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Como si fuera una tendencia de las redes sociales, muchos han estado preparando las candidaturas para los integrantes de la Convención Constituyente, a elegirse el 11 de abril del próximo año, junto a los gobernadores regionales, alcaldes y concejales.   Se han planteado ideas, de acuerdo a las inquietudes de cada cual, y han surgido candidatos en todos los sectores, especialmente independientes que parecen ser el lema de la temporada electoral de una ciudadanía que desconfía de los políticos “tradicionales” pero no se atreve a incursionar en el “que se vayan todos” que ha ocurrido, sin éxito, en otras naciones.

Hay, sin embargo, un aspecto que no ha sido tomado en cuenta y que es conveniente tener presente.  Como es imposible que un candidato a constituyente pueda tomar contacto directamente con cada uno de sus posibles votantes, están obligados a recurrir a los espacios que puedan obtener en los medios de comunicación para darse a conocer a sí mismos y a sus propuestas.

Este es un flanco débil del ejercicio democrático, ya que como en nuestro país la libertad de crear medios de comunicación está asociada a la disponibilidad de recursos económicos, la prensa decide libremente a qué candidatos entrega espacios para difundir su sola existencia y resuelve también con total libertad a los candidatos que son del gusto de los propietarios de los medios para resaltar de manera particular, mejorando de manera ostensibles sus posibilidades de resultar electos.

Esta situación es inobjetable, desde que se permitió la libertad de emprendimiento en el ámbito de los medios de comunicación y la verdad es que una alternativa distinta podría ser peor.  Ya pasamos por un período de 17 años en que la autoridad política decidía qué medios y cuáles no.   Otra posibilidad sería que el Estado obligue a la prensa a publicar todos los nombres de los candidatos, pero aún persiste en el Estado una visión binominal, heredada de más de 25 años de sistema electoral binominal, y si las posibilidades de un candidato alternativo son mínimas, las de uno que es alternativo e independiente son prácticamente imposibles.

Están, por supuesto, los medios digitales no tradicionales, pero en la práctica sus contenidos son filtrados por su propia línea editorial y llegan principalmente al público que comparte esas ideas.

Lo mismo ocurre con las ideas que se instalan en el centro del debate.  No son las que propone los ciudadanos comunes y corrientes, sino las que promueven los partidos y los medios de comunicación, que actúan en los hechos como constituyentes no elegidos por nadie.   En esencia, esa priorización de conceptos no es negativa porque, de todos modos, sirve para promover el debate y la reflexión, pero debemos tener en cuenta que la realidad que se nos presenta no es toda la realidad.

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