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Fesal Chain

Escribir sobre Luis Sepúlveda no me es fácil por dos razones, una, su inesperada muerte. Ha sido el primer escritor chileno y ojalá el último, en morir por COVID-19. Esta letal pandemia que arrasa el mundo y que nos devela como los animales desvalidos y egoístas que somos. La otra, más personal. La relación que, aunque virtual, habíamos mantenido por años, que se expresó en conversaciones sobre nuestro trabajo y su positiva respuesta a hacerme una presentación escrita para mi Novela LOS INFELICES, que, sin esa suerte de prólogo, ya está circulando por las librerías de Chile. Las prometidas palabras de Luis, se fueron aplazando por sus idas y venidas por España y Portugal, pero ahora lo sé bien, en especial por la enfermedad que lo atacó muy duro desde el primer día. Quién iba a pensar, que el que terminaría haciendo una nota sobre él, sería yo. A veces la muerte nos ofrece nauseabunda, las más inverosímiles y trágicas sorpresas.

Los novísimos

Luis pertenece a la generación de los novísimos o del post boom, lo que clarifica tanto el particular estilo de su obra, como la mirada que es necesario tener sobre ella. Sin ser exhaustivo, podemos decir que este movimiento, desarrollado desde mediados de la década del ´70, nos muestra algunas características significativas: la inversión del realismo mágico en magia de la realidad cotidiana. El testimonio de las propias aventuras en primera persona desde un narrador-personaje. El exilio interior y exterior, y la consecuente fragmentación tanto de la identidad nacional y de los sujetos que sufren el distanciamiento cultural, o de todo aquello que fue y no volverá jamás. Y finalmente, el uso de la alegoría, es decir donde las pequeñas historias de individuos marginales, llegan a simbolizar una realidad mayor o la tragedia de millones.

Patagonia Express

Acaso sea Patagonia Express el más grande ejemplo de la literatura de Sepúlveda, al menos para mí, es su libro central. Primero, porque allí se imbrica su enorme capacidad de relatar historias de personajes inmersos en una diversidad de lugares y atmósferas y su propio yo. También porque es capaz de presentar a cada uno de ellos en toda su marginalidad, nostalgia y sentido común fragmentado, pero desde la riqueza de una poesía de lo concreto. Así, todas las escenas, atmósferas y seres humanos, incluido el mismo autor-protagonista, van deambulando y desplegándose en un gran fresco realista plagado de detalles, que en una primera aproximación parecieran una especie de colección de anécdotas, pero que, sin embargo, si uno profundiza y reflexiona, son los elementos insustituibles que nos esconden y a la vez nos insinúan fugazmente la comedia y la tragedia mayor. En el caso de Sepúlveda su obligatorio desarraigo y su caminata interminable que confronta un entorno adverso y simultáneamente construye una nueva vida. Parte el texto con las vivencias junto a su abuelo, una especie de padre y formador. Ese viejo que le deja la única misión trascendente, deambular a ninguna parte, que es lo mismo que decir abarcar el mundo, y el volver al pueblo desde donde partió su periplo de emigrante español.

—Este libro será una invitación para un gran viaje. Prométeme que lo harás.
—Lo prometo. Pero, ¿adónde viajaré, Tata?
—Posiblemente a ninguna parte, más te aseguro que vale la pena.
—¿Y la segunda promesa?
—Que un día irás a Martos.
—¿Martos? ¿Dónde queda Martos?
—Aquí —dijo golpeándose el pecho con una mano.

Así, el autor-narrador-personaje, hace un largo recorrido, desde el Santiago antiguo y provinciano, pasando por la cárcel de Temuco y su milico poeta, la casa de putas en la costa ecuatoriana y su cabrona vestida de novia, la asfixiante hacienda de Ambato y el viejo coronel, la viuda arpía y la solterona giganta de olor agrio, hasta llegar a los hombres solos del extremo sur de América, para “volver” definitivamente al bar de viejos y a la casa del hermano del abuelo en Martos.

“El semblante del anciano se tornó serio. Se acomodó en la silla, puso las nervudas manos sobre las rodillas y me examinó de pies a cabeza, de hombro a hombro. ¿Me pediría tal vez un papel? ¿O que me abriera el pecho y le enseñara el corazón?
—María —llamó.
De la casa salió una anciana vestida de riguroso luto. Llevaba el cabello plateado anudado en un moño y se quedó mirándome con expresión cariñosa. Entonces, luego de carraspear, don Ángel dijo el más hermoso poema con que me ha premiado la vida, y yo supe que por fin se había cerrado el círculo, pues me encontraba en el punto de partida del viaje empezado por mi abuelo. Don Ángel dijo:
—Mujer, trae vino, que ha llegado un pariente de América.”

El legado

Aunque el mismo Sepúlveda no terminó viviendo en aquel Jaén “de piedras lunares” de su Tata, lo hizo en Gijón que viene a ser lo mismo. Por ello, es evidente que Patagonia Express nos muestra con gran claridad el sentido de su existencia. El texto es la revelación de su destino, la explicación diáfana del porqué se vio impelido a la vida que llevó. Porque si bien, en palabras de Giardinelli, Luis “fue un volcán patagónico”, también fue un Ovallino del Hotel Chile, un Santiaguino de San Miguel, un GAP en La Moneda en llamas de Salvador Allende, un Temuquense engrillado en el Regimiento Tucapel, un Mapuche del Sur, un Porteño de Valparaíso y de Buenos Aires, un Montevideano nostálgico caminando por la Rambla, un Shuar de Ecuador, un Nica en la revolución sandinista y un obrero de las letras de España, en aquella Asturias “sola en mitad de la Tierra”. Pues Luis no solo nos enseñó a leer y a narrar, sino que nos señaló desde su obra escrita y desde su experiencia, que la patria no es el país rodeado de fronteras, donde uno nace y se ve ilusoriamente obligado a permanecer, sino, sobre todo, aquel territorio interior que viene del corazón y el enorme territorio exterior que nace de la aventura y que no tiene muros, por donde uno debe y requiere vagar, para así resistir y reconstruirse, aunque en ese devenir encontremos la muerte agazapada. Ese lugar sin límites será siempre nuestra verdadera patria.

 

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2 Comentarios sobre “Luis Sepúlveda o el viaje a la verdadera patria

  1. Un autor potente quien además, incursionó en la pugna hombre-naturaleza. El gran paisaje natural versus la codicia y la destrucción, en aquel punto fue profético. Me gustó mucho “El viejo que leía historias de amor” sobre el Amazonas.

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