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Una de las fuerzas más instintivas y predominantes del ser humano, y especialmente del hombre en relación a la mujer, es la dominación.  Se busca dominar lo que se teme, lo que se desconoce y lo que sirve, y no se escatiman recursos para obtenerlo.

El desarrollo de la civilización tiene precisamente como objetivo someter los instintos que se traen en los genes desde los tiempos de las cavernas, cuando primaba la razón del más fuerte, y reemplazarlo por el imperio de la racionalidad que reconoce que la fuerza fue necesaria durante el tiempo en el que la especie necesitó hacerse un espacio en el mundo pero que considera que lo que se necesita ahora, en que hay que convivir con un entorno que, incluso sometido sigue siendo necesario para nuestra sobrevivencia, es la cooperación.

Se puede decir entonces que la cooperación debe ser el paso siguiente en términos de civilización, y como aún observamos vestigios del predominio de los instintos, hay que hacer un esfuerzo por educar a las personas en la comprensión de las inmensas superioridades de la cooperación entre todos.

La cooperación implica algunas reglas básicas.   Sólo se puede encontrar el acuerdo que hace posible que uno quiera cooperar con otro a través del diálogo que nos permite empatizar y entender que el bien del otro es el bienestar de todos.

Del mismo modo, la cooperación nos obliga a incluir dentro del acuerdo a todos, porque postergar a un grupo es lo mismo que replicar el dominio de unos sobre otros ahora en términos colectivos.   Dicho lo anterior, resulta necesario adoptar como conclusión que estamos obligados a establecer relaciones con los otros.  Ya no solo por la necesidad de proveernos mutuamente de bienes materiales y psicológicos como la protección y la satisfacción, sino sobre todo porque es unidos que podemos evolucionar como especie, por medio de la cooperación.

Ello supone entonces buscar la unidad, pero entendiendo que esta no significa forzosamente la igualdad, porque es en la diversidad que encontramos lo que nos complementa.  Cada cual proporciona lo que le falta a otro:  Ese es el sentido de la cooperación.   Si cada uno se encierra en su caparazón, no hay comunidad y es en la comunidad entre todos que el ser humano puede avanzar y encontrar el sentido al equilibrio del conjunto.

Todo esto es lo que nos falta como sociedad para superar las crisis que atravesamos, y constituye un deber trabajar por una cooperación que vaya más allá de las diferencias momentáneas.

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