Compartir

 

Ana Rosa Marchant, profesora y dirigente vecinal
Ana Rosa Marchant, profesora y dirigente vecinal, relata su testimonio.

En la costa central de Chile, la elevada Puntilla de Mirasol es recordada con nostalgia. Dos senderos serpenteaban por su agreste textura hasta bajar a la playa grande y a la playa chica (hoy llamada Cueva del pirata). Lo más valorado era la vista natural de sus atardeceres en panorámica semi circular. Esa magia atraía a enamorados, familias, abuelos y adolescentes, quienes día y noche se sentían dueños de tan maravilloso paisaje.

El promontorio formaba parte de los acantilados de Mirasol. A inicios del siglo XX era una zona de pequeños campesinos y pescadores, amparados por el marco comunal de Casablanca. Luego, quedó bajo la influencia de Algarrobo, urbe playera, que entre las décadas de 1930 a 1960 fue el escape “chic” de los políticos amantes de la buena mesa, la brisa marina y las tradiciones locales. Explorar Mirasol era un paseo que requería acercamiento en camioneta hasta la laguna y restaurante “Los Patitos”. De allí, a pie o a caballo se cruzaban las dunas y los humedales, plenos de flora y fauna. El nombre de Mirasol había sido registrado por Manuel Marín en 1931, en un celebrado evento público. Marín fue un comerciante y agricultor, dueño por herencia de extensas hectáreas. Durante los 50’s parceló y vendió predios listos para urbanizar. Sus mejores clientes fueron empresarios y profesionales santiaguinos que buscaban un ambiente rústico.  A él se le atribuye la donación de La Puntilla a la comunidad. 

En 1947, al convertirse Algarrobo en la comuna administradora de Mirasol (y otros sectores), el registro legal de la donación se fue diluyendo en la noche de los archivos (preguntas hay muchas; respuestas, pocas). Nadie puso atención a ese detalle, quizás porque era un balneario donde todos se conocían y al que pocos llegaban. Recordemos que hasta la década del 70’s, veranear en Algarrobo implicaba el duro ascenso por las cuestas Lo Prado y Zapata, además de adentrarse en ingratos caminos locales. La jornada podía durar tres horas y según la ruta, implicaba el infaltable almuerzo en Melipilla.  

El avance automotriz, los túneles y el buen estado de las carreteras implicaron un flujo imparable desde mediados de los 80’s.  A fines de esa década llegó Raúl Vicherat Peirano a Mirasol. Todo el pueblo se enteró de su existencia cuando La Puntilla amaneció rodeada de paneles de madera con el cartel “propiedad privada”. 

“La Puntilla era muy especial”

Ya no hay miradores naturales para disfrutar las puestas de sol
Ya no existen miradores naturales para disfrutar el atardecer sobre los acantilados.

La profesora de Física y Ciencias Naturales, Ana Rosa Marchant fue una de las sorprendidas con el cierre de la querida Puntilla: “Todos los residentes estábamos indignados. El apellido Vicherat circulaba de boca en boca, pero nadie lo había visto. Fuimos a preguntar a la Asociación de Vecinos de Mirasol”.

Ana Rosa vive hoy frente a San Patricio, la única bajada a la playa existente en Mirasol en la actualidad. De niña jugó en esa misma casa, ya que perteneció a su tía abuela Emelina García y fue heredada por su abuela Raquel García Cruz. Hoy, el propietario legal es uno de los tres hijos de Ana Rosa, Daniel Mejías Marchant. 

“Veníamos todos los veranos a Mirasol y disfrutábamos mucho con otros niños. Entonces, nos prohibían bajar por San Patricio, ya que no tenía sendero y era de alto riesgo. A veces bajábamos aferrados al cerro y cruzábamos saltando las piedras del humedal. Era muy bonito, ya que se conservaba muy natural. Lo normal era descender  desde La Puntilla. También existía el sendero por Santa Berta, que se llamaba “Escalera azul”, ya que en ciertos tramos la baranda lucía ese color. Abajo, se hallaban los ranchitos donde vivían los Valencia, una familia de pescadores. Durante las lluvias y las marejadas de invierno, ellos subían para alojar en el pueblo. Eran muy queridos. Durante mi adolescencia me alejé de Algarrobo, ya que optamos por ir de vacaciones a Requegua, localidad perteneciente a la comuna de San Vicente de Tagua Tagua, un campo donde lo pasábamos muy bien”.

