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El Kintsugi es un arte japonés, que consiste en reparar, con oro, piezas de cerámica quebradas. De esta forma, las vetas de oro que cubren las fisuras y los trozos pegados se convierten en adornos de la pieza restaurada, la cual luego de esta intervención se vuelve más hermosa, más decorada. Las cerámicas se rompen debido a cualquier circunstancia: un mal cálculo al posarlas sobre una superficie, un golpe, una mascota traviesa que, jugando o corriendo, la vuelca; son muchas las posibilidades de provocar daño a un objeto.  Analizando la vida humana y equiparándola a la existencia de los cuencos de cerámica, pocos son quienes aún son una pieza perfecta, de fábrica. Si analizamos nuestras vidas, si pensamos en lo que hasta ahora hemos vivido, la mayoría de nosotros cuenta con varias fisuras, unas más profundas que otras y en algunos casos ya nos hemos despedazado varias veces y hasta astillados estamos.

Superar el dolor es una tarea difícil y, muchas veces, casi imposible, depende de lo que cada uno de nosotros ha recorrido, de nuestras historias de vida, de lo que está impregnado en nuestro recuerdo.  El entorno en el que experimentamos el dolor, igualmente influye y, en ocasiones, no lo hace muy fácil, porque, en el día a día, somos emboscados por imágenes, escenarios, palabras, sucesos, momentos que nos abren, nuevamente, las heridas.  ¿A quién no le ha pasado? sentir que ya va superando, levemente, la pena y algo sucede ante los ojos, o llega en vuelo hasta los oídos el sonido de un recuerdo y en el alma la aflicción, que creíamos medio adormecida,  indica que sigue ahí, despierta, alerta, que no tiene intenciones de partir.

Qué hacer con las heridas, con los dolores, cómo superar las penas; de dónde extraer el oro que cubra nuestras grietas y dé más valor a nuestra existencia.  El oro, en este caso, es la resiliencia.  La resiliencia permite extraer sabiduría de los hechos desafortunados, que nos acontecen; reunifica las fuerzas, nos cambia la visión de las apariencias y de los trasfondos.  Hace comprender, los porqués de lo sucedido y concede al sufriente, una sabiduría profunda, que le otorga nobleza para observarse a sí mismo y a los demás. No todos somos resilientes; quien sí lo es, se convierte en una obra distinguida, bella, recreada en los valores adquiridos en el crisol de las penas y luego resplandeciente en luz de comprensión y empatía.

Mantengamos, siempre cerca, una cajita con oro de resiliencia y cada vez, que sea necesario, restaurémonos y sigamos adelante más adornados, más valiosos,  serenos y, sobre todo,  más comprensivos y   generosos  ante   el dolor ajeno.

 

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4 Comentarios sobre “El Kintsugi y la resiliencia

  1. Felicitaciones María Alejandra: Excelente reflexión sobre la vida, experiencias cotidianas y las huellas que van quedando anidadas en la memoria emotiva y física de las personas, expresadas en el grito del silencio que recorre el universo.

    En el portal del tiempo, cuantas veces hemos arrastrado cadenas desde el fondo del mar para llegar al horizonte con grietas en el alma, caminando descalzo en busca de las respuestas que a veces se observan lejanas. El brillo del sol penetra en la piel, dejando incrustaciones de oro que entregan la luz para reconstruir cada fragmento de dolor de nuestras vidas y la esperanza de transitar sobre las aguas con la luz resiliente del amor y la esperanza.

  2. Que interesante símil entre las reparaciones de cerámicas con oro y las vicisitudes a que nos expone la vida . Hermoso, original e inteligente manera de observar lo que nos rodea. Felicitaciones!

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