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Ídolos con pies de barro, se suele decir como para marcar la diferencia entre un ídolo y un dios, dándose a entender que el primero es un humano que presenta zonas grises o tiene flancos que no son tan plausibles como los que exhibe y que le valen ser idolatrado por el público.

La muerte de Diego Armando Maradona es un ejemplo del ídolo con pies de barro: Un jugador de fútbol sumamente talentoso que tuvo una vida privada criticable, pero que nos permite apreciar, una vez más, la diferencia que existe entre nuestro país y otras naciones a la hora de aplaudir o abuchear a cualquier figura que se destaque, así como expresiones de adoración que nos pueden parecer extrañas.

Los chilenos no solemos ensalzar a nuestros ídolos, menos en vida, aunque hay algunas excepciones.  La conducta normal es el chaqueteo, expresión que tiene diversas acepciones en América Latina según el diccionario pero que en el caso de Chile es claramente el propósito de impedir que otra persona sobresalga, recurriendo a malas prácticas que, por lo habitual, apuntan al desprestigio de esa persona.

Hay sin embargo un proceso de adoración similar que consiste en la emulación de las posturas de cualquier líder de opinión, y ello se produce tanto dentro de la política como fuera de ella.   Es habitual que adoptemos los juicios de quienes consideramos como más informados e inteligentes que nosotros, sin filtrar sus juicios por el tamiz del cuestionamiento ni la comparación con nuestras propias opiniones previas.

Es comprensible la adopción de esta conducta en una sociedad que sufre de saturación de información y de una verdadera guerrilla visiones contrapuestas.   Cuando nos vemos expuestos a mensajes contradictorios y tendenciosos, como suelen ser mayoritariamente cuando se trata de conseguir la adhesión de las personas respecto de determinados conjuntos de ideas, solemos simplificarnos la tarea imitando a quien nos genera confianza en sus juicios, pero hay que hacerlo con cuidado, sin renunciar a nuestro propio criterio respecto de las cosas.

A esta desorientación causada por el exceso de información se suma otro fenómeno, relacionado con nuestra necesidad de sentirnos parte de un grupo más amplio que nos brinde cobijo frente a las convulsiones sociales, y de esa forma no solo seguimos los juicios de un líder de opinión sino que además adherimos al conjunto de personas que abrazan esas posiciones, y en ese sentido la adscripción a determinadas opiniones guarda cierta similitud desde el punto de vista sociológico con la pertenencia a un credo religioso al que nos incorporamos para ser aceptados.

Sin duda, es legítimo pero es importante entender el proceso mental y emocional por el que delegamos nuestra libertad personal de raciocinio en otros, sabiendo que pueden ser ídolos con pies de barro.

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