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Ventanas

en estilos modernos,

antiguas o restauradas;

algunas vestidas

con cortinas elegantes

otras con sofisticadas persianas

y las más audaces desnudas

o con visillos insinuantes.

Ellas son,  sin lugar a dudas,

los ángeles de una morada,

los ojos de una casa.

Siempre observando atentas,

felices en  primaveras,

nostálgicas en otoños,

trémulas  en  inviernos  y  veranos,

señoriales al contemplar el  júbilo

o sufriendo por una triste  escena;

las ventanas,  nuestras  inseparables

compañeras  calladas,

cuando  vigilamos incansables

el pronto regreso

de una presencia amada.

En un día frío, empañadas de vapor,

pizarra  lúdica para dedos vivaces,

ansiosos de plasmar dibujos,

nombres  y señales;

y también para besar,

con juguetones  labios infantiles,

a  los cristales.

En sus democráticos alféizares

canta un pajarito,

se trepa una planta,

un gato se luce

o un niño se sienta;

un bizcocho se enfría

o se seca la ropa apurada.

Cuando la salud se aleja,

cuánta  alegría

traen las ventanas;

porque  atrapan la luz mágica

del Sol de la mañana

y la de las estrellas que arrullan

al final de la jornada.

El día en que todo cambie

y  las ventanas hablen,

algunas  llorarán por lo perdido,

otras  cantarán alabanzas

y, con seguridad, todas

darán gracias,

por haber sido

sólo ventanas.

 

 

 

 

 

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2 Comentarios sobre “Cuando las ventanas hablen

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