pregunto: Pasa algo?  Me responde tranquilamente: Hay una marcha a las 12.00. Ahhhh, le digo, entonces no es nada extraordinario.  Él alza los hombros y sonríe (siempre sonríen cuando hago observaciones como esa).

Camino una cuadra más, entre rayados de todo tipo y vidrieras protegidas con planchas de aglomerado que simula madera. Bajo por la escalera mecánica que no funciona desde hace más tiempo del que recuerdo (¿ocho, diez años?) junto con transeúntes resignados a este desajuste. Contemplo sobrecogida a un músico ciego   que se dirige hacia el andén del metro de metro que va al poniente; en el cuello de la guitarra ha puesto un trozo de paño  blanco ya deshilachado. Pienso:  ¿Cuántas bombas lacrimógenas, piedras y balines habrá debido enfrentar en sus traslados diarios?

Subo al carro de metro en dirección a la cordillera. Una mujer ciega, que solía ver cantando canciones de Nino Bravo a la salida del metro Irarrázabal pide que le colaboren comprando inhaladores “para combatir el efecto de las lacrimógenas”. De inmediato le pido uno y otras personas se motivan. Ella agradece con sobriedad.

enllamasA la salida de la estación Apumanque encuentro a una vecina con sus hijos; le advierto que hay marcha programada a las 12.00 y que Providencia está lleno de carabineros blindados. Se compromete a avisarme como van las cosas por el barrio, para buscar el mejor camino de regreso a casa. Cuidarnos unos a otros es parte del cotidiano en estas tres semanas. El sábado pasado, en la marcha de trabajadores en Cultura, una mujer que portaba un gran lienzo del Sindicato de la danza me pasó una botella de agua con bicarbonato “por si llegan a gasearnos”. Lo cotidiano; solidaridad, por una parte, naturalización de la agresión por otra. Decir “nos gasean” no nos extraña, porque eso es lo que nos hacen los encargados de “disuadir” la expresión ciudadana: con gases lacrimógeno cada día más fuertes; con gas pimienta disuelto en agua, según me ha dicho una voluntaria de la Cruz Roja (pienso en Otto Dix y sus grabados cada vez que reclaman mis pulmones y mi piel duele).

En esa misma marcha por la Cultura dos jóvenes repartieron círculos color escarlata atados a una cinta, para ponerlos sobre un ojo y simbolizar así a quienes han sido privados de la visión por impactos de balines. Ponte a este otro lado, donde está mi ojo bueno le pedí a la amiga con la que había ido a la manifestación. Sí claro;  qué difícil caminar mirando por un solo ojo, me respondió. Seguimos marchando en silencio imaginando a los casi dos centenares de jóvenes heridos en sus ojos y esperando no encontrarnos en “línea de fuego”.

Hoy había quedado en tomar un café con una joven ex compañera de trabajo. Su oficina está a dos cuadras de la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia) y últimamente trabajan más en la casa, a causa de los gases que dispara Carabineros en forma indiscriminada. Buscamos pues un lugar más neutral y ahí, en la mesa de un café vegano, me contó que en el vecindario donde vive- una zona densa de edificios bajos, con tradición de protestas- noche tras noche se hacen barricadas. El miedo se ha controlado con información; hay gente que da primeros auxilios y va rotando; otros entregan la recurrida agua con bicarbonato; también se ha organizado las compras de alimentos. Hay “apañe”, contención, solidaridad. Cosas que también habíamos perdido.

Martes 12.  2.08 AM

marchaluto9Estoy terminando este relato de madrugada. Quería acostarme temprano hoy para recuperar las horas de sueño que me han faltado en estos días. Se que mientras acá disfruto de una relativa calma, en otros lugares de Santiago y de Chile puede estar sucediendo algo completamente distinto; no tengo certeza, he decidido no escuchar noticias esta tarde. A cambio de esta “desinformación” he seguido atentamente el video de la reunión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.  Casi al cierre escucho a la relatora refiriéndose a los jóvenes que han salido a la calle a defender los derechos de todos y todas. Y no puedo sino sumarme a ese reconocimiento, porque han sido ellos la fuerza principal que detonó este formidable movimiento y su cara más visible.

En estos días me he encontrado con muchos “sobrinos” que de la nada se acercan con mascarillas o un pañuelo empapado en agua con bicarbonato cuando me han visto medio ahogada con los gases ( ¿Está bien tía?) ; o han ofrecido acompañarme a la casa, mientras arrancamos de  guanacos y zorrillos  (no sospechan que tengo cierta experiencia al respecto). Me he enfrentado también a su rabia y en más de una ocasión hemos discutido como iguales, hasta llegar a un diálogo en el cual cada uno aporta lo suyo. Eso reconforta y obliga a estar más preparada.

Ayer domingo, (debería decir antes de ayer) me acerqué a uno de los organizadores de un simulacro de Asamblea Constituyente, que se hizo en el Parque Bustamante. Era un estudiante de Derecho y me pareció asombrosamente joven.  Del mismo modo parecía sentirse desconcertado de que una persona “mayor” pudiera estar interesada en replicar el ejercicio. Este es otro de los desafíos actuales: vencer la desconfianza hacia esta generación – la mía, la nuestra- que, según algunos, sería la causante de un estado de cosas que por fin reventó dejando ver su miseria: “júbilo hervido en trapo y lentejuelas”, como dice la canción de Silvio Rodríguez.

Tengo cierta desviación de oficio, cierta acumulación de lecturas y escuchas varias. Desde el comienzo de este movimiento he ido repasando textos (no con mucha acuciosidad; cuesta tanto concentrarse) y al mismo tiempo voy desechando otros, porque la realidad muta día a día. Mi bolsa de primeros auxilios incluye a menudo un texto de Bauman y Donkis, junto con el pañuelo para tapar la nariz y boca y el agua con bicarbonato. También he estado haciendo una lista de canciones que entono según el momento. Desde el sábado me ronda “Los argonautas”, que compuso Caetano Veloso a fines de los años 60 tras haber sido encarcelado por la dictadura militar brasileña. Caetano, se dice, tomó una frase de un poema de Pessoa “Navegar es preciso”, para expresar que se podía dejar la vida por un fin superior; la creación. A su vez el poeta lusitano se habría inspirado en una historia que contó Plutarco acerca de Pompeyo, quien habría arengado a sus marineros- temerosos de una tormenta- a subirse a un barco para llevar a Roma el trigo recogido en Sicilia: Navegar es necesario, vivir no es necesario. (Navegar é preciso. Viver não é preciso, canta Caetano). Con otras palabras, el mismo mensaje está presente en algunos de los rayados y carteles que he visto en estos días. Me he preguntado si es solamente una declaración alegórica. Pero a ratos he sentido temor de que vaya más allá, mucho más allá…

 

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Alguien comentó sobre “Semana cuatro (carta a les amigues)

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