Al casarse en 1978, Ana Rosa comenzó a volver a Mirasol. Luego de sacar su Magíster en Desarrollo Curricular y Proyectos Educativos en la Universidad Andrés Bello, vino a investigar metodología con los niños del séptimo grado del colegio Santa Teresa de Algarrobo. “Venía cada vez que me tocaban días libres. En algún momento me ofrecieron trabajo en el Colegio Municipal Carlos Alessandri de Algarrobo. Lo acepté y viajaba en bus desde Santiago. Solo estuve seis meses porque me llamaron del Santa Teresa, donde ya conocía a los alumnos. Hace ocho años que con mi segundo esposo nos trasladamos a Mirasol. Por cuatro décadas me he dedicado a la docencia y todavía hago clases en el colegio Pukalán de Algarrobo, ubicado en el camino a El Totoral”.

Ella siempre pensó que La Puntilla sería respetada como lugar público, ya que conservaba huellas de los cimientos de un antiguo fuerte. “Si duda, fue un sitio de vigilancia marítima. Además, hasta mediados de los 80’s toda la comunidad paseaba o se reunía en ella”. 

El hombre misterioso

Ir a La Puntilla era como volar
Ir a La Puntilla era como volar, pero fue vendida.

Explica la profesora que en los 80’s solo existía la Asociación de Vecinos de Mirasol, fundada en 1960. Un rumor llegó a todos los rincones: Raúl Vicherat Peirano se había registrado en la organización. Como nadie lo había visto, el rumor indicaba que algún representante había firmado en su nombre. No aparecía en las reuniones ni figuraba teléfono. Su dirección era el enorme complejo que estaba tomando forma en la ex Puntilla. La municipalidad tampoco daba mucha información: todos los permisos aparecían aprobados legalmente. Lo mismo en el registro de propiedades de Casablanca y en Bienes Nacionales. Y lo peor, no existía constancia de la donación o carácter público de La Puntilla. 

Según dice la profesora, entonces se esperaba con optimismo la intervención municipal y gubernamental para el mejoramiento de la bajada de San Patricio, ya que seguía siendo un camino inexpugnable y difícil para todo tipo de caminantes. 

Los integrantes de la Asociación de Vecinos de Mirasol acostumbraban a realizar una reunión anual en el Club de la Unión de Santiago, puesto que varios residían allá.  “Se aprovechaba la ocasión como encuentro social y práctico. No pocos, se dejaban ver solo en esa ocasión. Así, en 1993 el presidente Marco Antonio López, anunció que Vicherat asistiría al siguiente encuentro en el Club de la Unión”.

La esperada reunión

Bello parque, pero privado
Vicherat transformó La Puntilla en un bello lugar, pero cerrado al público

La profesora recuerda que hasta los vecinos más indiferentes se presentaron en el Club de la Unión. Por supuesto, ella y su esposo no querían perderse el evento. Se dudaba si el dueño de la “Villa Vicherat” era un ser real…hasta que el presidente le dio la bienvenida: “¡Fue increíble! Todos nos volteamos a la vez y allí estaba un hombre calvo, de contextura mediana, bigotes, anteojos, elegante y muy cordial. Parecía querer ser parte de nuestra comunidad. Sonreía y saludaba a todos”.

Aquel encuentro tan amigable marcó una primera etapa en la relación de Mirasol con el inesperado dueño de La Puntilla. Vicherat se ofreció como anfitrión de la siguiente reunión vecinal.  Se fijó una fecha  y todos quedaron invitados a su villa.

