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Sensatez y Sentimientos debe ser una de las novelas que retrata de manera más certera el continuo en el cual se expresa la conducta humana.

La escritora inglesa Jane Austen publicó allá por 1811, una novela que relata la vida de las hermanas Dashwood (Elinor y Marianne), intensamente unidas por el afecto y la desgracia, pero radicalmente separadas en su forma de afrontar la vida.

Hijas del segundo matrimonio de un padre que, al fallecer, por obra de esa monstruosa forma jurídica llamada mayorazgo (toda la herencia es para el hijo mayor varón sobreviviente), quedan en la más absoluta indefensión, terminando de allegadas con la madre viuda y una tercera hermana en una pequeña residencia que les ofrece un pariente lejano.

Junto con relatar una sociedad absolutamente clasista, injusta y preocupada de las apariencias, desarrolla un estudio sobre la condición de la mujer, con especial énfasis en una vida carente de propósitos, vacía de motivaciones, condenada a ser sólo aquello que otros decidieran por ellas.

La trama de la novela busca retratar las conductas de las hermanas para enfrentar su desmejorada situación. Por un lado, Elinor actúa basada en la razón (la sensatez), en tanto Marianne guía sus acciones por la pura pasión (los sentimientos).

Una y otra buscan ser felices, pero chocan en cómo actúan. Elinor siempre mesurada, reflexiva, trata de buscar coherencia y sentido a sus decisiones, aunque le provoque dolor y la lleve a afrontar realidades duras. Marianne  no piensa, sólo actúa, y se entrega apasionadamente a la búsqueda de su felicidad, aunque eso la lleve a un fracaso tras otro.  La reflexión versus la acción.

Al final, la moraleja de la novela es que siempre se debe actuar con base en la razón (la sensatez), que debe dominar a los sentimientos. La pasión, la emoción, el calor de los deseos; todo aquello que llamamos sentimientos, deben ser tamizados por la rectitud de la razón, que es implacable y que conduce a decisiones más acertadas.

Leer la novela de Austen nos puede ayudar a comprender los peligros que encierra actuar sólo guiado por los sentimientos.

En una sociedad polarizada como lo es la chilena, donde sus instituciones han perdido credibilidad y existe una crisis de confianza muy profunda, en la cual las autoridades públicas no son referentes para la ciudadanía, resulta valioso que la figura del futuro Presidente de la República, concite tan elevadas expresiones de cercanía y cariño. Igualmente apelar a la ternura como elemento central de la acción pública puede resultar un elemento novedoso y convocador para los descreídos ciudadanos.

No obstante, ello no puede nublar la razón. La vida pública y la acción política requiere y exige altas dosis de realismo. La toma de decisiones supone optar por ciertos caminos que muchas veces no satisfacen las expectativas de todos. El Estado es una máquina burocrática que actúa por lógicas administrativas cuyo funcionamiento no pasa por los sentimientos y si por la razón.

Portales observa La Moneda

Hay temas, como el orden público, la seguridad ciudadana, por ejemplo, que implica utilizar el legítimo recurso de la fuerza. Ahí se debe apelar al apego irrestricto del principio de juridicidad y no sirve, para nada, el discurso de la ternura. Al funcionario policial se le debe exigir que aplique los protocolos de actuación definidos para cada caso, no que sea tierno.

Porque los sentimientos pueden ser positivos o negativos. De la ternura se puede pasar a la rabia, de la admiración al desprecio. El sentimiento siempre está a un tris de la radicalidad, de la conducta binaria y sin matices: me amas o te odio, eres mi amigo o te conviertes en mi enemigo. Eso es lo que hemos vivido en los últimos años. Un exceso de sentimientos, una ausencia de racionalidad.

Por eso resulta fundamental controlar las expectativas y morigerar el discurso basado en el sentimentalismo, que, quiérase o no, termina ineluctablemente en voluntarismo.

Puede pasar, que al final, toda esta apelación al recurso del sentimiento sólo sirva para ocultar los vacíos programáticos, las falencias organizativas y las brechas insalvables para conducir el Estado que tienen las nuevas dirigencias llamadas a conducir nuestra sociedad.

Pero, tarde o temprano, sabremos que el Emperador iba desnudo y allí no valdrá sentimiento alguno y la crítica y respuesta será despiadada. Esperemos que no sea así.

Austen sentenció algo que, quizás, sea bueno que nuestros nuevos dirigentes mediten “Cuando las personas se empeñan en una forma de conducta que saben equivocada, se sienten agraviadas cuando se espera algo mejor de ellas.”

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