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La artista Visual y filósofa, Paula Urzúa, inaugura este jueves 9 de septiembre en la Galería Montegrande, Barrio Lastarria, la exposición “Arriba bajo fuera dentro”: una mirada al siglo XX, a su maquinaria y su luminaria que comenzó a extirpar al hombre su saber cósmico.

 Esta es una historia terrestre, tan material como el cuerpo. Se trata de un tejido arácnido como todos los eventos vividos por los siglos de los siglos. Configurado por cada visión y sensación, abierto por el sentido interno y el externo, arriesgando los cinco sentidos, el texto de la vida del hombre —hecho de color y de forma, de sonido y figura— vino a llamarse arte. Ese amanecer será, por cosas del azar o de la necesidad, la misma ocasión en que Prometeo robó el fuego a los dioses, porque quizás  el momento en que cobramos conciencia de que esa trama de figuras que llamamos mundo también pasa por nosotros, al mismo tiempo es el comienzo de la historia de la liberación de esa fuerza tan humana, el mecanismo que se apodera de la noche.

Cuestión central de la exposición que nos convoca, el siglo XX, su maquinaria y su luminaria, comienza por extirpar al hombre su saber cósmico. Hipertrofia de la solaridad, le llama la artista al control energético de la vida, pero sobre todo, a la radiante invasión del cielo nocturno.  Ese fuego no puede encender ya la narración mítica de la historia de las estrellas, encandiló nuestro sentido de la vista y recién nos enteramos del desastre. Mientras de noche las faenas industriales extraen de los suelos las riquezas de los antiguos espíritus, mientras usurpamos su dominio, estamos tristes. Una gravedad sin precedente presiona los cuerpos hacia el centro, como si la tierra llamara para hacer de un corazón humano su guardián.

Por fin, mudos y atentos, resuena adentro lo que aquí nos vuelca hacia el infinito. Desde esa lejanía despunta la onda, la oscilación vibrante, la redes, los ciclos, la irregular regularidad del movimiento de las esferas, lo inconmensurable en la discreción cósmica que nos mide. Pues algo nos mide y no se mide con nosotros, celestial, arroja la aguja con la que nos compromete a bordar la historia de nuestras vidas y luego se retira a los confines. Pero el desamparo construye puentes para el arte cuando sabe convertirse en libertad.

El arte transmuta el conocimiento, y ahora admite no sólo la noche sino todo el ámbito de la sombra y la oscuridad,  aquel espacio lunar que promete a los niños el encanto de un secreto. Ellos sí saben de qué hablan las estrellas, porque conocen el juego del que se forman todas las cosas: sin sujeto y sin lugar, arriba, bajo, fuera, dentro, ese juego de luz y oscuridad, goce y centro mismo de la existencia terrenal, es la irrupción que otorga a la tierra un fundamento mineral y un océano, una atmósfera y un manto vegetal,  el color a la materia viva y al cuerpo humano un eros que lo convierte en el prisma por donde toda la naturaleza vendrá a ser acogida.

Arriba bajo fuera dentro. Paula Urzúa

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