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Grandes expectativas ha provocado el aparente divorcio en las filas del oficialismo, en especial en la UDI, a propósito de la votación del proyecto que permite el retiro anticipado del 10 por ciento de los fondos previsionales de las personas como una medida para paliar las dificultades económicas derivadas del Covid, y se ha interpretado lo sucedido como el anuncio del quiebre de la coalición oficialista.

A partir del hecho que este proyecto específico cuenta con más del 80 por ciento del apoyo ciudadano, la aparición de un grupo de diputados y senadores de Gobierno dispuestos a votar junto con la oposición no tiene más interpretación que la necesidad de competir en mejores condiciones en las próximas elecciones, que es la primera aspiración de un político, en especial cuando los liderazgos de su sector están debilitados por una mala gestión del gobernante de turno y ello puede dañar las posibilidades electorales de sus parlamentarios.

Se ha hablado de la dicotomía entre el deber del político de actuar con responsabilidad y su obligación de representar al electorado, variando los calificativos empleados por cada bando para justificar su posición y denigrar la argumentación del adversario, pero eso está muy lejos de servir para aseverar que en la derecha hay una especie de crisis terminal que, a su vez, se traduciría en una derrota definitiva del actual Gobierno.

Al igual que en la oposición, en el oficialismo la amistad entre los partidos de un pacto se subyuga a las necesidades electorales y de la conservación del poder, a pesar de las diferencias naturales que pueda haber entre ellos.   Las disputas ocasionales no conducen a separaciones definitivas y hay mucho de exhibición ante un electorado que apoya determinada iniciativa de ley.

Los grandes bloques políticos en nuestro país responden históricamente a visiones bien definidas respecto de la forma en que debe organizarse la sociedad y esas afirmaciones no se modifican en lo esencial por diferencias momentáneas.   De la misma forma en que las disputas familiares generan distanciamientos que se salvan cuando se trata de proteger la unidad del clan, en política sucede lo mismo.

En cierta forma, la confianza en que esta disputa se traduzca en un quiebre permanente proviene más de la esperanza de sus contrincantes por ver facilitada su posición en las próximas luchas electorales, ya que en ambos bandos se viven diferencias similares que amenazan la siempre predicada unidad y que siempre son dejadas de lado cuando se trata de la disputa por el poder.

Sabido es que no es prudente meterse en las peleas familiares porque el intruso siempre resulta ser el perdedor.   En estos casos la prudencia obedece más a la responsabilidad con los asuntos propios que a las convicciones.

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Alguien comentó sobre “Un Asunto Familiar

  1. Como buena pelea familiar, los resultados tienen que ver con los jóvenes que se independizan de los viejos y el sentido de la oportunidad. La gran pregunta es si habrá reconciliación o un largo quiebre. Formarán una nueva alianza los que dejan el “nido”?

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