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En Mirasol se destaca una casa blanca, plena de flores. En ella, las visitas son anunciadas por los ladridos de Estrella y Luna, más el gong de una vieja campana. Es “Villa Pilarica”, el hogar de los hermanos Juan y Pilar Beneyto Noguera, dos valencianos residentes en Chile desde hace cincuenta años. Juan (el mayor) fue publicista. Trabajó con su padre hasta que problemas bronquiales lo impulsaron a trasladarse con camas y petacas a esta casa, cuyo nombre honra a su madre y a la Virgen de Zaragoza. En el 2005 se le sumó su hermana Pilar, quien había jubilado como secretaria de un  estudio de abogados. Aunque ella disfrutaba la vida social santiaguina, decidió retornar al lugar de sus felices veranos. Pronto, los hermanos se unieron al programa “Años dorados”, a las juntas de vecinos y a los eventos parroquiales. Hoy, durante la temporada turística, venden libros y antigüedades en el mercado de las pulgas, que cada sábado alegra la Plaza Mirasol. Así, mientras Juan se entretiene en quehaceres hogareños, Pilar pasea a las perritas y ayuda a regar las rosas de la plaza. Ambos  son miembros del coro “Canto Mayor”, dirigido por Juan Carlos Torrealba. En Navidad, las castañuelas de Pilar dan salero a los villancicos. Sin duda, todos conocen a los hermanos Beneyto Noguera.

Los españoles dejaron su huella arquitectónica en Algarrobo
Legado de los españoles en Algarrobo, Chile

Rumbo a Sudamérica

En 1950, Juan tenía dieciocho años y Pilar doce cuando abordaron el “Donizetti” en el puerto de Barcelona. Era una moderna nave perteneciente a la Sozietá di Navegazione. La empresa italiana poseía tres barcos con nombres de compositores de ópera destinados a cubrir la ruta a Sudamérica (los otros eran el “Verdi” y el  “Rossini”).

La travesía se demoró un mes hasta Valparaíso. Para la pequeña Pilarica jugar con otros niños, cenar con los mayores y explorar los fascinantes rincones del navío, despertaron su amor a los viajes y a la independencia. De hecho, a lo largo de su vida repitió el mismo trayecto (que en la actualidad dura ocho días) además de numerosos tours por el mundo. Por supuesto, su oasis siempre fue Algarrobo.

Comunidad ibérica

“En Santiago, mi papá (Juan Beneyto) abrió la agencia de Publicidad Sur. Mi hermano fue su brazo derecho y yo los acompañé como secretaria durante varios años”. Juan recuerda que en esos tiempos, el avisaje y las campañas eran un negocio de vanguardia. Por razones lógicas, sus mejores clientes fueron los españoles e italianos que estaban prosperando en Chile.

En 1900, nuevas oleadas de inmigrantes habían dado vida al Banco Español-Italiano, el cual se consolidó como Banco Español en 1905. Los refugiados de la guerra civil (1936-39) y la posterior llegada de familias dispuestas a invertir (como los Beneyto Noguera) revitalizaron el legado ibérico de la economía chilena. Así, los hermanos evocan sus primeros años en el país, paseando por el elegante centro de Santiago, recorriendo las tiendas emergentes de Providencia y participando en el recién inaugurado Estadio Español (12 de octubre de 1950). Para entonces, aquel edificio de arquitectura mediterránea (situado en calle Neverías), era un hito aislado, perdido entre los campos y chacras de Las Condes.

Veranos en Algarrobo

Varios de los fundadores del Estadio Español eran clientes de Publicidad Sur. Personas como Severiano García de “Los Gobelinos” y Santiago Mingo de “Calzados Mingo”. Entonces, los Calderón (dueños de Ripley), hablaban sobre un maravilloso balneario llamado Algarrobo. Era conocido como el paréntesis estival de la fauna política criolla. Los mismos que en la capital se peleaban en el Parlamento y dividían fuerzas entre los “pitucos” del Club de la Unión y los “atorrantes” de la Quinta de Recreo “El Rosedal”, en la costa eran capaces de compartir fraternalmente una merluza frita y un pisco sour junto a los pescadores.  Relajados, conversaban Carlos Alessandri, Salvador Allende, Eduardo Frei Montalva, Carlos Troncoso, Carlos Miquel y Carlos Antiquera, entre otros.

