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El Frente Amplio (FA) nació oficialmente el 21 de enero de 2017 con la promesa de renovar la política, claramente con un propósito transformador que lo colocó en el lado izquierdo de los partidos políticos.

En la elección siguiente lograron subir de los 3 diputados afines a esa corriente a 20 diputados y un senador.   Sin embargo, y como dice el dicho “Otra cosa es con guitarra”, y pronto se comenzaron a replicar algunas de las conductas que criticaban a los partidos políticos tradicionales además de las inevitables disputas por el poder y la constatación que el ejercicio de la actividad política en el mundo de los adultos no es el mismo que se produce en las universidades y comenzaron las crisis que se han venido acumulando.

Así, en estos casi cuatro años renunciaron a Revolución Democrática primero el diputado Renato Garín y en estos últimos días los diputados Pablo Vidal y Natalia Castillo.  Giorgio Jackson anunció que no iría a la reelección y se dice que la diputada Maite Orsini se iría a estudiar al extranjero.   Casi inmediatamente, se retiró del FA el Partido Liberal con dos diputados más (Vlado Mirosevic y Alejandro Bernales), como lo hicieron antes los tres diputados del Partido Humanista y uno del Partido Ecologista Verde.  .   Cabe agregar que, si bien hay una crisis transversal con numerosas renuncias de militantes, RD es el segundo partido con más renuncias después de la UDI.

Después de desahuciar un pacto para la elección primaria de gobernadores y alcaldes con los partidos de la antigua Concertación y privilegiar un acuerdo con el Partido Comunista, el FA logró convocar a las urnas solo a la cuarta parte de votantes de lo que lograron las colectividades correspondientes a la vieja y maltratada Concertación a la que se proponían reemplazar.

 

Los datos duros muestran que el FA no está consiguiendo llegar en condiciones competitivas a la siguiente elección presidencial prevista para el 21 de noviembre del próximo año, y naturalmente esa constatación afecta el entusiasmo inicial de quienes pretendían renovar la forma de hacer política.

Si bien no se puede negar que el FA ha sido un aporte en algunos ámbitos, la falta de madurez de su dirigencia les impidió sortear con ventajas el estallido social y no han podido asumir el liderazgo que pretendían hace solo cuatro años atrás.   Naturalmente, como ocurre en política sus mejores representantes tendrán espacio en los partidos tradicionales, pero lo grave de la herencia que dejan es que la ilusión de renovación va a generar un desencanto ciudadano que dañará aún más la escasa confianza en los partidos políticos, y eso puede abrir espacio para cualquier tipo de aventuras, ya sean populistas, anarquistas o golpistas.

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