Compartir

En Patagonia igual que muchos países del norte, las tardes de junio son muy largas y se confunden con la noche.
A las cinco de la tarde ya están aquí la oscuridad y el frio.
Menos dos, tres , cinco grados y más hielo. Hace veinticinco años bajaba a menos dieciocho, menos veinte.
Esta escarcha a veces permanece hasta mediodía, hay días en que se pega en las calles de la ciudad.
Estaremos así dos o tres meses, hasta que vuelva el sol.
Ya pasó a noche más larga, la primavera con su luz llegarán pronto, “Que venga que venga que nadie la detenga”.

Invierno con pandemia, con encierro, con ilusiones de estar haciendo lo correcto, con la contradicción.
Encontrándome con gente y situaciones en las redes, que sin esta pandemia no habría sido posible.
Mirando de frente la muerte cada día.
Amistando y llorando con gente que no conozco y que nunca voy a conocer.
De repente lo lejos se hizo cerca y a pesar de ello, como isla, no pudimos ponernos a salvo.

Siento mucha tristeza.
Me refugio e intento descifrar las notas que Bach escribió entre 1717, 1723.
La música del tiempo sin tiempo.
En el fin del mundo, Bach.
En un espacio y un tiempo que el no imaginó, como yo tampoco puedo imaginar el futuro.

Escribo mientras escucho las rancheras que canta mi amigo Sandro Sánchez desde Puerto Guadal en la ribera del lago Chelenko. En esta noche fría, el acordeón me evoca tantas fiestas camperas que he vivido en esta tierra que es tan profundamente mía. Mis gauchas y gauchos queridos, el olor a establo, el barro en los zapatos, las vacas, los caballos y el cielo inmensamente azul de la Patagonia junto a un amargo amigo que calienta la vida.
La partitura de Bach me acompaña, me invita, me seduce me desafía, me atrapa.

Me siento igual como creo que se sienten mis estudiantes frente a una partitura nueva. Ellas y ellos que tienen ocho, doce, dieciséis años. Son niñas y niños que quieren aprender y descubrir el mundo de la música, vivir en la afinación de este “gran acuerdo” que  describe tan bien nuestro querido  maestro José Antonio Abreu.

Siempre desde Patagonia, el mundo se ve tan cerca y tan  lejos.

Compartir

2 Comentarios sobre “Bach en azul

  1. Me sentí/ senté a tu lado escuchando mi música y la tuya, Magdalena. En este invierno con pandemia recuerdo a menudo a los /las que están lejos. Vivimos un momento único (hanrá alguno que se repite?) dicen . Y en esta extrañeza y la soledad acompañada hace bien ver y sentir que hay personas como tú creando, enseñando, transmitiendo buscando la belleza y compartiendo el afecto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *