Armados de un carro y dinero, entramos al supermercado. Nos paseamos indolentes con mirada escrutadora, buscando la mejor oferta, como buen habitante urbano. En estanterías y canastos, aguardan con pose altruista pacientes y tiernas verduras, junto a coloridas y coquetas frutas, algunas atrapadas en latas, otras se ofrecen a granel o en mallas; trozos de carnes en bandejas de diferentes tamaños, vinos y licores que prometen alegría, encanto. Golosas mieles y mermeladas; nobles y amables legumbres, en compañía de huevos y lácteos, además de otros productos varios.
Pero quién está detrás de este espléndido escenario; quién realmente hace posible tanto despliegue, para el paladar ciudadano. Por supuesto es el Mundo Rural y su titánico afán diario. Porque nuestra vida la debemos a quienes componen ese espacio, casi velado. Anónimos Héroes, que cada mañana con el Sol se alinean, para trabajar en los campos; ordeñando vacas, cuidando aves y animales, mimando frutas y vegetales. Curvando la espalda sobre palas y gualatos, curtiendo sus manos sabias en huertos que, para dar buen fruto, exigen total dedicación y excelente trato. Mundo Rural, hábitat milagroso, integrado por los más valientes, los más entregados. Por los generosos que prefieren, generalmente el anonimato y desde ese lugar invisible, generan todo lo necesario para, en este caso, surtir nuestros almacenes y mercados. Y así, jornada tras jornada, faenando, cuidando y cultivando, haciéndose uno con el arado, el tractor o el caballo, logran extraer de la tierra, la protectora magia maternal de su regazo.
Qué sería del Mundo Urbano, sin el soporte de Atlas que le da el Mundo Rural y no sólo en alimentos, porque gracias al talento de sus integrantes provee también, con generosidad, cobijo para el cuerpo, el alma y el hogar; fabricando con monástica paciencia, artesanías que destacan por su gran calidad. Flexibles colchas, mullidas alfombras, bellos chalecos, gorros, bufandas, listado sin final. Las bellezas en madera y la curtiembre, no se quedan atrás. Y como si este trabajo manual fuera poco el Mundo Rural es, además, el verdadero custodio del Legado Ancestral, porque gracias a su porfiado repaso de historias, cuentos y mitos, se mantienen vivas las raíces que nos dan identidad. Y para finalizar, a este breve registro, debemos también sumar los cantos, tonadas y cuecas; los bailes y exquisitas recetas, que se dan cita en las fiestas y son una parte más de las finas y valiosas piezas que componen esta joya perfecta, llamada Mundo Rural.
Cierto, ningún supermercado subsiste sin el mundo rural. Tristemente, muchos niños urbanos creen que la verdura, carne y otros alimentos “crecen” en el supermercado. Linda reflexión.
Gracias por tu comentario. Gracias Pilar.
Hermoso reconocimiento al importantisimo mundo rural. Cuando yo era niño conocí ese afán pues todo los veranos durante muchos años, iba en verano a Los Andes donde tenia tíos, tías y primos, netamente campesinos donde me sumergía entre juegos, andar a caballo y ordeñar vacas en el mundo que cuentas tan vivamente tu, querida amiga. Gracias por llevarme a recordar esos años bucolicos.
Gracias a ti, querido amigo, por leer mi escrito; me alegra que te haya gustado. Un abrazo.