Ana Rosa evoca: “Nuestra curiosidad era enorme. Por primera vez, no hubo miembros de la Asociación con excusa de asistencia. Varios trajeron  acompañantes galleta que suplicaban por ver la propiedad por dentro. Los Vicherat (la esposa era una artista japonesa) nos recibieron en un salón decorado con muy buen gusto y obras de arte. Apenas terminó la parte formal, el dueño de casa nos ofreció un tour por el lugar. Desde el otro cerro habíamos visto cómo instalaban el barco-bar en la punta, los moais estilo Isla de Pascua, el jardín japonés y las palmeras. Caminar por el lugar era como recorrer un parque temático o la escenografía de una película. Luego, el señor Vicherat ofreció a los asistentes un vino de honor. Fue una verdadera fiesta”.

Los vecinos suspiraron con tranquilidad. Aquel trato tan cariñoso auguraba que La Puntilla siempre estaría al alcance de la comunidad. En suma, esa belleza arquitectónica prometía ser un aporte turístico para Algarrobo. 

La sonriente década del 90’s

barco-bar de Vicherat
El barco-bar de Vicherat se hizo parte del paisaje en Mirasol

La reunión anual liderada por los Vicherat se mantuvo hasta fines de los 90’s. Sus reuniones siempre eran “llenos totales”. Mientras tanto, los mirasolinos utilizaban la Escalera Azul y el sendero de San Patricio, Este último, seguía con los mencionados problemas para personas con movilidad reducida. Por esta razón,  se invitó a la entonces Ministra de Bienes Nacionales, Catalina Parot, a recorrer Mirasol y a tomar conocimiento del estado de este lugar. Luego de dicha visita, comenzaron las mejoras del camino, con escalones, lugares de descanso y pasamanos. 

Ana Rosa recuerda la década de los 90’s como muy buena para la Asociación. Sus dirigentes Osvaldo Chaparro y Juan Beneyto eran eficientes y muy aceptados por los vecinos. Mientras tanto, el hijo menor de la profesora se hizo amigo de los niños de la familia que cuidaba la Villa Vicherat: “Cuando lo iba a buscar, siempre me llevaban a recorrer los jardines, la piscina y el barco de la punta. Lo misterioso entonces, eran los departamentos que daban a la calle Buenos Aires y que siempre estaban en venta o arriendo. La familia Vicherat disminuyó sus idas a Mirasol y se desligaron de la Asociación”. 

Nueva junta de vecinos

Cerca del 2018, desde la Asociación se desprendió la Junta de Vecinos 4-6 La Capilla. “Dicha entidad ya tenía veinte años de vida, pues fue creada al alero de la Asociación para postular a proyectos municipales, regionales o nacionales, ya que en ese tiempo estos planes solo favorecían a las organizaciones territoriales y no a las funcionales (como lo es la Asociación de Vecinos). Actualmente, todas las instancias con personalidad jurídica vigente tienen esta posibilidad de postular”. 

Ana Rosa explica que al principio seguían formando parte de la Asociación y  trabajaban orientados a la seguridad comunal, la plaza y actividades recreativas. 

“Sin embargo, hace cinco años que consideramos la autonomía e independencia, ya que La Capilla cumplía con todos los requisitos para funcionar como organización territorial. Entre otras cosas, mejoramos la iluminación, pusimos jardineras en la avenida Mirasol, y se logró la recolección de basura domiciliaria en reemplazo de los  antihigiénicos contenedores de las esquinas”. 

La Junta de Vecinos firmó un convenio colaborativo con la Municipalidad de Algarrobo en resguardo de la Plaza Mirasol “Gabriel Jaume”. De igual forma, firmaron otro convenio similar con el Club de Jardines. “Hasta la fecha, generamos fondos por cuotas sociales y adjudicación de proyectos. Con esto, realizamos entre otras cosas, las actividades de verano, Fiestas Patrias, y el encendido del árbol de Navidad en la plaza”.

Cabe indicar que, por segundo año consecutivo, la profesora ha obtenido el 60% de la votación, lo que le ha permitido otro periodo de presidencia en La Capilla. 

Dos nuevos propietarios

Ex mirador Vista Hermosa
También se perdió el mirador natural de Vista Hermosa

Los temores y furias de los vecinos despertaron otra vez con la llegada de dos nuevos propietarios: las familias Vidal y Sosman. El primero adquirió los faldeos de los acantilados muy cercanos a la ex Puntilla. Las polémicas se generaron por la bajada de Santa Berta, ya que instaló una puerta, impidiendo el acceso a la playa grande de Mirasol. El aludido prometió a los directores de la Asociación de esa época, que construiría una bajada mejor y  más segura por la calle Vista Hermosa. El diseño incluiría una casa que sería la nueva sede de la Asociación de Vecinos,  la que mantendría abierto al público el camino. 