La hermosa mansión color rosa de los Alessandri era “la joyita” de Algarrobo. Por su parte, las casas de piedra construidas por los honorables le daban un aire cosmopolita al balneario. Atraídos por este ambiente, los empresarios ítalo-españoles comenzaron a comprar y habilitar sus segundas viviendas.

Familias de los años 50 al 60s

A mediados de los 50’s, existían dos importantes hoteles en Algarrobo: El Aguirrebeña (ubicado donde hoy se encuentra “Casa e Ideas”) y el Cantábrico (actual “Pacífico”). En este último se hospedaban los veraneantes españoles, ya que la familia propietaria (los Forcelledo), eran también connacionales. “Mis padres eran amigos de Jesús López. Su  esposa Pepita y su hijo Luis eran dueños de la Casa Cohen. Eran muy simpáticos y junto a Miguel Llodrá creaban un ambiente muy grato”, dice Pilar. Como buen publicista, Juan recita: “Camisas Llodrá, las que visten a la ciudad”.

El hotel Cantábrico era moderno, con terrazas escalonadas, jardines, piscina y se podía caminar directo a la playa (no existían los actuales edificios de la costanera ni las galerías). Los hermanos recuerdan que en el salón se jugaba al cacho, naipes y dominó. Los que más disfrutaban de los torneos eran los Gámbara (de telas “La Soriana”) y  Juan Pómez, abogado del Banco Español. Los Pómez construirían una de las casas estilo mediterráneo más bonitas en la entrada de Algarrobo (playa Las Cadenas). Las otras corresponden a los Maino Canales (italianos) y a los Maiza Melero. Cabe indicar que Rufino Melero fue el principal fundador del Estadio Español (la propiedad pertenece a su hija Rosario). Entre los italianos figuraban los Rastello (tienda de ultramarinos en calle Estado) y los Panizza, propietarios de una bombonería en Agustinas.

Pilar recuerda que había un cine que daba buenas películas, pero la higiene era dudosa: “En las tardes nubladas nos entreteníamos allí, claro que salíamos llenos de pulgas”. Los bailoteos eran en el Hotel Italia de El Quisco o en el Centro Español de Valparaíso. Entre los paseos figuraba el explorar las dunas que circundaban la laguna que daba el nombre al restaurante “Los Patitos” (las mismas que fueron arrasadas por San Alfonso del Mar). Navegaban allí en bote. Juan evoca la naturaleza, las horas de caminatas a las cascadas y los espectaculares bosques de El Canelo y Canelillo. Infaltables eran los atardeceres en Mirasol y  las flores silvestres en los humedales. “La verdad es que era mucho más hermoso que ahora. Además, como no estaba construido el túnel Lo Prado, el viaje desde Santiago se hacía pasando por Melipilla. Había un criadero de ranas muy hediondo y más adelante estaban los restaurantes para almorzar. A la costa se entraba por Cartagena”.

playa de Mirasol
Las vistas desde los acantilados de Mirasol eran hermosas

Mirasol, campo y vacas

En 1952, uno de los clientes de los Beneyto (Propiedades Fuenzalida) estaba vendiendo terrenos en Mirasol. Los hermanos explican que la familia compró sin ver. “Les bastó saber que iban a estar frente a la Plaza”, dice Pilar y agrega: “No solo se accedía a los acantilados. Por todas partes circulaban las vacas de la señora María. Varios campesinos tenían sus parcelitas por aquí. Algarrobo era urbano, pero Mirasol era una zona muy pintoresca”. En 1962, cuando los Beneyto Noguera visitaban la Primera Feria Internacional de Santiago (FISA) en Los Cerrillos, quedaron encantados con los modelos de viviendas prefabricadas del Hogar de Cristo. “El estilo cabaña era perfecto para el campo”, explica Juan.

Otros españoles ya estaban instalados en Mirasol. Muy cerca, residía Julio Azcarate, industrial del fierro. En la calle Heimpell veraneaba Enrique Morgado, dueño de una imprenta. En Vista Hermosa se ubicaban Antonio Valverde y Adolfo Torrá, de la Viña Mendoza. En la avenida Mirasol estaban los Jaume Rueda y en la calle Buenos Aires, vivía Encarnación Climent. “A las dos nos gustaban las celebraciones del Estadio Español. Ella hacía buñuelos, mientras Juan y yo bailábamos danzas valencianas. Por supuesto, ayudábamos a vender paellas”.

