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Lo colectivo ya es propio (Juan de Regules, Sherpa-X)

La caída del muro de Berlín (1989) y el ensayo de Francis Fukuyama “El fin de la historia” fueron los simbólicos hitos que marcaron el debilitamiento de los Estados nacionales y el advenimiento de la globalización. La Unión Europea, los avances tecnológicos (al alcance masivo), comunicaciones, turismo, trabajo internacional, la activación de los mercados y bajas de precio, parecieron poner punto final a las luchas ideológicas. La balanza se inclinó en favor del capitalismo y de la democracia liberal. Paradojalmente, el temor a la homogenización, el desplome de las identidades locales (y de los grandes medios de prensa), más la agresividad comercial (competir con “pillerías” como la información privilegiada, sueldos bajos y la obsolescencia programada) generaron resistencia frente al monopolio de las nuevas corporaciones y a los desastres ambientales. Se comenzó a hablar del “malestar social”, entendido como ciudadanos con mejor calidad de vida, pero descontentos. En este duro panorama histórico, el economista social Jeremy Rifkin irrumpió en la escena intelectual con su estudio “El fin del trabajo” (1995), seguido por “El siglo de la Biotech”. Sus observaciones sobre el fenómeno de la globalización lo convirtieron en eminencia mundial. Sin duda, su libro más polémico fue la “La tercera revolución industrial” (2011). Según el autor, el círculo vicioso de las anticuadas energías fósiles está llevando al planeta a situaciones extremas, las que estallarán si los gobiernos en forma conjunta no se hacen cargo. Acuñó el concepto de “capitalismo colaborativo”, una forma de describir la inevitable necesidad de actuar global para resolver las catástrofes climáticas, recursos naturales, migraciones, enfermedades, armamento, agua potable y otros fenómenos que trascienden fronteras. Señaló que los negocios on line, la tecnología y el conocimiento al alcance masivo (internet) estaban transformando los antiguos parámetros laborales, la propiedad intelectual, la forma de vida, las necesidades de los individuos y de las comunidades.

¿Estamos viviendo la glocalización?

El término fue creado en 1980 por Ulrich Beck y se traduce como “Pensar global y actuar local”. Consiste en desarrollar las identidades de la sociedad civil, destacar sus diferencias y darles valor en la cultura-mercado global. Pensadores como el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda y el economista portugués Boaventura de Sousa Santos describen el nuevo sistema colaborativo como una relación solidaria entre todos los humanos. Se basan en que la explosión demográfica, los combustibles, el crecimiento y la explotación infinita del planeta ya no son viables.

Fals Borda relata que un modesto pescador lo sorprendió con una palabra curiosa: “senti-pensamiento”. Aquel ingenuo (pero profundo) neologismo, lo hizo plantearse la necesidad de “pensar con el corazón”. El sociólogo analizó la raíz latina “cor” (corazón) y su presencia en tantas palabras fraternas del castellano: “cordialidad”, “recordar” y “concordia”, sin contar las del portugués, italiano y francés.

Empresarios solidarios

En marzo, diversos pequeños y medianos empresarios latinos en los Estados Unidos comenzaron a contactarse a través de las redes digitales. Al principio fue una forma de apoyarse y conocer sobre los drásticos cambios provocados por la pandemia. Liderados por Yeni Toro y Brenda Nava, conformaron la organización #UNPASOADELANTE para desarrollar ciclos de conferencias (en la naciente modalidad del webinar), La iniciativa finalizó con una red de emprendedores, profesionales, técnicos, artistas y escritores, unida por el interés solidario de salir adelante y compartir esfuerzos. Conceptos como renacer, reinventarse, marketing digital, ventas on line, cocina saludable, mejorar las defensas biológicas y mentales, crear marca personal y cómo sobrevivir colaborando (en vez de “matar al competidor”) fueron algunos de los temas abordados.

Justamente, fue Yeni Toro (CEO Yeni Toro Go Editorial, creadora de los equipos de trabajo #Unpasoadelante, #myfingerprint y #Mihogar entre otros), quien expuso a la comunidad hispana las proyecciones de la “Glocalización”. Comparó la nueva realidad comercial con una pareja de enamorados: El señor Internet y la señora Solidaridad. Como toda relación amorosa, ambos pueden potenciarse en un propósito común, sin dejar de sufrir algunos sinsabores o problemillas. El viejo método de vender por volumen (acosando al cliente y despreciando al pequeño comerciante) perderá vigencia  después de la pandemia. “El ingreso forzado al sistema digital ha generado nuevas relaciones de negocios y acuerdos comerciales. Todos debemos ganar al sumar las redes de proximidad local en el entorno global. Más que vendedores, hoy requerimos trust advisors, consejeros que asesoren y generen lazos con clientes globales-locales”.

Responsabilidad ante los cambios

Otra de las ventajas de la glocalización es el empoderamiento de las comunidades, pues las hace impulsoras de los cambios. Esto implica asumir responsabilidades y manejar una ética de bien común. Así, cualidades como la honestidad, disciplina y empatía serán buscadas en los líderes locales-globales post pandemia. “Dejaremos  de ser entes que solo observan y acatan. Podemos ser constructores de un nuevo orden social que nos beneficie a todos”, explica Yeni. Agrega que, lo negativo se encuentra en las pugnas del poder político (dividir para reinar), la confusión generada por las fake news y el tipo de reacción futura que puedan tener las religiones frente a estos cambios (temor al fanatismo).

Uno de los mentores de Yeni es Juan de Regulés, CEO de Sherpa X, un modelo de negocios donde cada individuo construye y comparte una red de proximidad en el universo social y digital. Son liderazgos colaborativos, que se pueden organizar  promoviendo las maestrías y servicios de cada integrante. Estas interacciones de intercambio positivo (no acoso) generarían los alcances “glocales” para cada negocio o actividad cultural. “Aquí entra también la marca personal. Hoy, no solo las empresas presentan su imagen ante el mundo, también las personas”. Así, el conocimiento de herramientas digitales, tecnologías de comunicación, fotografía, videos, diseño, informática, marketing, inteligencia artificial y otras, se vuelven tan necesarias como el conocerse uno mismo, explorar los talentos, la autoestima, el mindfulness y el life coaching. Descubrir el propósito vital de cada persona y crecer como líder e intérprete de su comunidad son claves para los glocalistas.

Superar el conflicto

Previo al Covid-19, los conflictos humanos han oscilado entre el invasivo miedo a la  globalización, la caída de los paradigmas postmodernos, o el mirarse el ombligo en  pequeñas identidades locales. Paralelamente, se ha potenciado el empoderamiento de la sociedad civil frente a gobiernos congelados en la Guerra Fría o en la negación del cambio climático. La pandemia y el salto gigantesco al mundo virtual puede ser la oportunidad para llegar a un desarrollo sustentable, a mejorar el valor ético de las personas y de las relaciones comerciales. Ser glocal no es aislarse o pelear en contra de la hegemonía, por el contrario, es un equilibrio que nos recuerda la visión del  filósofo canadiense, Marshall Mcluhan: “La velocidad eléctrica tiende a abolir el tiempo y el espacio de la conciencia humana. No existe demora entre el efecto de un acontecimiento y el siguiente (…) La Era de la información reproduce a cada aldea en el mundo. Vamos hacia la aldea global”. Entonces, en los años 70’s, él se refería al cine, la radio, la prensa, el teléfono, el automóvil, aviones y la televisión. Salvo los científicos, nadie imaginaba el poder de la internet y el remezón de una nueva pandemia.

 

 

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2 Comentarios sobre “Glocalización, menos competencia, más colaboración

  1. Gracias apreciada María por enseñar nuestro trabajo a otros. Como decimos en UnPasoAdelante “Unidos somos poderosos”
    Tenemos la misión de ser gestores de cambio y debemos enseñarles a nuestros hijos a transformar el mundo desde nuestros propios actos.

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