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“¡No vayas para allá!”

La advertencia provino de amistades; entusiastas participantes de la primera etapa del despertar chileno. Con cacerolas, tambores, guitarras y carteles habían celebrado la convocatoria de millones de ciudadanos y el acuerdo histórico para las reformas sociales, más el plebiscito constitucional. También, habían exigido saber quienes quemaron el Metro  (todavía sin respuesta) y reclamado contra los balines “saca ojos” de la policía. ¿Y Piñera? Convertido en cadáver político, se esperaba que sostuviera la precaria institucionalidad hasta el nuevo proceso constitucional. ¿Acusaciones? Todas las que se presenten, pero después de concretar el referéndum.   Lo cierto es que las peleas ególatras y funas del Congreso radicalizaron o diluyeron la agenda. Cada día, una nueva demanda exigía prioridad (así fue como “pasó al olvido” la propuesta para bajar los sueldos de los honorables).

En este escenario, los pacifistas de las ollas y canciones se alejaron. La marcha de las mujeres contra las violaciones finalizó el ciclo de la manifestación multitudinaria. Luego, las calles vespertinas fueron tomadas por  encapuchados bien provistos de bombas molotov, extintores de incendio, hondas y cervezas. Recibieron los aplausos de los pro-empate: “si las grandes empresas abusaron; hagamos ahora lo mismo”. Distinto opinaron los residentes del epicentro de las escaramuzas. La furia de los nuevos protagonistas se aleja de las intelectuales marchas de de 1968, las peleas entre bandos extremos durante la Unidad Popular y las protestas de quienes  arriesgaban su vida en la dictadura. Entonces, los partidos políticos y la libertad de reunión estaban prohibidos. El clamor era el retorno a la democracia.

¿Porqué este grupo minoritario causa tanta fascinación y miedo? ¿Cuáles son sus gritos de guerra?  Decidí indagar entre los muros rayados de la llamada “zona cero” de Santiago.

La ex UNTAC y ex Diego Portales exhibe una cita de nuestra gran poeta.
La ex UNTAC y ex Diego Portales exhibe una cita de nuestra gran poeta.

El metro se acerca…

La línea uno del Metro me lleva hasta la estación Baquedano. Está cerrada. Algunos carteles subterráneos anuncian reparaciones y no hay fecha de apertura. Me bajo en la Universidad Católica. Al salir, observo una luminosa cotidianidad que rodea las áreas  destruidas. A seis cuadras a la redonda, los graffitis lo cubren todo. El comercio funciona a medio abrir, se ven mesitas dispuestas sobre veredas rotas y maestros arreglando letreros de neón o soldando rejas protectoras. La gente circula hacia sus labores y los vehículos se desplazan sin problemas. La voluntad por mantener una rutina semeja  el esfuerzo de los glóbulos blancos inmunizando alguna infección. Me impresiona la Feria Artesanal Santa Lucía. Pintarrajeada y semi-quemada. Todavía cobija a los artesanos que intentan ser los de siempre. Al frente, el edificio patrimonial de la Biblioteca Nacional luce decadente y manchada (¿también merecen “castigo” los libros?).

Lastarria sobreviviendo

A través de una puertita del improvisado “búnker” en el que se ha convertido la Casa Central de la UC, ingresan estudiantes vestidos de gala. Se asoma para recibirlos el afamado profesor Gastón Soublette. Sobre las escalinatas, vendedores de flores y fotógrafos acreditan que se trata de una graduación. Muy pocos de los flamantes titulados irán a festejar al cercano barrio Lastarria. Recuerdo que en los años ’80 entrevisté a varios arquitectos que lucharon por salvar este patrimonio de la picota. Batallando en contra del  “apagón cultural”, Lastarria se transformó en un espacio único, pleno de restaurantes de moda, hoteles boutique y galerías de arte…hasta octubre del año pasado. Irónicamente, incluso la sede del colegio de arquitectos se encuentra blindada (tuvo la desgracia de estar situada casi al lado del destruido Cine Arte Alameda). En este barrio me encuentro con dos frases poéticas que se destacan en los muros copados con “Piñera C’liao” y “Pacos C’liao”. Leo:  “La estrella de la esperanza continuará siendo nuestra” y “En esta economía de lo desechable, que nuestras vidas sean indispensables”. Hasta ahí llega la inspiración.

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En la zona cero

A medida que me acerco a la Plaza Italia, los semáforos no funcionan (personas de chaleco amarillo dirigen el tránsito). El edificio ex UNTAC (tiempos de Allende), ex Diego Portales (tiempos de Pinochet) y actual Centro Cultural Gabriela Mistral, ostenta una gran infografía con una imagen y cita de la insigne Gabriela: “La humanidad es algo que hay que humanizar”. La frase podría calzar con los sentimientos de los manifestantes, pero ella no es de “los nuestros”. Tampoco la estatua de Fermín Vivaceta, el fundador de las mutuales obreras del siglo XIX. Así, no me sorprende el rayado sobre el histórico mural pintado en 1970 ( Fernando Daza Osorio) en honor a la escritora y poeta.

