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El saliente ministro de Salud Jaime Mañalich Muxi no es un político profesional, aunque en algunos momentos de su vida haya ejercido funciones políticas.   Nadie puede decir que carecía de méritos para conducir una cartera como es Salud, ni que sea una persona esencialmente tonta, y aún así, su caso es digno de estudio desde el punto de vista político, lo que es esencialmente injusto porque no es el campo de su competencia, pero si libremente aceptó desempeñar una función política no sería tampoco justo hacer una excepción con él.

 

Lo que sí tiene es lo mismo que tiene el médico que lo mira a uno con pena cuando, como paciente, no entiende la terminología de su diagnóstico.   Esa incapacidad de entender que uno tiene miedo de lo que le está pasando a su cuerpo y quiere una solución y contención, en lugar de un reproche acerca de nuestro desconocimiento de la medicina básica.  Lo que pasa a nivel individual también pasa en el plano colectivo.

 

Mañalich carece de empatía, pero eso es un atributo del ámbito de la política.  Si queremos que el ministro de Salud sea siempre un médico, resulta difícil  pedirle que además tenga virtudes políticas.   El ex-ministro tampoco cuenta con redes políticas de apoyo por ser independiente de toda militancia partidista.  De hecho, su único respaldo era el Presidente de la República, quien seguramente tuvo que poner en la balanza su amistad personal con la necesidad de mantener a flote su Gobierno, que ya venía dañado desde antes de la pandemia.

 

Por otra parte, hay que reconocer que para cualquiera es difícil enfrentar una pandemia de carácter planetario que aún no es del todo conocida.   Lógicamente la conducta de soberbia y la incapacidad para trabajar en equipo con gente ajena a su ministerio afectaron el desempeño de Mañalich y le significaron reacciones adversas incluso dentro del propio oficialismo.   A eso hay que agregar sus constantes conflictos con otras figuras que mantenían opiniones distintas, con duras descalificaciones incluidas, su triunfalismo y la confusión en el manejo de las cifras de enfermos y fallecidos.

 

Desde otro punto de vista, incluso reconociéndole sus competencias y su esfuerzo personal que le podría haber significado incluso su propio contagio, hay que señalar que esa sola valoración no justifica mantenerlo en su cargo.   La decisión pasa por los resultados, y desde esa perspectiva no se puede desmentir que lo que queda de su paso por el Gobierno es negativo, a pesar de algunos aspectos positivos.

 

¿Culpa de él o de las circunstancias?   Es difícil decirlo, pero sí es evidente que se requería un cambio, luego que el propio Mañalich reconociera que la base de su estrategia se derrumbó como un castillo de naipes.

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Alguien comentó sobre “El caso “Mañalich”

  1. Efectivamente, él mismo confesó sus falencias públicamente, en especial en la entrevista de Cristian Warnken. Coincido con lo que indicas, sin embargo, la aceptación o no de su reemplazante indicará hastá que punto fue una falla personal de Mañalich o en realidad, cualquier ministro de salud será criticado y demolido hasta el Plebiscito.

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