Ana Rosa comenta: “Por el 2010 el señor Vidal cumplió su promesa y las obras concluyeron con una pequeña y linda casita, más una entrada por el costado hacia el sendero de hormigón. Tenía bancos de descanso y faroles que en la noche iluminaban el paseo. Lamentablemente, hubo extraños incidentes en el sendero. Según relatos de vecinos, hubo peleas de borrachos, gritos y quizás una violación. Se discutió cerrar la puerta en las noches. Finalmente, Vidal clausuró el acceso, lo que motivó la formación de la Junta de Vecinos Mirasol Central, la que se dedicó a dar la batalla por Santa Berta y el último mirador público en calle Vista Hermosa”. 

Simbolismo de una pérdida

Con el transcurrir del tiempo, Villa Vicherat se convirtió en el símbolo de la pérdida de la vista al mar de Mirasol. Primero, La Puntilla y posteriormente, el Mirador de Vista Hermosa.  Fueron proyectos que pudieron ser compartidos dentro del progreso y del turismo de Algarrobo, pero que finalizaron con los portones cerrados y sus propietarios enemistados con la vida cotidiana del balneario. Hoy, tras el fallecimiento del matrimonio Vicherat, es de esperar que su legendaria villa mantenga la belleza y el barco que parece navegar desde al acantilado hasta el sol poniente. 

Atardecer desde mirador Plaza Mirasol
Atardecer desde el mirador de Plaza Gabriel Jaume

Compartir

7 Comentarios sobre “Cuando los Mirasolinos perdieron el Sol

  1. Saludos por el artículo, seguro habrá muchos interesados en conocer la historia del despojo y talvez seguir la legalidad de los hechos. Debiera darse mayor difusión al tema.

  2. Soy Mauricio Garrido , arquitecto, trabajé para Don Raúl en los años 90 , hicimos varias mejoras y pequeños proyectos en su Villa de Algarrobo, la villa era reflejo de su mente inquieta que tal como Neruda siempre estaba en desarrollo y su cuidador era el capataz encargado de poner en práctica todas esas ideas. También avanzamos en el proyecto del condominio lateral a la villa lugar que fue pensado tanto para arriendo, así como para recibir a sus amistades. Por otro lado hicimos varios proyectos en Santiago ligados a sus negocios de muy diversa índole, lo recuerdo como una gran persona, muy culto y trabajador. Debo decir que en mi interior también tenía la esperanza de que algún día ese hermoso lugar se abriera a la comunidad. Saludos

  3. Interesante artículo. A quienes interese, hay una crónica mía sobre el tema del 2020 en Facebook Plaza Mirasol. Se llama Mirasol Ayer y Hoy

  4. Buén desarrollo histórico de Mirasol Pilar. Se agradece.
    Para quienes estén interesados, les informo que en el 2020 personalmente escribí una Crónica al respecto y se publicó en el FACEBOOK PLAZA MIRASOL, donde aún está disponible. Es otra mirada pero con muchas coincidencias. Adjunto el encabezado para facilitar su búsqueda
    https://intranet.nikken.com.mx:8854/validateQR/SHdLZlFWbkpKT05IajZuVmV1YTRjQT09
    Se llama “Mirasol Ayer y Hoy”

  5. Gracias estimada Pilar por tan buen artículo. Aprovecho la oportunidad para saludar y agradecer a nuestra amiga Ana Rosa Marchant quien ha sido pilar importante para el desarrollo de nuestro querido Mirasol.
    Un abrazo, Juan Carlos Torrealba

  6. Que buena investigación querida Pilar, igualmente es lamentable y penoso que Mirasol no tenga esos miradores y bajadas naturales porque alguien se apoderó de los terrenos. Poderoso caballero es don dinero, decía mi madre, que siempre hablaba en sabios refranes.

Responder a Alejandro López Villanueva Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *