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(Notas de las conversaciones con Magadalena Seoane y Grace Molina con ocasión del rito de celebración de la primavera de la Ruta de la Danza)

Ser parte de toda sociedad implica una poda cultural y neurológica que moldea desde las creencias hasta el tiempo, desde la lógica hasta el cuerpo, desde el lenguaje hasta la voz. Lo que crece corresponde al “individuo social”, lo cortado queda en las zonas del misterio y la nostalgia.

La contemplación e inmersión en la naturaleza reconstituye las zonas podadas del ser. Hasta en los troncos que parecen secos y desde las raíces ocultas bajo el suelo crecen insospechados brotes, nuevas ramas, nuevas plantas.

Un manzano me guía por los caminos del jardín y riega las sinapsis dañadas, inyecta el flujo de la Vida milenaria. Arborezco.

El marrón se vuelve arcoiris, la copa es una galaxia y las raíces tocan las mías. Redescubro los duendes y las hadas de la infancia de antes de la poda social. Arborezco.

Las ramas de la pertenencia crecen y las de la separación pierden fuerza. Uno con las plantas, los animales, las aves, los insectos, la vida. Arborezco.

El manzano me abre un portal a la naturaleza, a lo vivo, a lo orgánico. Soy parte de la Vida, del Todo, soy uno con Todo, fluyo sin mente. Arborezco.

Las decisiones surgen de la confianza, del amor, los miedos se diluyen junto con la domesticación de la mente. Cerca del fluir compasivo, confío en la belleza del presente. Arborezco.

Soy con las plantas, el alma y el cuerpo, la vida y la mente, la abstracción y lo orgánico se entretejen como hebras verdes de jazmín hasta florecer. Arborezco.

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2 Comentarios sobre “Arborecer y la ruta de la danza

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