Pilar y la autora del artículo.
Pilar Beneyto guarda indelebles recuerdos.

Los balleneros de Quintay

Otro grupo de españoles llegó a Quintay para trabajar en la industria ballenera en esos mismos años 50’s. El gallego Luis Pita y el riojano Lorenzo Moreno se ganaron el pan en dicha factoría (hoy, un museo en homenaje a los cetáceos). El vasco Teodoro Antolín abrió una tintorería en Valparaíso y vendió quesos, los que solía ofrecer a los balleneros. Por supuesto, el lugar de encuentro de los coterráneos era el Centro Español porteño, donde tocaba la orquesta de Lionel Astudillo. También se reunían en el salón del Hotel Prat, el casino de Viña del Mar y las onces-bailables del café Samoyedo. En 1954 causaron sensación la bailaora de flamenco Carmen Amaya y los ritmos tropicales del famoso Pérez Prado.

Fiesta de la primavera

Evocando el antiguo Algarrobo, los hermanos extrañan la grandiosidad del Mes de María, el Vía Crucis y la fiesta de la primavera. “Se organizaban carros alegóricos y un colorido carnaval. Esos festejos nos hacían sentir en España, donde cada pueblo tiene sus tradiciones”. Las miradas de ambos se pierden en la nostalgia. Aunque todo ha cambiado, mantienen la esperanza de que el litoral sea capaz de conservar las bellezas naturales y la cultura que les marcó la adolescencia de recién llegados.

(Fotografías María del Pilar Clemente B.)

ex ballenera de Quintay
A esta caleta de Algarrobo llegaron muchos españoles

 

 

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10 Comentarios sobre “Españoles en Algarrobo… ¡Olé!

  1. Me gustó mucho ya que son recuerdos preciosos.Mi abuelo era Alfredo Forcelledo Casado Con María Matinez en ese tiempo tenían el Hotel Cantábrico .Yo era pequeña pero ahí estaban mis abuelos,mis bis abuelos miquerida tía Pepa esposa de Jesús Lopéz dueño de la Soriana.

  2. Estimada María del Pilar:
    Felicitaciones por el hermoso y emotivo artículo destacando a nuestros amigos Pilar y Juan Beneyto desde su llegada a Chile y principalmente a Mirasol.
    Gracias por tu aporte a este lindo lugar.
    Saludos a tu esposo.
    Un abrazo,
    Juan Carlos Torrealba

  3. Pilar, amiga, que lindo relato!

    Con tu narración nos adentramos en un paisaje, físico y emocional , encantador. Nos hace soñar con un pasado luminoso y romántico.

    Felicitaciones!

  4. Me encantó este relato de los “años dorados” de nuestro Algarrobo querido me refiero al total de la comuna) …..Era precioso todo y sigue precioso durante el año cuándo hay poca gente…Mirasol mantiene esa belleza de balneario antiguo, con calles sin pavimentar y casas pulcras con lindos jardines….La historia de Juan y Pilar es muy bonita..Me encantó el relato

  5. Excelente relato de Juan y Pilar! Que hermoso era nuestro Mirasol. Yo me enamore de este pueblito mar-campo, cuando a finales de los años 60 veraneábamos en algarrobo e isla negra, era tradicional venir a la puntilla de Mirasol a ver la puesta de sol! Mis padres , mi hermana y en ese tiempo, Poncho, que fue mi primer espiso, disfrutábamos de tan bella vista! Mi sueño fue hacerme una casita y lo logré en el año 84, cuando , cuando ya estaba viuda y con mi hijo!

  6. Que maravillosa publicación
    Mi padre Carlos Troncoso y su amigo (yunta) Carlos Miquel siempre recordaban los veranos en Algarrobo.
    Gracias Pilar.

  7. Que lindos recuerdos a la altura de grandes y preciosos amigos.
    Dicha y felicidad para ellos.
    Con el cariño de siempre.
    Fedor y Ana Rosa

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