Impregnadas de amor,
peligros y ofertas,
son las calles escenarios
para todo tipo de encuentros.
Escaparates atrevidos,
que en mezcla cosmopolita
unen lluvias, soles y vientos,
con seres tristes, otros más alegres
entre paraguas, abrigos,
mascotas, palomas
vendedores y niños traviesos.
Laberintos propicios
para miradas furtivas
y comentarios indiscretos,
mientras la moda inexorable
apresa a transeúntes,
transportes, rutinas y cabellos.
Con orillas adornadas por casas,
jardines y puertas;
ventanas, cortinas,
oficinas e iglesias,
son el espacio que nos une
bajo el cielo perfecto.
Incansables a pleno día
y cada noche vestidas
de elegante terciopelo negro,
muy dispuestas a lucir
como luminosas joyas
estrellas y fases de luna
junto a faroles y luces
que aporta el tendido eléctrico.
Zonas de alianza y vida
el paseo más anhelado,
si la salud juega con uno,
a las escondidas,
o algún suceso nos obliga,
a recluirnos por un tiempo
como capturada avecilla.
Caminar por las calles,
bendita monotonía,
añoranza del anciano,
y paseo predilecto
del joven que el vuelo inicia.
Sinfonía de proyectos
y sobre todo libertad
de elección y consentimientos;
experiencia sagrada,
que en muda vigilia
une a los habitantes
de toda villa.
La vida de la calle,
ya sea a pleno sol,
o plena luna
de noche o de día;
festivo, laboral
o una fecha importante
que el recuerdo acaricia
es y será siempre
pura magia y poesía.
Poéticamente descritas las calles. Son así, sin importar de dónde: America, Europa, Asia, cuidades grandes, chicas, pueblos.
Gracias Mariana por tu comentario, pienso lo mismo que tú.