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Siendo seres humanos vinculados a través el afecto, como todo mamífero, necesitamos de las emociones para diversas funciones orgánicas, formando parte de nuestra propia biología.

Nos validamos, construyendo nuestra identidad a partir de la mirada participativa de un otro.

El ser humano en solitario no tiene sentido: somos seres sociales, formando parte de un entramado de relaciones con nuestro entorno.

En ambientes competitivos validamos nuestro accionar deslegitimando el del resto ya que la pérdida de uno puede ser la potencial ganancia del otro. La acción del que compite se guía por la acción del contrincante, esto impide que su identidad emerja como genuino actuar, generando así una acción modulada por el condicionamiento y la reactividad.

No pienso que la competencia sea mala en sí misma, pero considero que aplicarla dentro de un modelo educativo puede ser desastroso, puesto que los primeros años de formación son esenciales en la estructura de la identidad (o estructura psicológica) de un niño y de un adolescente, al tomar en cuenta cuáles son los fundamentos de un contexto competitivo: negación del otro y acción en base a la reacción ó condicionamiento, podemos darnos cuenta que sin una base bien construida, el alumno(a) puede perderse en dicho entorno no vinculante, dejando de existir el aprendizaje genuino, actuando desde la reacción y no desde el cuestionamiento ni de la reflexión sobre qué es lo que realmente se quiera hacer, qué se quiere ser. En lugar de actuar en base a uno mismo, se actúa en base y en función del otro, generándose una pérdida de identidad e incluso enajenación, en situaciones más frustrantes.

Por otro lado, en ambientes colaborativos logramos entablar lazos de crecimiento y de respeto, como una forma natural en la validación del actuar del otro, ya que sé que él o ella forma parte del entorno al cual pertenezco y cumple una función que genera una continuidad en la dinámica de la relación. Si yo deslegitimo su actuar entonces esa acción también tendrá consecuencias en mí mismo, como individuo perteneciente a dicho ambiente. La dinámica en ambientes colaborativos es entonces una dinámica que genera las condiciones de confianza necesarias para que cada individuo actúe en función de lo que quiere en concordancia a su entorno, no desde el condicionamiento, si no que muy por el contrario, desde la motivación y la iniciativa: actos genuinos desde un punto de referencia propio, a diferencia del actuar desde el punto de vista del otro, como punto de referencia de calidad del actuar personal.

Considero que los ambientes competitivos pueden existir de manera convivial incluso, sólo si las condiciones y el preparamiento de los individuos que competirán presentan las mismas posibilidades para dicha competencia bien establecida, sin embargo, en temas de educación y de formación, la competencia no genera aprendizaje genuino, ya que éste se basa fundamentalmente en la experiencia del propio individuo que está en el proceso de aprendizaje. El individuo necesita de la experiencia para avanzar en su camino de entendimiento y la experiencia se genera cuando sus capacidades mentales están en coherencia con su actuar. Si no existe una mente presente (condición sine qua non de la experiencia) el aprendizaje no existe.

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2 Comentarios sobre “Sobre competencia y colaboración

  1. Concuerdo contigo que en la enseñanza básica es mejor el cooperativismo y juego. Sin embargo, creo que desde los 12 años, los niños deben comprender la diferencia entre un trabajo mal hecho y otro que representa un esfuerzo. Desde épocas milenarias el ser humano ha tomado la competencia como deporte, juego o entrenamiento, ya sea individual o grupal. Lo importante es enfatizar que cada cual tiene sus talentos en los que puede destacar. El fracaso también es un aprendizaje. No tiene que ser doloroso, pero al menos comprender que no se hizo una buena tarea y que hoy se aplaude a un compañero y mañana, él será aplaudido.

    1. Interesante punto el que comentas, Pilar. Quizás la clave sea aprender a ser un buen jugador, en contextos de sana competencia. Sin duda que a partir de un cierto límite de edad es bueno distinguir lo que está mal de lo que está bien hecho para potenciar los talentos. Un gran saludo.

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