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En el budismo zen, “satori” es el momento en el que la persona comprende que solo existe el presente y que el pasado y el futuro son meras construcciones de la mente. Los hechos del aquí y ahora son iluminados por la consciencia sin filtros ni prejuicios. Los ríos son ríos y las montañas son montañas. La conciencia no está dormida, pero queda subyugada por la observación de las cosas que nos rodean y de lo que ocurre con ellas. La mirada se vuelte encontes cristalina, pura.

Aunque los medios de información y entrentenimiento están plagados de sucesos atmosféricos y catástrofes medioambientales, la Humanidad no ha experimentado aún su satori. No hay consciencia suficiente sobre el avance del cambio climático, aunque sus efectos ya se dejan sentir en forma de persistentes olas de calor, inundaciones, desertización, derretimiento de glaciares, subida del nivel de los mares  y fenómenos climatológicos extremos. Existe la falsa sensación de que tarde o temprano la tecnología resolverá el desafío y hará innecesarios los esfuerzos del presente. El ser humano ha fiado al futuro su propia salvación. ¿Ingenuo o inconsciente? En cualquier caso, muy irresponsable.

El mundo de las personas no vive en un estado zen, sino en ausencia de él, al menos en lo que se produce con el tercer nen o “impulso de pensamiento”. En el primer nen percibimos las cosas sin espacio, ni dimensión, ni causalidad. Llueve. En el segundo nen comenzamos a darnos cuenta de que en lo que ocurre hay una relación espacio-tiempo y causal. LLueve torrencialmente, jamás lo ha hecho así en agosto y la causa es un calentón térmico. En el tercer nen llegaríamos a la conclusión de que la reiteración de calentones términos es consecuencia de la acción humana, cuya voracidad está afectando al clima del planeta, rompiendo los equilibrios ecológicos y abocando a una nueva era de catástrofes pseudo-naturales.

Hace falta un gran despertar que sitúe nuestra responsabilidad medioambiental en el presente y deje de confiar en un futuro mejor. Es ahora cuando hay que actuar para evitar la irreversibilidad del cambio climático o, cuando menos, frenar su avance.

Satori es mirar a un árbol calcinado y humedecerlo con nuestras lágrimas.

Satori es acariciar la espuma artificial que arrastran los ríos y sentir vergüenza.

Satori es extraer del mar una botella de plástico y depositarla en el contenedor de reciclaje.

Satori es no salirse del camino en el parque natural aunque esté ocupado por un gran charco.

Satori es contemplar emocionado una planta sin quitarle la luz del sol.

Satori es sentir una nueva conexión con la naturaleza y con todos aquellos que nos tratan y tratamos con naturalidad.

Satori es abrir los ojos y ver.

 

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