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Cuando estuvo en la Escuela pública juntó letras y guardó
palabras y concibió la idea de Naciones
Unidas que era lo más grande que podía imaginar,
pero su amor (por él) era mucho mayor que esa idea.

Se lo confesó al oído -cuando esperaban el bus-
que ya estaban grandes porque los bosques
sagrados de su niñez se habían ido. Y sin embargo
le pidió que la entendiera y supiera el por qué le resultaba
imposible vivirjuntos en esas condiciones. Lo queramos o no,
-le dijo mirándolo a los ojos y navegando en ellos-
somos parte de esas raíces y de esas ramas.
Cuando tengamos los cambios estructurales
produciremos fique, caña panelera y yuka piensa,
mientras molemos maíz para las arepas. Y ahí
todo será distinto.
Ella nunca dijo que era
socialmente bueno esa opción definitiva,
pero nunca ocultó su amor por Henry. Ni se avergonzó
de ello. A pesar de identificarse con los venados conejo,
no quería aportar con su vida y ejemplo a los corridillos
de los moralistas que si encendían estos petardos
podrían destruir la organización. Henry tampoco
ocultó a Gladis en los subterráneos de sus sentimientos.
Si viviesen juntos como lo soñaban, sería a cara
descubierta. Ninguno de los dos viviría de apariencias.
Quemados por el sol, conocían sus sentimientos, los movimientos
de la tierra y las hectáreas de mangle que protegían,
jugándose la vida en cada beso. Irriga nuestra sangre
los cultivos de arroz y palmas, por eso parecen que iluminan.
Atrapados en esta red deciden que amarse -como se amaron-
era un acto insurreccional y que renunciar al amor que sentían
era renunciar a todo los que creían y al futuro.
Junto al mugido de animales y cantos de grillos, el tableteo
de las subametralladoras es una cuestión corriente.
Cuando las escuchan los niños dan vuelta la cabeza,
pero no paran de jugar. Y eso que parece malo, es bueno.
Los niños naturalizaron estos horrores que de otra manera
hubiesen afectado su desarrollo. No existen traductores
automáticos para esta tristeza que cuelga de los árboles
y que repta por sobre las piedras asoleadas.
Esa tristeza tiene directa relación con la vulneración
de derechos y la administración corrupta de justicia. El poder
económico es más caudaloso que el río Ranchería
que antes se llamó río Yaro, río Hermo, río de La Hacha,
río Calancala o uno de sus nombres prehispánicos:
río Seturma. Los ricos siempre piensan que las güisas
o les roban el perfume a sus mujeres o les quiebran
la vajilla. Las empresas extractivistas primero
envían operadores políticos -jóvenes y atractivos-
en camionetas de alta gama. Para dividir a las comunidades
reparten dinero, a algunos sí a otros no, y pagan
servicios básicos a algunos sí a otros no, promueven
acciones de alienación que financian, sólo cambian
estrategias cuando las zonas de sacrificio
clandestinamente se organizan y movilizan.
Producto de esta estrategia nueva los expedientes
se llenan de falsos positivos, o ejecuciones
extrajudiciales. Visten de luto y luz al mismo tiempo
los pobladores de Toribío. Mataron a la lideresa social,
indígena y presidenta de la Junta de Acción Comunal
de la vereda La Laguna, Gladis Rivera Champeño,
y a su compañero sentimental Henry Ulcué
cuando iban en una motocicleta
– dicen. Hay mucho
dolor. Como organización tenían muchos logros
que exhibir. Los cadáveres presentan heridas de arma de largo
alcance. Los dejaron al lado del camino que comunica
Río Negro con Tacueyó. Como fakenews acusan a Henry
de ser ex integrante del sexto frente de las Farc
y quizás por ello fue asesinado por Los Pelusos, una banda
al servicio del narcotráfico. Saben que mentir ayuda
porque como ya se han quitado esos piojosos de encima
destruyen de esa manera su imagen para que nadie le rece
y menos le prenda velas. A pesar de que faltan alimentos,
escuelas y medicinas para sus propios hijos, los del Cauca
gustan de la pachanga y cantan cumbiones desletrados
de Los Caucanitos o tararean canciones de Cumbia Kalle
y bailan al ritmo del grupo Patanguejo. Y algunos escuchan
rituales de Chicha y Guarapo. Y, en señal de respeto y duelo,
la organización se parapeta bajo esa nube de silencio
que ahora cubre el Parque Nacional Natural Munchique,
mientras cruza la selva la camioneta que lleva el féretro
de los enamorados.

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