En la calle Namur, cuelga un gran lienzo colgado por los vecinos: “El derecho de respirar en paz”. En la vereda opuesta, los ambulantes ofrecen camisetas y bufandas con marketing revolucionario. Los estampados incluyen desde un Allende encapuchado (¿cuándo se puso de moda no dar la cara?) hasta lemas como: “Gracias primera línea”, “La lucha continúa” y “Resistencia mapuche”. Más atrás, el hotel Crown Plaza zozobra entre paneles cerrados. Otras vallas de metal impiden acercarse a la siniestrada iglesia San Borja o de Carabineros. Esa misma noche, los vecinos instalarían más murallones de cemento para protegerse. Las jornadas siempre terminan con detenciones y acusaciones de excesos policiales. La oficina de derechos humanos va tomando nota de todo. A diferencia de otros tiempos, no todos están conformes con su trabajo. La citada oficina (que casi fue incendiada) explica que su misión es constatar abusos del Estado contra civiles, no en situación opuesta o entre civiles. Se produce un círculo vicioso: los manifestantes se descontrolan,  ataca carabineros, respuesta con combate,  denuncias (de ambos lados), revancha, protesta destinada a provocar a “los pacos” y el cículo se repite, dejando un reguero de heridos y muertos: activistas, policías, mirones, residentes del lugar, comercio (si hay saqueo) y edificios históricos (si hay incendio).

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La (última) batalla de Baquedano

Banderas mapuche, un rehue de madera (y un muñeco ahorcado) dominan la rotonda en la que se levanta la estatua ecuestre del general Manuel Baquedano, lejano héroe de la Guerra del Pacífico (1879-1881). También fue uno de los altos mandos que lideró la violenta “pacificación” de la Araucanía. En 1928, ese “detalle” no importaba. Así, se emplazó en el punto central este homenaje a Baquedano realizado por el escultor Virginio Arias. No hubo polémicas. La  narrativa de un Chile victorioso era muy potente hasta el Golpe de Estado de 1973.

La solidaridad con el pueblo Mapuche no es nueva. Los patriotas de la Independencia sumaron su causa libertaria a la de los indígenas y esclavos coloniales. De hecho, el primer escudo nacional incluyó las figuras de dos guerreros con sus lanzas. Una alianza muy breve, pues la “causa nativa” dejó de ser “útil” para el naciente Chile. Observo la ausencia de emblemas de las otras dos etnias mayoritarias: los Rapa Nui y los aymaras. ¿Será que al no tener prestigio de guerreros y no demandar tierras no valen la pena?. Sospecho que ha llegado la hora de trasladar al militar.  ¿Existirá algún tema integrador de todos los chilenos? ¿Qué tal un monumento votado popularmente, al que suponemos, nadie desee vandalizar? Después de todo, dignidad significa “tratar y ser tratado con respeto”. Esto nos lleva al tema cultural sobre el espacio público. ¿Sinceramente nos interesan los monumentos? ¿Queremos aprender y proponer?

"All the Cops are bastards".
“All the Cops are bastards”.

¿Chile sin pacos?

En el parque Bustamante y en la avenida Providencia, los graffitis son más agresivos.  Gritan alusiones sexuales sobre “la dureza” de los “pacos”, odio hacia las mujeres policías o “yutas” (yegua-prostituta) y un interesante “El nuevo Chile es sin pacos”. ¿Será la utopía de un país sin crímenes ni ilegalidades? ¿Todos nos portaremos como santos cuando desaparezca la fuerza policial?  También, abundan las siglas A.C.A.B y el número 1312. Ambos se traducen como “All cops are bastards”. La expresión data de 1920 y fue popularizada por la banda inglesa “The 4 Skins” y los “Hooligans”, fanáticos hinchas futboleros. Hoy es utilizada por  los “rabiosos” del mundo. Curiosamente, el insulto “bastardo” criminaliza a los hijos de madre soltera. Contradicciones anarquistas.

Seis jóvenes con banderas anudadas al cuello atraviesan la Alameda y se instalan en el pedestal de Baquedano. Beben y conversan. Quedan algunas horas para el atardecer. ¿Qué podría ocurrir si las peleas dejaran afuera a la policía y se trenzara entre grupos extremos? ¿Nos dividiremos en caricaturescos buenos y villanos que usan el mismo método para llegar al poder? ¿Habría que dejar que los bandos se mataran mutuamente sin intervención policial?

El pedestal del célebre guerrillero es una pizarra pública.
El pedestal del célebre guerrillero es una pizarra pública.

¿Y la esperanza?

Hay poco “qué hacer” en el sector. Así lo atestiguan los clausurados edificios de la ex telefónica, el hotel Principado de Asturias, los restos calcinados del ex Comité Olímpico de Chile (Universidad Pedro de Valdivia) y la sopa de letras que cubre la legendaria Casa del Escritor en la calle Almirante Simpson. Abordo el Metro en la estación Salvador, deseando que la razón y la justicia sean los grandes valores que crezcan en Chile. Algunos argumentan que no importa la destrucción material, cuando la causa es justa y los actuantes han sufrido. Lamentablemente, nuestros actos son el reflejo de lo que somos. ¿En qué minuto los jóvenes dejaron de admirar a figuras como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y John Lennon?. ¿Dónde quedó la idea de actuar mejor que tu “enemigo”? . No se trata solo de pobreza. Hace tiempo que las sociedades líquidas han reemplazado los libros, la historia y buenas películas por video juegos, individualismo y fake news? Por ahora, la respuesta late en el plebiscito de abril, en el retorno de la educación cívica y en el mirarse a los ojos como seres humanos.

(Fotografías, María del Pilar Clemente B.)

Adiós a la ex sede del Comité Olímpico y Universidad Pedro de Valdivia.
Adiós a la ex sede del Comité Olímpico y Universidad Pedro de Valdivia.

 

 

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