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Las consecuencias del asesinato de George Floyd en Estados Unidos se han tomado la agenda internacional en los últimos días, en paralelo al omnipresente Covid, con manifestaciones en ciudades norteamericanas e incluso en otros países en contra de la discriminación de las personas con motivo de su raza.

Ese es el hecho noticioso a grandes rasgos.   Sin embargo, las protestas se han ido extendiendo porque la discriminación es una conducta que no es exclusiva de Estados Unidos y la muerte de Floyd ha servido para reflexionar sobre otras conductas discriminatorias que ocurren entre nosotros, prácticamente en todas las naciones del mundo.   George Floyd no es la primera víctima de la discriminación ni será la última.

Es importante entonces darse cuenta que la discriminación no obedece exclusivamente al odio respecto de un determinado grupo de personas por su raza, su orientación sexual, su identidad religiosa o cualquier otra consideración que se puede calificar como diversa respecto de lo que uno considera como la “normalidad”.

Es más profundo que eso.  La discriminación nace del miedo, del terror a llegar siquiera a reconocer que el negro, el judío, el gay o lo que sea, puedan ser iguales o incluso mejores personas que nosotros, y eso, a su vez, significa que la “normalidad” de ser heterosexual, católico, blanco, no asegura nada y no podemos utilizar esos rasgos distintivos como señal de una pretendida superioridad.

Todos los supuestos sobre los que hemos construido nuestra civilización son puestos en duda, y si la diversidad pasa a ser la regla dominante nos vemos obligados a fundar nuestro valor como personas en otras bases que no hemos considerado hasta ahora, como la inteligencia, la solidaridad e incluso es posible que tengamos que admitir que la cooperación es más significativa que la competencia.

El mundo está cambiando y el cambio no se limita a las ideologías, aunque las roza.   El cambio ahora es cultural, es modificar nuestra forma de ver las cosas y las relaciones entre las personas y entre las personas y el mundo que las rodea.   Primero fue la guerra por la expansión, luego contra el colonialismo; pasamos entonces a la época de las guerras ideológicas y los enemigos fueron el marxismo, el nazismo, la globalización; y ahora hemos llegado a la era de la guerra por la supervivencia, sin un enemigo claro.  No hay cómo mandar un cañonazo contra el medio ambiente ni contra un virus.

Hay nuevos problemas que exigen nuevas estrategias, y debemos empezar por cambiar nuestra forma de buscar la comprensión porque ya no hay superioridades que demostrar.

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Alguien comentó sobre “Discriminación y superioridad

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